El Universo de Athena

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Capítulo 104

Farol

Walter Hardy fue tomado por sorpresa y se preguntaba si el príncipe enviaría al padre de su esposa a prisión. Había sucedido sin querer y probablemente no habría sucedido si Björn no se hubiera apoderado de sus bienes en primer lugar, entonces, ¿no debería él también ser considerado responsable?

Björn se sentó en el lado opuesto de la mesa de Walter. Sintió una mezcla de odio y anhelo por el príncipe, y cuando sus miradas se encontraron, Björn le dedicó a Walter una sonrisa despreocupada, como si olvidara dónde estaba.

—Tienes buen aspecto —dijo Björn.

Un abogado y un policía estaban en un rincón, apartados. Cuando los oficiales llegaron a la finca, Walter estaba más que un poco ebrio y el resultado fue un breve tumulto con el oficial. Además de todo, Walter también tenía que enfrentar cargos por agresión a un oficial.

Cuando lo trajeron, se dio cuenta de que ya no podría usar a su hija como escudo y que tendría que enfrentar las consecuencias de usar su nombre ilegalmente. ¿Cómo iba a saber que la iban a acusar de fraude y chantaje?

—¿Cómo pudisteis hacerme esto, cómo? —Walter finalmente dejó salir la frustración.

—Bueno —Björn se encogió de hombros—, dudo que eso sea lo que diría un padre que acusa a su hija de ser una tramposa.

—¿A estas alturas la reputación de los niños no ha sido reivindicada? ¿Cuál es el punto de mantenerme aquí? El padre de la Gran Duquesa, encerrado como un delincuente común. Pido disculpas profundamente, lo juro, no volveré a cometer otro error. Al menos dejadme ir por el bien de mi nieto por nacer.

Walter miró ansiosamente la habitación, desde Björn hasta el oficial y el abogado. Su rostro estaba muy golpeado por la pelea con el oficial. Björn no había visto a nadie tan golpeado desde que presenció las heridas de Erna.

Björn encendió su cigarro y dejó escapar una espesa nube de humo en el rostro de Walter Hardy. El hombre tosió y trató de alejar el humo con la mano.

—Mi esposa no tiene padre, vizconde Hardy, usted no tiene más nietos que una hija.

El abogado le entregó a Björn un montón de papeles cuidadosamente ordenados, que Björn tomó como si cogiera el periódico. Los colocó sobre la mesa frente a Walter, quien pudo ver lo que eran. Su rostro se cansó y se llenó de desprecio.

—¿Como pudisteis? ¿Cómo podéis pretender ser su marido, amarla, pero cortar su conexión con la única familia que tiene?

—Abandonaste a tu hija primero, no tengo ninguna duda de que la habrías dejado de lado una segunda vez una vez que ya no fuera útil —sonrió Björn—. Si aceptas estos términos, podemos evitar el encarcelamiento, pero tendrás que abandonar la ciudad y hacerte el muerto.

—Absolutamente no.

—Entonces supongo que te irás a la cárcel. —Björn chasqueó la lengua y se reclinó en su silla—. Las perspectivas para ti parecen sombrías, encarcelado por fraude y agresión a un oficial de policía. Si eso es lo que deseas, que así sea, también tendré que divorciarme de Erna, no podemos permitir que la Familia Real se asocie con criminales por ningún margen.

—¿D…divorciaros de vuestra esposa, Erna? —La ira en los ojos de Walter disminuyó y fue reemplazada por desconcierto.

—Te estoy dando la oportunidad de hacer lo correcto por la hija que dices amar tanto. Preferiría no tener que pasar por la molestia de divorciarme por segunda vez, pero si insistes en seguir llamándote padre de la Gran Duquesa, entonces no tendré otra opción.

—¿De verdad creéis que me dejaré atrapar en semejante mentira?

—¿Qué te hace pensar que tienes muchas opciones?

—Por favor, no hagáis eso, por favor, por el bien del niño…

—¿Niño? ¿De verdad piensas utilizar a un feto para sentir lástima? ¿Mi hijo, el hijo de Erna? —Björn se burló del vizconde—. Creo que te estás sobreestimando a ti mismo y a tu hija. Me he divorciado de la hija del rey Lars, quien me dio un hijo. ¿De verdad crees que soy incapaz de divorciarme de tu hija?

Björn se levantó de su asiento y se alzó sobre Walter. Su mirada penetrante retó a Walter a dar el paso en falso y, cuando Walter se enfrentó a los inquebrantables ojos grises, su respiración se volvió más dificultosa.

—Si no rompes los lazos, entonces la responsabilidad de Erna y su hijo por nacer recaerá en ti. En el momento en que me divorcie de Erna, también repudiaré al niño y nunca será reconocido como miembro de la Familia Real.

—Su Alteza.

—Si deseas que tu hija viva una vida cómoda y feliz, mientras cuidas de tu nieto, lo haré con todo mi corazón. Sabes lo que necesitas hacer para hacer realidad ese ideal —dijo Björn con sinceridad—. Vizconde, te insto a que hagas lo correcto y elijas el camino más favorable para ti, tu hija y nieto. Mi paciencia no es ilimitada.

Alejándose de la mesa, Björn hizo una reverencia sin decir palabra. Walter no pudo responder, todavía sentía la conmoción de las cosas. Sin decir una palabra más, Björn salió de la habitación. Cuando la puerta de hierro se cerró de golpe, Walter se quedó mirando el documento sobre la mesa.

Al abrir el grueso sobre, se deslizó un libro con encuadernaciones toscas. El título decía "El nombre del amor y el abismo". Era el último lanzamiento de Hermann Publishing, cuyo título acababa de ser finalizado.

Los ojos de Catherine Owen se llenaron de lágrimas mientras miraba el libro. Las obras póstumas de su difunto hermano finalmente se imprimieron y se transportaron por todo el mar. Todos los editores de Lars podrían haber rechazado los poemas, pero aquí estaban, en todo su esplendor sin censura.

—Al principio empezaremos a publicar en Lars. La mayoría de los intelectuales de Lechen que están intrigados por Gerald Owen conocen bien a Lars y este libro seguramente generará mucha intriga. Una vez que el revuelo haya aumentado, tenemos la intención de lanzar una versión traducida en Lechen, para que todos puedan tener acceso. Para entonces el libro ya estará circulando, Lars —el editor Hermann, sentado frente a Catherine, describió con calma el plan.

Catherine escuchó atentamente, apretando el libro contra su pecho. La perspectiva de que saliera a la luz la verdad sobre la muerte de su hermano y sobre la mujer responsable le produjo una sensación de alivio.

—Actualmente, toda la nación está conmocionada por el escándalo de la Gran Duquesa, así que planeo publicarlo una vez que eso se haya calmado un poco. ¿Qué piensas?

—Estoy de acuerdo —Catherine asintió vacilante—. Ahora que todo terminó, no hay razón para esperar más. Si es posible, agradecería que el libro se publicara en el momento en que pueda recibir la mayor atención.

—Entonces hagamos un pronóstico para esa eventualidad.

Hermann se puso serio, no se hacía ilusiones sobre el impacto que este libro iba a tener, no sólo en Lars, sino también en Lechen.

—Lo que creas que es mejor —dijo Catherine simplemente.

Erna había permanecido dormida durante todo el día. Björn corrió las cortinas para bloquear el sol de la tarde y se sentó en la silla al lado de la cama, para poder observarla de cerca. Se aflojó la corbata y dejó escapar un suave suspiro.

Erna había pasado los últimos días descansando. Estaba decidida a seguir las órdenes del médico para darle al niño el mejor comienzo posible y era mejor que él permaneciera de su lado.

Ver el rostro de Erna cada vez más demacrado, día tras día, le recordó a Björn el precio que le estaba cobrando el embarazo. Parecía que el niño estaba llevando a esta mujer resistente al límite. En un momento, solo un sorbo de agua fue difícil de contener, pensó que parecía que estaba mejorando un poco con el tiempo.

Mientras Björn contemplaba el vientre todavía plano de Erna, una leve sonrisa apareció en sus labios. Incluso si no tuvieran hijos, él nunca abandonaría a esta mujer en el mundo. No podía negar el poder que tenía su embarazo sobre el público. Cuando ella demostró su valía, no pudo evitar sentir un sentimiento de orgullo. Bien podría haber sido una auténtica Dniéster.

—¿Björn? —Erna dijo adormilada—: Regresaste temprano.

Erna se sentó con cautela y se frotó los ojos somnolientos. Parecía agotada, algo inusual para alguien que acababa de despertar de una siesta.

—¿Estás ocupado? —Estaba impaciente por saber de su padre, y la ansiedad y la aprensión cuajaban sus palabras.

—Estaba de camino a ver al vizconde Hardy —dijo Björn.

Fue un shock para ella, ya que normalmente él se habría ido sin decir una palabra. Desconcertada, Erna suspiró y se agarró el borde de su manta.

—Erna.

—¿Sí?

—Tú… —no estaba seguro de si debía decirlo, pero ella merece saberlo—. Ya no tienes padre. Limpia el nombre de Hardy de tu vida.

—¿Qué quieres decir? —Erna estaba confundida, tal vez todavía estaba aturdida por el sueño, pero se le escapó la comprensión.

—Hice un trato con Walter Hardy, para asegurar su liberación tuvo que cortar lazos. Tu padre aceptó estos términos.

Björn le dio dos días como máximo, antes de que Walter llamara y aceptara. Su hija era sólo dinero para él y, siendo el hombre egoísta que era, no querría ir a prisión. Su hija ahora era sólo una carga para él.

—Así que lo mejor es que lo descartes de tu vida, esa es la única manera de mantener la paz.

Aunque el aislamiento no podía proteger a Erna de las acusaciones que se lanzaban en su dirección, al menos no quedaría atrapada en más complots de Walter. Para Björn eso era suficiente, las críticas del mundo estaban bien, pero no permitiría que nadie se atreviera a sacudir a la Gran Duquesa.

—Eh Björn... lo sé. —Ella lo miró con ojos lastimeros—. ¿Por qué te casaste conmigo?

—¿Qué?

Björn frunció el ceño, confundido, una pregunta que nunca esperó. Parecía molesto, molesto por que le hicieran una pregunta tan ridícula.

—La apuesta —la voz de Erna se quebró, se tomó un momento para reunir coraje—. La apuesta que hiciste con tus amigos, la que empezó en la mesa de juego del club social.

 

Athena: Te tiraste un farol, dices que nunca dejarías a Erna, pero le haces un montón de daño con esa actitud. En fin.