El Universo de Athena

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Capítulo 65

La noche en Hampton (3)

A pesar de buscar en cada rincón del primer piso, Enzo no estaba por ningún lado. Después de recuperar su abrigo, Madeline se dirigió a la entrada de la mansión. Aparte de los autos estacionados que brillaban en la oscuridad, no había nadie a la vista. La fiesta todavía estaba en pleno apogeo y era un momento incómodo para volver a casa.

El viento frío alborotó las mejillas de Madeline. Parecía que tendría que llamar a un taxi. Mientras vacilaba, caminando de un lado a otro en busca de un sirviente, sintió la presencia de alguien sin mirar.

Ella sabía quién era sin verlo. Madeline bajó la cabeza. ¿Cómo podía bajar todas esas escaleras tan rápido?

—…Realmente no lo sabía.

—Lo sé. Debe ser obra de Holtzman.

Ian murmuró con sinceridad. Su rostro estaba sonrojado cuando se dio la vuelta. Estaba recuperando el aliento con dificultad.

—Pero aun así, me siento aliviado. Pensé que tú…

—…Yo también. Estaba preocupada después de que nuestro último encuentro terminara mal. Te ves saludable, así que me siento aliviada.

Y entonces se hizo el silencio. Fue el hombre quien rompió la tensa atmósfera.

—Como no veo a tu compañero…

—Creo que él se fue primero.

—…Vamos adentro y llamamos un taxi.

Al oír eso, el hombre hizo una mueca de dolor. La luz de la lámpara de gas proyectó su sombra alargada.

Un grito desesperado, como un aullido, atravesó la espalda de Madeline mientras se daba la vuelta.

—Eres cruel hasta el final.

—…Ian.

Ella se quedó quieta, su cuerpo se puso rígido.

—¿Por qué… por qué…?

¿Por qué no se dio la vuelta antes? ¿Por qué no se acercó primero? ¿Se estaba rindiendo y dando la espalda? Su voz baja, interrogativa y sondeadora, ya sonaba rota.

—Siempre he estado esperando que regresaras pronto… Te he estado esperando aquí. Pero tú…

—Ian…

Ian cerró los ojos. Le tomó un momento darse cuenta de que había lágrimas corriendo silenciosamente por el hombre que estaba parado bajo la tenue luz.

Y esa visión fría y aguda desgarró el corazón apagado de Madeline.

En el tribunal, en la cárcel, incluso aquí… el hombre siguió intentando acercarse a ella. Siguió esperando. Pero ella… ella huyó.

—Un momento… Ian… por favor no llores.

Madeline sacó un pañuelo de su pecho y con su mano enguantada secó suavemente las lágrimas calientes que corrían por la mejilla de Ian. El dorso de su mano estaba áspero por las cicatrices de quemaduras y las venas.

—Maldita sea...

—No… está bien llorar, Ian. Lo siento. Me equivoqué.

Madeline intentó consolar a Ian, que estaba llorando, pero tampoco estaba en sus cabales. Entonces, se oyeron voces que provenían de la puerta principal. Madeline tomó suavemente la mano de Ian y se dirigió hacia la zona desierta de la fuente.

La sombra de la fuente los envolvió por completo. En la oscuridad sofocante, solo se escuchaba su respiración. Madeline extendió la mano hacia donde estaba Ian. Tocó suavemente su pómulo con los dedos índice y medio. Sintió que su respiración agitada se detenía y sus párpados temblaban.

—Siempre he tenido curiosidad.

—…Madeline.

—¿Por qué estás aquí… conmigo? No lo puedo entender en absoluto. No hay muchas cosas buenas en mí.

—Porque… esto es todo. Lo diré sin rodeos: te amo.

Ah. La mano de Madeline se detuvo. Fue una elección de palabras vívida y clara. Ian agarró la muñeca de Madeline con su mano enguantada y presionó sus labios agrietados contra su mano. De su postura encorvada emanaba un limpio y fresco olor a invierno.

—Quiero abrazarte para siempre. Siempre me he sentido así. Aunque se lo llame deseo básico, no importa. Aunque sea malo.

Al oír esas palabras, Madeline sintió que la caja torácica se le hinchaba dentro del pecho como si sus pulmones estuvieran a punto de estallar. Era lo suficientemente madura para saber que no se trataba de un simple abrazo de amistad. Afortunadamente, pudo ocultar su rostro enrojecido en la oscuridad. Después de girar la mano, pasó suavemente las yemas de los dedos por los labios secos de Ian. Había una cosa que necesitaba corregir.

—…Ian, no eres malo.

Tú eres... tú eres... Ah ... Quería decir más, pero su visión estaba borrosa. ¿Era porque no tenía sus gafas?

Quizás fue por la tenue luz que emanaba de la mansión.

—Ya es suficiente.

La luz que brillaba en las ventanas de la mansión podría haber sido la causa.

—Eres hermoso.

Las palabras que soltó la sorprendieron incluso a ella misma. Pero después de decirlas, se sintió satisfecha. Feliz. Finalmente podía ponerle un nombre apropiado al miedo y la culpa que había estado sintiendo. La dedicación del hombre era deslumbrantemente aterradora. Había tenido miedo y había bloqueado tontamente su vista hasta ahora. El miedo y la tontería siempre habían oscurecido su vista.

Ian tembló al contemplar a Madeline radiante de alegría.

—Sí, eres hermoso —dijo Madeline con una sonrisa radiante. Las lágrimas brotaron de sus tiernos ojos—. Incluso con tus cicatrices, eres hermoso. No tienes que superarlas para ser hermoso.

«Tenía miedo. Salí corriendo porque tenía miedo de tu amor deslumbrante».

Pero ya era demasiado tarde. Acarició la mejilla del hombre. Él aceptó por completo las suaves yemas de sus dedos como si fueran las plumas de un pájaro joven.

—Lo lamento.

—No es demasiado tarde para dar marcha atrás.

—Tenemos que hacerlo —dijo el hombre con voz desesperada. Sus manos inquietas se aferraban a la de Madeline como si fuera un salvavidas. Su cuerpo temblaba como si vibrara.

—Hemos llegado demasiado lejos. Todo es por mi culpa…

Las lágrimas continuaron fluyendo.

—Está bien. Perdonaré tus errores, así que tú también podrás perdonar los míos.

Esas palabras encendieron una mecha. Las llamas salieron de la mecha y se dirigieron hacia sus corazones.

—¿Eres mi fin…?

Madeline bajó la cabeza. Y entonces sucedió. El hombre acarició suavemente la mejilla de Madeline con su mano temblorosa y luego la acercó a él. Y así, los labios del hombre inclinado se encontraron con los labios de la mujer.

Al principio, fue impulsivo, impaciente y, por lo tanto, torpe. Sus labios se tocaron y se separaron. Probaron las lágrimas saladas, la amargura del tabaco.

Madeline contuvo el aliento y la lengua caliente del hombre se abrió paso hacia adelante. Fue un beso tan intenso y provocativo que ella nunca se había atrevido a imaginar. Parecía como si Ian se estuviera vertiendo en ella, penetrándola.

Lógicamente esto no debería estar sucediendo.

Lógicamente, en el momento en que juzgó que no debía pasar con ese hombre, no debió besarlo.

Las luces de advertencia del instinto de supervivencia, el instinto de preservarse, se encendieron. Pero el abrazo del hombre era obstinadamente fuerte, su cuerpo la deseaba sin reservas. El oxígeno escaseaba y su cerebro estaba mareado. Los labios del hombre estaban secos, su lengua estaba caliente y las muñecas que rodeaban su cuerpo eran firmes. Su lengua se sentía tan suave dentro de su exterior duro y acerado que ella sintió que estaba cometiendo un pecado con solo probarla.

La suave lengua exploró vigorosamente la boca de Madeline. Envolvió su mano alrededor de su mejilla. No fue hasta que Madeline se sintió mareada que el hombre soltó sus labios. Cuando el sonido húmedo resonó cerca, se sintió como si saliera de un trance. Cuando Madeline abrió los ojos entrecerrados, había un hombre mirándola apasionadamente. Sus ojos todavía tenían un brillo bestial, todavía llenos de emoción.

Ambos se dieron cuenta de que habían cometido actos que los caballeros y las damas no debían cometer. Cuando la razón volvió un poco tarde, casi les dio vergüenza levantar la cabeza, pero no había arrepentimiento.

Aún se sentía el olor a tabaco en sus labios. Madeline se lamió el labio inferior con la lengua. Las pupilas del hombre temblaron mientras lo observaba atentamente.

—Regresa a mí.

Teniendo en cuenta el beso anterior, fue sorprendentemente refinado. Lo dijo con firmeza una vez más.

—La mansión te está esperando.

—Quieres decir que me estás esperando, ¿no? Ay, Ian.

Madeline envolvió con su mano la mano fría del hombre y, sin más, acercó su mejilla helada a su mano.

—¿Qué debo hacer contigo? Por más que lo pienso, no lo sé.

—Volvamos juntos. Y…

—Un momento. —Madeline lo interrumpió. Sabía qué palabras aterradoras iba a decir el hombre—. No puedo hacerlo ahora mismo.

—Pero…

—Dame algo de tiempo.

Aunque todo fue demasiado repentino, sintió una sensación de vértigo cuando la realidad volvió a apoderarse de ella. ¡El hombre era demasiado serio! Si esto continuaba, ¡incluso podría comenzar a planear una familia! Los temores y el terror realistas la invadieron como una resaca.

—Ian, necesitamos tiempo.

—Estoy de acuerdo. Entonces, prepara los documentos y pronto…

—No podemos garantizar que, incluso si nuestros cuerpos se encienden de deseo, ¡este durará mucho tiempo!

—¿Nuestros cuerpos se han encontrado antes… cuándo…?

El hombre entrecerró los ojos, dubitativo. Sonrió. Puede que no fuera evidente, pero sus palabras fueron suficientes.

—Sabes lo que quiero decir.

No. Ella fingió no saber de qué estaban hablando. Su rostro ya estaba tan rojo como podía estarlo.

Estaba demasiado impaciente y Madeline conocía su sed, pero temía que, si se apresuraban, todo volviera a salir mal, como la última vez. La emoción la llenaba la cabeza y no podía hacer un juicio adecuado.

 

Athena: ¿Pero qué ha pasado? Mira, la forma en que de repente le han dado la vuelta a esto y que ella es la culpable y que si huyó y blablablá, me descoloca completamente. Que sí, que ella lo “abandonó” y pasó su tiempo en la cárcel porque no quiso aprovecharse de su amabilidad y contactos. Pero coño, es que esto no me lo pueden minimizar a que ha huido por miedo. Que no, que aquí tenemos a dos personas que han actuado de diferentes maneras y no ha habido comunicación. Que si me dices que Ian estuvo ahí visitándola, que si mostrando más interés y todo eso durante la estancia de ella en la cárcel pues sí, podría decir que ella había huido. ¡Pero es que no es así! Que ella misma al salir dice que no tiene a dónde ir. ¿Y ahora dice que sí que estuvo ahí siempre? O yo estoy leyendo otra historia, o decidme qué está pasando.

Que aquí estas dos personas han actuado de mala manera en diferentes ámbitos, sobre todo en el de la comunicación. Y ojo, que yo entiendo que Ian se sintiera dolido y pudiera desaparecer, ¡pero luego no me vengas con que esperaba que volviera! ¡Es que no tiene sentidooooooo!

¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!