Capítulo 52
—Sería genial para vosotros ganar, y estaría igualmente bien que perdierais. Solo consideradlo como un juego divertido, nada más —alentó Lucius a los caballeros que pasaron por el brutal entrenamiento de Sir Ainno.
—Estás siendo demasiado amable y cordial con nosotros, alteza. Yo Ainno, el mejor caballero de Acreia, juro que ganaré este torneo y te traeré la corona del campeón— respondió Sir Ainno con determinación.
Todos en el lugar se imaginaron cómo se vería su emperador con la corona de flores en la cabeza, todos estaban seguros de que le sentaría muy bien. Viendo a sus caballeros sonriendo con orgullo, Lucius I suspiró. Por lo general, la corona de campeón se entregaba a una mujer, como la dama del caballero, la esposa o hija del señor o la hermana del caballero.
Pollyanna sonreía y se imaginaba lo hermoso que luciría Lucius I con la corona cuando, de repente, pensó en algo. Ella le susurró al guardia que estaba a su lado:
—A este paso, un escándalo romántico que involucra a su alteza y Sir Ainno va a estallar.
—Ahora no, gracias a ti, Sir Pollyanna. Si no fuera porque asumiste este deber, se habría producido el escándalo. Por supuesto, Sir Ainno no parece darse cuenta de esto.
Para su alivio, la presencia de Pollyanna no era del todo negativa para la reputación de Lucius I. Como la única mujer caballero, era el centro de muchos rumores desagradables y, debido a eso, el enfoque de la gente se había desplazado hacia ella desde su emperador. Además, su presencia tan cercana a Lucius I significaba que los enemigos ya no podían bromear acerca de que el emperador acreiano era gay. Este fue un rumor especialmente popular debido a la belleza de Lucius I y antes de que Pollyanna se convirtiera en su guardia, se rumoreaba que Sir Ainno era el compañero de cama del emperador.
—Mmmmm… supongo que tiene sentido.
Pollyanna estaba complacida con esta noticia. La idea de dañar a su emperador la había estado devorando por dentro. Hubo momentos en los que se sintió tan deprimida que le resultó difícil levantarse de la cama, pero ahora que sabía que estaba siendo útil a su alteza, Ella se sintió feliz.
—Todo es culpa mía, Ainno. Pensé que sería injusto para una mujer casarse contigo cuando es posible que no sobrevivas a esta guerra. Por eso no hice que te casaras antes de llevarte aquí conmigo. Pero ahora me di cuenta de que cometí un error. ¡Debería haberte hecho casarte antes de venir! —le dijo Lucius a Sir Ainno con el ceño fruncido.
El emperador parecía angustiado, pero Sir Ainno respondió en voz alta:
—¡Incluso si estuviera casado, le habría dado la corona de flores, su alteza! ¡Siempre serás el destinatario de todas mis flores!
Sir Ainno lo decía en serio.
Se decidió que el torneo tendría lugar en una llanura cercana al castillo de Jaffa. Gali III se hizo cargo de todos los gastos necesarios. La preparación del campo también fue completada por la gente de Bikpa. Para asegurarse de que Gali III no pusiera trampas en el área, los señores Bikpa que estaban del lado de Lucius I le aconsejaron que enviara a sus propios hombres y vigilara todo.
El emperador acreiano envió a Sir Baufallo y siempre que tenía la oportunidad, Sir Baufallo visitaba el sitio.
El día antes del torneo, los caballeros que estaban ingresando al torneo esperaban nerviosos. Como no tenían esposas ni novias o estaban aquí con ellos, los hombres caminaban por el pueblo pidiendo pañuelos a cualquier mujer que encontraran. Sir Howe terminó con la mayor cantidad de pañuelos e incluso Sir Donau, que no necesitaba uno, también consiguió algunos.
Incluso hubo doncellas que le entregaron unos pañuelos a Sir Donau y le pidieron que se los diera al caballero femenino. Estos pañuelos estaban bordados con más belleza que los de Sir Howe.
Cuando Donau se los entregó a Pollyanna, ella le preguntó:
—Tengo entendido que tienes algunos ya que estabas caminando con tu hermano, pero ¿por qué los recibo yo?
Pollyanna estaba confundida, pero los tomó de todos modos. Los paños de lino suaves como estos podrían ser útiles y, lo más importante, eran gratis.
—Muchos de ellas dijeron que debes cubrirte la cabeza calva cuando no estás usando tu casco —respondió Donau.
Parecía que había muchas mujeres que se sentían preocupadas por el pelo corto de Pollyanna. Siguiendo el consejo de las mujeres, Pollyanna probó el pañuelo en su cabeza y le preguntó a Donau;
—¿Así?
—Pareces un granjero —se burló Donau.
—Entonces… ¿cómo debo usarlo?
Cuando Pollyanna preguntó con frustración, Sir Donau tomó el pañuelo y le hizo una cinta alrededor de la cabeza, que era la tendencia en la actualidad. Se sentía extraño y, de alguna manera, la hacía lucir diferente y divertida al mismo tiempo. Pollyanna se miró en el espejo y frunció el ceño con tristeza.
—¡Qué demonios!
—Esto es lo mínimo que puedes hacer para que la gente sepa de tu género… ¡ARRHG! ¿Por qué me golpeaste?
Pollyanna pateó el trasero de Donau cuando él sugirió que si se dejaba el pelo largo, esta cinta se vería mucho mejor en ella.
Como Sir Ainno no recorría el pueblo como los otros caballeros, no recibió ningún pañuelo. Era un hombre apuesto, pero su reputación como un caballero violento y aterrador impedía que las doncellas se le acercaran. Le tenían mucho miedo.
A Sir Ainno no le importaban las supersticiones, pero a Lucius I sí.
—Puedo ver que no eres muy popular, Ainno. Necesitas al menos un pañuelo, así que, ¿por qué no vas a preguntarle a un sirviente y le pides que te traiga uno de ellas?
—Pensé que si no obtengo uno yo mismo, no funcionará.
—Mmmm... Por cierto, Sir Pollyanna, ¿por qué tienes tantos cuando ni siquiera estás participando en el torneo?
Pollyanna sonrió y le mostró a Lucius I sus pañuelos.
—¡Lo sé! Pero todavía se siente genial recibirlos de las damas.
El emperador levantó el dedo y le preguntó:
—¿Podrías darle uno a Ainno?
—Desafortunadamente, su alteza, incluso su orden no puede obligarme a entregar estos pañuelos. Son regalos de las damas, y estoy obligada por el honor a guardarlos para mí.
Pollyanna habría hecho cualquier cosa por él, pero este era un asunto completamente diferente. Los pañuelos eran obsequios genuinos y preciosos de las damas de diferentes estaciones. Regalarlos se consideraba increíblemente grosero, y Pollyanna se negó a cometer tal crimen.
Le habría dado uno si su emperador insistiera, pero se preguntó si sería eficaz. Después de todo, la superstición implicaba que los caballeros consiguieran el pañuelo para sí mismos. Para que el pañuelo significara algo, tenía que ser entregado por una dama que oró por su victoria y regreso seguro.
Preguntarle a la esposa o hija del señor de Bikpa estaba fuera de discusión. Si comenzaba un rumor equivocado, Sir Ainno podría terminar necesitando casarse con la hija o meterse en problemas por la sospecha de codiciar a la esposa del señor. La mejor persona a la que preguntar era a una sirvienta o alguien que no le diera demasiada importancia.
Pero ahora no había tiempo, Lucius I se estaba desesperando.