Capítulo 8
Durante todo este tiempo, había considerado a Dietrich como un huésped que se alojaba aquí sólo por un breve período. Nunca imaginé que acabaría viviendo aquí con él para siempre después de que se hubiera vuelto loco.
Como alguien que había vivido solo en esta mansión sin nadie en absoluto, no pude evitar sorprenderme ante esta posibilidad.
No, primero debería solucionar esta situación. Evitar que este tipo se acercara a mí.
Empujé el hombro de Dietrich.
Su estado actual parecía grave, pero no quería hablar con él por ahora, no fuera a ser que de alguna manera lo provocara.
Pero supongo que esa no fue la mejor elección.
Dietrich me agarró de la muñeca.
—…Cálido.
¿Qué le pasaba? ¿Ya estaba demasiado ido?
Definitivamente estaba fuera de sí. Pero, dejando eso de lado, ¿no se suponía que el antídoto ya debía estar haciendo efecto?
Sin embargo, continuó concentrado en tocar mi muñeca.
«¿Por qué no puedes reconocerme?»
Como me agarraba la muñeca con firmeza, parecía como si me estuviera mirando. Sin embargo, su mirada estaba desviada.
Oye, no me digas…
—Se siente bien…
—Espera un segundo, Dietrich.
Me daba un poco de vergüenza que Dietrich no dejara de juguetear con mi muñeca. Y cada vez que intentaba empujarlo y apartar su hombro, él insistía en aferrarse a mí.
—No te vayas… —Dietrich murmuró suavemente.
¿Realmente se había librado del efecto estatus?
Lo observé con atención.
Quizás todavía estaba medio loco por culpa del gas venenoso blanco.
—Dietrich. ¿Dietrich?
Lo llamé por su nombre varias veces, pero él continuaba aturdido.
…Entonces, ¿cuándo exactamente me dejarás?
No había forma amistosa de decirlo. Al final, decidí ser más firme.
Golpeé a Dietrich en el hombro tan fuerte como pude.
…Definitivamente lo golpeé con fuerza, pero cuando lo miré, permaneció inmóvil. Fue como si nada más que la pata de un gato lo hubiera empujado.
Aún así, mis esfuerzos no fueron en vano.
Dietrich soltó lentamente mi muñeca.
Las yemas de sus dedos me hicieron cosquillas en la muñeca, como si su toque intentara persistir.
Parecía que ahora podía reconocerme.
—¿Por qué… estás aquí?
«¿Has recobrado el sentido común? Yo soy quien te salvó la vida, ¿lo sabes?»
En lugar de decirle algo con cierta cortesía, fui directa al grano.
—Estoy a punto de preguntarte algo. Por favor, respóndeme con sinceridad.
—…Qué es.
—…Por casualidad. —Tomé aire—. No puedes ver nada, ¿verdad?
Se quedó en silencio… Así que realmente no podía, ¿eh?
—¿Cómo… lo supiste?
—No me miras a los ojos. Sería más extraño que no me diera cuenta.
Si hubiera quedado atrapado en la pesadilla de Aculus, estaría atrapado en la oscuridad.
Y aunque ya hubiera tomado el antídoto, tardaría algún tiempo en recuperar la visión.
—¿Puedes quitarte de encima de mí primero? Creo que puedes hacerlo incluso si no puedes ver.
Dietrich se sentó lentamente y se bajó de mí.
Su pérdida de visión podía parecer un gran problema, pero ocurría con bastante frecuencia en el juego.
Y parecía que Dietrich había perdido la vista a causa del gas venenoso…
Cuando terminé de jugar a “La Mansión de Lindbergh”, entré sin darme cuenta en la sala de gas venenoso.
Al poner un pie en la habitación, te quedabas atrapado allí y no podías salir durante mucho tiempo. Y, lo más probable era que, debido a tu escasa capacidad física, perdieras la vista.
—No te preocupes demasiado. Pronto recuperarás la vista.
No parecía muy convencido por lo que dije. Quiero decir, también podía entender que era algo increíble de escuchar.
—¿Cómo recuperaré la vista?
—Simplemente lo hará, con el tiempo.
—Entonces, incluso si recupero mi visión después de un período de tiempo, todavía tendré que pasar por muchas situaciones similares a esta.
Dietrich parecía estar harto de ello.
[El medidor de oscuridad de “Dietrich” está subiendo.]
[Oscuridad: 2%]
Espera un segundo. ¿Por qué estaba subiendo?
[“Dietrich” está desesperado. Hasta que pueda calmarse, la oscuridad avanzará rápidamente]
[Oscuridad: 3%]
¿Pero por qué empeoró tan rápidamente?
—Dietrich, primero cálmate…
—¿Cálmate?
—Sí, cálmate. Después de recuperar la visión, podrás trabajar duro y pronto encontrarás la Sala de la Verdad...
—¿Esa “Sala de la Verdad” de la que hablas siquiera existe en primer lugar?
—…Sí, existe.
—¿Cómo puedo confiar en ti?
[Oscuridad: 6%]
El medidor de oscuridad de repente subió varios puntos.
—No había comida en la habitación que me indicaste. Solo había trampas.
—Fue un error mío. Me confundí con las habitaciones.
—¿Error?
Lo que le ocurrió fue demasiado grave para atribuirlo a un simple "error".
Sabía que esta excusa no funcionaría, pero no tenía nada más que decir.
—Has conseguido torturarme. Has ganado. Entonces, ¿mi muerte te satisfará?
«¡¿Qué estás diciendo?!»
Hace apenas unos minutos lo salvé de tocar a la puerta de la muerte.
[Oscuridad: 8%]
Me estaba volviendo loca. ¿Por qué subía tan rápido?
Me acerqué rápidamente a su mejilla y bajé su cabeza. Intenté establecer contacto visual con él, pero su mirada seguía nublada.
Aquellos ojos morados y desenfocados no podían verme.
—No te mueras, Dietrich. No quiero limpiar ningún cadáver.
—Supongo que sí.
—Y en serio, debes vivir. Dijiste que tenías una razón para dejar este lugar. ¿No te importa lo que les pase a “ellos”?
[Oscuridad: 9%]
Aunque seguía subiendo, el medidor de oscuridad al menos disminuyó su velocidad.
La vacilación se reflejó en la fría expresión de Dietrich cuando mencioné su debilidad. Era un asunto delicado que le preocupaba mucho.
Y es posible que todavía lo siguiera sosteniendo porque el medidor de oscuridad aún no estaba alto.
—No puedo entenderte en absoluto. ¿Cómo puedes decirle eso a alguien que tienes atrapado aquí? Si me doy por vencido, ya no me verás sufrir. ¿Es por eso? ¿Estás tratando de convencerme para tu diversión?
No es eso. Para nada.
Me sentí agraviada, pero no pude encontrar las palabras adecuadas para resolver su malentendido.
—Sé qué tipo de persona eres. Conozco a tu tipo muy bien. Eres uno de esos canallas repugnantes que disfrutan viendo sufrir a los demás.
[Oscuridad: 10%]
Su ira y resentimiento fluyeron hacia mí como una maldición.
[Oscuridad: 11%]
Observándolo en silencio por un momento, abrí cuidadosamente mis labios para hablar.
—Es como dices. Hay muchos sinvergüenzas en este mundo, como dices. Sinvergüenzas repugnantes y asquerosos que disfrutan viendo sufrir a los demás. E inevitablemente, también hay gente que sufre a causa de esos sinvergüenzas.
Aunque mi "mentalidad de acero" no se había activado, logré mantener el equilibrio por mi cuenta.
Presioné ligeramente la mejilla de Dietrich, que todavía sostenía.
—Esa gente no lo sabrá hasta que ya esté sufriendo. Si vas a morir de todos modos, asegúrate de irte de este lugar primero. Mata a todos esos sinvergüenzas odiosos de los que hablaste primero, luego enfréntate a la muerte una vez más.
¿No había un dicho así? No puedo morir solo. Si muero, te hundirás conmigo, o algo así.
Fue simplemente una pérdida de tiempo morir solo.
—Si de todas formas abandonas tu propia vida, no podrás hacer nada sólo con eso. Nunca pienses en morir en este lugar.
Yo, por mi parte, no quería ver a nadie morir aquí, incluso si tuviera mi "mentalidad de acero" en su lugar.
—…Entonces, ¿tú tampoco lo sientes?
—¿Sentir qué?
—Lo que acabas de decir sobre que la gente no se da cuenta hasta que ya está sufriendo.
«¿Qué es esto? Este sentimiento de ansiedad».
—No quiero sufrir exactamente...
—Entonces tú también debes estar sufriendo.
¿Qué…?
[“Dietrich” ha logrado liberarse de su desesperación]
[Oscuridad: 13%]
Me quedé mirando fijamente la ventana del sistema y luego miré a Dietrich.
En ese momento, nuestras miradas se cruzaron.
Debería seguir ciego ahora mismo. Quizá fuera solo mi imaginación, pero... Es como si me estuviera mirando directamente.
—En el momento que salga de aquí te encerraré de la misma manera.
¿Qué acababa de decir?
Estuve meditando sobre lo que Dietrich acababa de decir.
Y sólo había un pensamiento en mi mente.
Dietrich debía haberse vuelto completamente loco.
[Oscuridad: 13%]
Era una suerte que el medidor de oscuridad se detuviera allí.
Su oscuridad nunca debía, a ningún precio, superar el 90%.
Recordé un recuerdo doloroso de cuando jugué a “La Mansión Lindbergh”.
Una vez que el medidor de oscuridad de Dietrich, como personaje principal del juego, superara el 90%, ya no escucharía mis controles.
Por ejemplo, cuando se presentaba la oportunidad de tomar una decisión y yo quería decir que sí, había momentos en que él ignoraba por completo mi decisión y actuaba como quería.
Era ridículo.
Bajo ninguna circunstancia se le debía permitir que se convirtiera en un perro rabioso que ni siquiera supiera hacia dónde correr.
—Sí. Haz lo que quieras.
El medidor de oscuridad parpadeante era siniestro, pero no apareció nada más.
Y en ese momento nunca pensé que me arrepentiría de decir esas palabras.
Athena: Ay chicos, como me rayé con lo de los ojos de Charlotte, me dio por buscar y resulta que encontré dos portadas más de la novela JAJAJA, así que las pondré en el índice de la novela.
Por otro lado, esta novela presiento que me va a hacer sufrir de lo turbia que será.