El Universo de Athena

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Capítulo 181

Con cada paso de su elegante paseo, la multitud de sirvientes se separaba para dejar paso.

La mujer que caminaba entre ellos era pausada y excepcionalmente hermosa.

Su cabello plateado y suelto brillaba intensamente y sus ojos dorados no contenían ningún rastro de miedo.

En una palabra, era majestuosa.

Como un personaje sacado de un cuadro espléndido.

Sin saberlo, la gente se perdía en su presencia.

—Rosetta.

—¿Rosetta?

—Hermana.

Los pasos de Rosetta finalmente se detuvieron sólo después de que pasó junto a los miembros de la familia que la llamaban.

De pie, casualmente se giró para hacer contacto visual con su familia.

Su padre, su hermano y Alicia.

Sus ojos estaban tranquilos y serenos.

Pero a veces la tranquilidad podía ser más aterradora que la agitación.

Como una habitación completamente blanca que te llevaba a uno a la locura.

«No.»

En el momento en que sus miradas se encontraron, Alicia sintió el peligro.

Los recuerdos de Rosetta inundaron su mente.

Rosetta, ofreciéndose a recibir una paliza en su lugar.

Rosetta, encerrándola en el armario para cargar con todo sola.

Rosetta, sonriéndole a través de fragmentos de vidrio rotos ensangrentados.

Rosetta, prometiendo protegerla en medio de lágrimas inexplicables, siempre tomándola de la mano y tranquilizándola durante sus miedos...

—Hermana, ¡NO!

Ante el grito estridente de Alicia, la atención de todos se volvió hacia ella. Las lágrimas que había estado conteniendo inundaron su pálido rostro.

—¡Hermana, por favor no lo hagas! ¡Hermana!

Rosetta miró a Alicia con expresión inmutable y luego volvió la cabeza, desinteresada.

Era como si existiera un muro invisible entre las dos, y Rosetta permaneció imperturbable.

Haciendo caso omiso del llanto, Rosetta habló.

—Saludos. Soy Rosetta Valentine.

—…Encantado de conocerla.

El investigador respondió, tomado por sorpresa.

«¿Cuál es esta situación?»

Era un momento crítico, con el duque y los caballeros imperiales a punto de desenvainar sus espadas.

La repentina aparición de Rosetta fue nada menos que desconcertante, especialmente por su comportamiento tranquilo.

Mientras todos los demás miraban a su alrededor, confundidos...

—Pido disculpas por la presentación tardía, pero ya escuché la historia mientras estaba adentro. Has venido a tomar la última estrella de Valentine bajo el mando de Su Majestad, ¿correcto?

—¡Hermana! ¡Por favor, no lo hagas!

Detrás de su tranquila explicación, el grito de Alicia sonó casi como una lucha.

Damian y el duque sólo estaban confundidos por la incomprensible situación.

«¿Por qué Alicia y Rosetta actúan así?»

Alicia, que había estado tranquila todo este tiempo, de repente comenzó a actuar salvajemente, y Rosetta, apareciendo de la nada, conversaba tranquilamente con el investigador como si nada pasara.

Los dos hombres no podían entender la situación.

Mientras tanto, el investigador asintió en respuesta a Rosetta.

—Eso es correcto. ¿Tiene también la intención de desafiar la orden de Su Majestad?

—Oh, cielos, no. Lo correcto es obedecer la orden de Su Majestad.

Su respuesta, mezclada con un toque de diversión, cambió la atmósfera.

—¿Qué dijiste?

El duque y Damian, que habían estado dispuestos a cometer traición para proteger a Alicia, fruncieron el ceño al mismo tiempo.

—¿Qué quieres decir con “obedecer”, Rosetta?

Rosetta siempre había sido la que más se preocupaba por su hermana.

Siempre que le preguntaron qué quería, no sólo una vez había dado una respuesta que era más por el bienestar de Alicia que por el suyo propio.

Pero ¿qué significaba ahora esa respuesta?

—Rosetta, ten cuidado con tus palabras. Si se llevan a Alicia ahora…

—¿Qué quieres decir? ¿Por qué se llevarían a Alicia?

Mientras el duque se apresuraba a disuadirla, Rosetta lo interrumpió encogiéndose de hombros y con una expresión de pura confusión en su rostro.

—¿Rosetta?

—¿Dama ducal?

El duque y el investigador la llamaron uno tras otro, y su tono transmitía una exigencia de explicación.

Hasta ahora, parecía cooperar con la investigación y de repente se preguntaba por qué se llevaban a Alicia.

Rosetta miró a ambos hombres alternativamente y luego mostró una leve sonrisa.

—Tendrás la última estrella de Valentine como desees. Sin embargo, parece haber un malentendido.

Su tono confiado hizo que el investigador inclinara la cabeza.

—¿Un malentendido?

—La tercera estrella de Valentine no es Alicia.

—¡Hermana, por favor detente! Por favor…

—La tercera estrella de Valentine soy yo, Rosetta Valentine.

El silencio que cayó fue tan profundo como cuando Rosetta apareció por primera vez.

Fue una revelación bastante impactante, fuera cierta o no.

En medio del silencio atónito, Rosetta continuó hablando.

—Nos habían cambiado a los dos al nacer. Resulta que la hija del pecador no soy yo, sino Alicia. Soy la verdadera Dama de la Casa Valentine.

—Basta… basta, hermana.

—Por lo tanto, la tercera estrella de la revelación también soy yo.

Las palabras de Rosetta fueron seguidas por los sollozos de Alicia.

La voz tranquila yuxtapuesta al llanto intensificó extrañamente la atmósfera.

Todos se apresuraron a encontrarle sentido a la situación, con los ojos y la boca bien abiertos.

El duque y Damian no fueron diferentes.

Estaban tan sorprendidos que ni siquiera podían parpadear.

«¿Qué diablos... qué ha estado sucediendo desde antes...?»

No, más importante aún, ¿qué significaba todo esto?

¿Fueron cambiadas al nacer?

¿Rosetta era la tercera estrella real?

Mientras Damian se quedó estupefacto, Alicia se liberó y salió corriendo.

—¡Alicia!

Damian la llamó demasiado tarde y la alcanzó, pero su delgada muñeca se deslizó entre sus dedos.

Se arrodilló ante el investigador, suplicando.

—¡Es mentira! ¡Mi hermana miente para protegerme! ¿Cómo podría ser ella la última estrella? ¿No es un hecho bien conocido entre toda la nobleza del Imperio que soy el más joven de la familia Valentine? ¡Entonces llévame, arréstame!

El investigador estaba exasperado.

No podía discernir la verdad en este caos.

Se había topado con muchos delincuentes, pero nunca antes había visto gente discutiendo sobre quién debía ser arrestado.

«Debo tomar el juicio correcto.»

Una de ellas era sin duda la figura peligrosa de la profecía.

Pero no podía simplemente arrestar a las dos damas de una familia tan prominente como los Valentine.

Mientras observaba a la dama llorando aferrada a sus piernas, levantó la cabeza para mirar a la otra dama parada orgullosamente frente a él.

Ella…

Miró a Alicia con una sonrisa, su mirada carente de calidez o simpatía.

Incluso la sonrisa en sus labios parecía más una mueca de desprecio.

—Basta, Alicia.

Con esas palabras, Rosetta se inclinó lentamente para encontrarse con la mirada de Alicia.

Alicia, sin aliento, miró a Rosetta.

—¿Hermana?

—Pero no importa lo que digas, la verdad no cambiará. Yo soy el verdadero. Tú eres la falsa.

—…Hermana…

—Recientemente descubrí esta amarga verdad, aunque insoportable. Pero más vale tarde que nunca, ¿verdad? Por fin puedo deshacerme de esta repugnante apariencia de ser un farsante.

—Por favor, detente, hermana. No digas eso.

Alicia se arrastró hasta los pies de Rosetta, con el rostro pálido y surcado de lágrimas.

Rosetta torció fríamente la barbilla de Alicia, agarrándola con tanta fuerza que Alicia dejó escapar un gemido ahogado.

Entonces Rosetta susurró:

—Pobre Alicia. ¿Pensaste que era sincera sólo porque fui un poco amable contigo? Todo era una mentira. Siempre te he odiado. Te odié tanto que te hice depender de mí, sólo para abandonarte más tarde… Pero ahora, no hay necesidad de eso, ¿verdad? Ya que yo soy la verdadera.

—Sé que es mentira… Hacer esto… Hacer esto te duele más, hermana.

Las manos de Alicia agarraron desesperadamente las de Rosetta, pero Rosetta las arrojó como si estuvieran contaminadas.

Luego se enderezó.

—Fingiendo ser amable. Uf, ese acto fue aburrido, Alicia. Ahora vea la verdad. No te daré nada. Mi lugar. Mi posición. Son todos míos. Incluso si eso significa ser atrapada como un criminal, yo soy la verdadera.

Rosetta rebuscó en su vestido y sacó una pequeña libreta y un collar.

Los ojos de Alicia se abrieron al verlos.

—¿P-Por qué tienes eso, hermana?

No tenía sentido.

¿Cómo terminaron esas cosas en manos de su hermana?

Seguramente eran…

«Con Daniel...»

Poco después de encontrar el cuaderno y el collar, Daniel le sugirió que se los quedara.

Dado que Alicia había optado por ocultar el secreto, tener las pruebas en la residencia ducal no serviría de nada.

—¿No sería mejor dejarlos donde estaban originalmente?

—No. Tener el cuaderno cerca te incomodaría, ¿no, Alicia? Incluso tienes pesadillas, ¿verdad?

—Eso es cierto.

—Me los quedaré y los esconderé en un lugar que nadie conoce. De verdad, te lo aseguro, así que no te preocupes.

Su voz y su mirada eran tan firmes que infundían confianza. Y parecía tan seguro.

Temblando de ansiedad, Alicia finalmente aceptó y le envió la libreta y el collar.

Parecía seguro, ya que Daniel sabía toda la verdad de todos modos.

Sí, ese había sido el plan.

«¿Por qué la hermana tiene esos?»

 

Athena: Bueno, así ves la verdadera cara de Daniel. Y… ah, ¿era necesario esto Rosetta? ¿Qué pretendes? Tal vez quiera alejarlos para protegerlos de Urien.