Capítulo 136

Almendra Dulce

Björn no dudó ni un momento en proclamar que Pavel Lore era un imbécil. Podía verlo de pie con Erna junto al tiovivo. Sabía que era él, reconocería el pelo rojo intenso del exasperante hombre en cualquier lugar. La situación era un poco más tranquilizadora al ver a la guardiana del infierno, Lisa, cerca.

—¿Hola, señor?

La atención de Björn se centró en el encargado del puesto de almendras cerca del cual se encontraba. Estaba claramente agitado porque Björn andaba por ahí, sin comprar nada y estorbando a sus clientes. Cuando Björn volvió a mirar el tiovivo, la pareja había desaparecido.

Mientras perseguía a Erna, inesperadamente se encontró con un puesto que llamó su atención. Mientras miraba a su alrededor, siguió el delicioso aroma de miel y canela mezclado con el vapor de las algas, y allí encontró el temtempié que a Erna le encantaba disfrutar durante el animado Festival de Mayo en Buford en los días soleados de primavera.

Björn decidió comprar algunas almendras, aunque era poco probable que fuera suficiente para cambiar los sentimientos de Erna hacia él, se aferró a la esperanza de llamar su atención por un momento. También estaba el problema de Pavel Lore, el hecho de que hubiera aparecido aquí ahora demostraba que era un bastardo.

Björn se metió el cono de papel lleno de almendras dulces y miel en el bolsillo de su abrigo y empezó a abrirse camino entre los puestos del mercado.

Erna iba a odiarlo.

A medida que el tiovivo se acercaba, Björn se detuvo para recuperar el aliento. Sabía que Erna se pondría del lado de ese bastardo inescrutable y le echaría la culpa, pero cuando presenció la risa de Pavel Lore, supo que tenía que actuar.

Erna seguía siendo su esposa.

—Ha pasado un tiempo, señor Lore —lo saludó Björn tan tranquilo y despreocupado como pudo.

Erna y Pavel rápidamente centraron su atención en Björn. Lisa, que había estado observando el tiovivo, se giró sorprendida, ni siquiera intentó ocultarlo. Björn estaba alto y orgulloso junto a Erna, como un lobo alfa tratando de defenderse de cualquiera que fuera su retador.

—No, está bien —dijo Björn cuando Pavel estaba a punto de extender un saludo—, abstengamos de crear más conmoción, ¿de acuerdo?

Con un guiño juguetón, Björn señaló a los espectadores entre la multitud. Irradiaba elegancia y compostura, parecía una persona completamente diferente en comparación con el hombre que había causado tanto caos el verano pasado.

Al darse cuenta de sus intenciones, Pavel le ofreció al príncipe una respetuosa reverencia.

—Su Alteza, Buford es también mi ciudad natal. Estuve de visita por un par de semanas. Cuando vi a Erna, aproveché la oportunidad para ponerme al día, ya que había pasado bastante tiempo desde que vi a mi amiga de la infancia.

—Por supuesto que lo entiendo —dijo Björn y pasó un brazo alrededor de la cintura de su esposa—. Mi esposa se está recuperando actualmente de un problema de salud.

Erna se estremeció, sorprendida por la afrenta de Björn, aunque Björn parecía completamente imperturbable. Pavel no pudo evitar fruncir el ceño ante la actitud degradante de Björn hacia su esposa.

—Señor Lore —dijo Björn—, ¿por qué no buscamos un lugar para tomar una copa? Recuerdo que dijiste que no bebes, pero debe haber una tienda de té cerca.

—Lo siento, alteza, no estoy seguro de entender lo que estáis diciendo. —Pavel frunció el ceño.

Si no fuera por las risas alegres de los niños en el tiovivo y los vendedores ambulantes pregonando sus prendas, se habría producido un silencio de lo más incómodo entre Björn y Pavel.

—No hagas esto —le suplicó Erna en silencio a Björn, tirando de su brazo—. Regresemos ahora, te lo ruego…

—Sólo pregunto si al señor Lore le gustaría encontrarse con su amiga de la infancia en un ambiente más cómodo. No será como la última vez, lo prometo.

—¿Qué? —Erna siseó.

—¿La pelea que tuvimos en el picnic? —Björn sacó a relucir el asunto sin ningún tipo de vergüenza—. Quería disculparme por lo que pasó ese día y pensé que podríamos hacerlo tomando una copa, en lugar de quedarnos parados en medio de la calle.

—Dime —dijo Björn mientras dejaba su bebida—, ¿te gusta remar, señor Lore?

Pavel levantó una ceja ante la pregunta de Björn y tomó su taza de té para tomar un sorbo, ocultando su sorpresa ante la pregunta aleatoria. Él no era el único que bebía té en una estridente taberna llena de bebedores diurnos.

—¿Qué queréis decir, Su Alteza?

—Bueno, parece que posees una habilidad que cualquier equipo mataría por tener en su barco.

—Me encanta ver el deporte, ¿es suficiente? —Pavel enderezó su postura, exudaba un comportamiento militar.

No importaba cómo lo observara Björn, Pavel parecía recordar a Leonid. Si bien podía ser algo aburrido, había un aire de intriga y sinceridad en él, cualidades de un hombre que le sentarían bastante bien a Erna.

Björn lo reconoció rápidamente y vació su vaso. El dueño de la taberna, que estaba vigilando a los clientes, se acercó contoneándose y volvió a llenar el vaso sin decir una palabra.

—¿Erna fue tu primer amor? —dijo Björn, humedeciendo sus labios con el vaso fresco.

—¿Estáis dudando de nuevo de mi relación con Su Alteza?

—No, por supuesto que no, sé que mi esposa no es ese tipo de mujer.

—Entonces por qué…

—No es Erna lo que me preocupa, eres tú. La amabas, ¿no? Probablemente todavía lo hagas —dijo Björn sonriendo.

—Bueno, ¿y si lo fuera? ¿Qué significa eso para vos? —dijo Pavel, esforzándose por no levantar la voz—. Sí, ella fue mi primer amor, es hermosa y amable, pero os lo juro, no os he ocultado nada. Fue simplemente amor de cachorro y después de dejar mi ciudad natal, la traté como a una hermana.

—¿Un hermano mayor se escaparía con su hermana en medio de la noche?

—Eso es… —Pavel sintió sequedad en la garganta. Sabía que intentar engañar al príncipe con una débil mentira sería inútil—. Para ser honesto, estaba muy conmocionado en ese momento. Si la lluvia no hubiera sido tan fuerte esa noche, si no hubiera llegado tan tarde, si las cosas no hubieran ido tan mal, podría haber codiciado a Erna, no, lo habría hecho y Erna podría haberse convertido en mi esposa. Pero así fue y Erna se convirtió en la esposa de un príncipe. Ese es el final. Desde entonces, nunca he considerado la idea de Erna y yo.

Björn observó la resuelta confesión de Pavel con los ojos entrecerrados, mientras los recuerdos de esa fatídica noche bajo la lluvia torrencial acudían a él. Erna debió presentar su matrimonio como la mejor elección que pudo hacer en ese momento, ya fuera como trofeo o como escudo. En el fondo, Björn sabía que la verdadera felicidad de Erna probablemente habría sido con el pintor.

Habría habido mucho estigma social si una mujer noble se hubiera escapado con un pintor, pero habría encontrado alegría al dejar ese mundo muy atrás. Björn se dio la vuelta. En ese momento, no le importó lo que era mejor para Erna, ni las posibles ganancias y pérdidas de esa decisión.

Fue únicamente el deseo de poseer un hermoso trofeo lo que lo impulsó y Björn se negó a dejarlo escapar de sus manos. Pavel Lore era un recordatorio de esa noche, la noche que quería olvidar. Por eso se volvía loco cada vez que veía a Pavel Lore, no porque alguna vez pensara que Erna sería el tipo de mujer que lo engañaría, sino porque era un recordatorio del egoísmo de Björn.

—Lo sé —asintió Björn—, y lo hice aunque lo sabía.

—¿Qué queréis decir?

—Fue realmente desafortunado y te pido disculpas por mi mala educación desde esa noche, señor Lore. —Björn terminó su bebida y se puso de pie, inclinándose ante Pavel de una manera demasiado educada y formal—. Me gustaría decir que algo así nunca volvería a suceder, pero no podemos estar seguros de lo que nos depara el futuro.

Björn colocó un billete sobre la mesa y miró su reloj de bolsillo, ya casi era hora de su randevu con Erna.

—Te sugeriría que sigas teniendo cuidado y tal vez te cases, para que yo pueda abstenerme de albergar pensamientos negativos hacia ti.

—¿Es esa realmente vuestra disculpa? —Pavel soltó una carcajada.

Björn observó a Pavel durante un momento en silencio, luego simplemente se dio la vuelta y salió de la taberna.

La respiración de Erna se aceleró mientras caminaba por el mercado con la barbilla en alto. Lisa la siguió de cerca, igualando su ritmo.

A pesar de sus esfuerzos por disuadirlo, Pavel aceptó de buena gana la invitación de Björn a tomar una copa. Björn le aseguró a Erna que llegaría a tiempo para abandonar la aldea a la hora acordada de antemano.

Sin otra opción, Erna decidió esperar pacientemente junto a la fuente, pero a medida que el tiempo contaba, su ansiedad se intensificó, hasta alcanzar niveles insoportables y finalmente sucumbir a su impaciencia. Bajó del carruaje y corrió hacia el lugar de encuentro.

Incluso si Pavel estuviera de acuerdo, ella no lo permitiría.

Cuando apareció el letrero de la taberna, los pasos de Erna se aceleraron. Los pensamientos sobre lo que Björn podría haberle hecho a Pavel la llenaron de temor. ¿Estaban peleando de nuevo? Mientras pensaba en ello, la ira brotó dentro de ella.

Justo cuando Erna estaba alcanzando la puerta, Björn salió. Erna se quedó congelada frente a él, sorprendida por su repentina aparición. Cuando sus miradas se encontraron, Björn le ofreció una sonrisa.

Mientras Erna permanecía nerviosa e insegura de sí misma, Björn se acercó a ella y llegó hasta la punta de su nariz. Lentamente, metió la mano en su bolsillo y sacó el paquete de almendras.

Los ojos de Erna se abrieron de asombro cuando Björn le entregó la bolsa. Era un símbolo nostálgico de esos días tontos que habían compartido juntos, una muestra que ella apreciaba y disfrutaba simplemente porque Björn se los había comprado.

—¿Qué es esto? —dijo Erna.

—Estoy seguro de que ya lo sabes.

—Sí, pero ¿por qué me los das?

—Es “ciruela de azúcar”.

Las desconcertantes palabras resonaron en el fondo del tiovivo que giraba, mezclándose con la música en una confusa sinfonía que dejó a Erna insegura sobre lo que realmente estaba escuchando.

 

Athena: Pues sí, probablemente pudiera haber sido feliz con Pavel, pero las cosas se dieron como se dieron y acabó con este infeliz. A ver si sigue mejorando.

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