Capítulo 16

Pude levantarme después de cuatro días.

—Señorita... Está bien ahora, ¿verdad? 

Lo primero que vi después de abrir los ojos fue a Emily con los ojos llorosos.

—Sí. Estoy bien.

—¡Eso es muy afortunado! ¿Sabe lo preocupada que estaba? Su Excelencia el duque y los jóvenes maestros también estaban muy preocupados por usted, señorita.

—¿Es eso así? —respondí a medias porque Emily probablemente tampoco quiso decir lo que dijo.

Entonces Emily asintió con la cabeza con un gran movimiento y habló.

—¡Por supuesto! ¡El primer joven maestro estaba pálido cuando corrió a la mansión con la dama en sus brazos!

—¿Mi… hermano mayor lo hizo?

—¡Sí! Su excelencia el duque trajo a todos los médicos talentosos de la capital, mientras que el mayordomo apenas pudo evitar que el segundo joven maestro se fuera al palacio real.

Me sorprendieron bastante sus continuas palabras.

Ella podría estar exagerando un poco, pero dejando eso a un lado, que le dieran atención a Penélope era inesperado.

—Creí que le podría pasar algo, señorita…

—Debes haber tenido un momento difícil, Emily.

—¡Un momento difícil, qué va! No diga eso. Soy la sirvienta personal de la señorita.

Parecía que habían pasado muchas cosas cuando estuve inconsciente. 

Mi mente estaba un poco en blanco mirando a Emily porque ella era la chica que estaba llorando, mencionando “sirvienta personal” frente a mí cuando ella también fue la que me pinchó antes con una aguja.

—¡Ah, bien! Este no es el momento para charlas. Vuelvo enseguida ahora que está despierta.

Emily se levantó apresuradamente del lugar cuando asentí con la cabeza y hablé.

—Trae un sorbete de melón en tu camino.

Miré el espejo directamente después de levantarme de la cama. 

Mi cara se veía horrible después de cuatro días enteros de estar inconsciente. Mi cuello, que fue raspado con la espada del príncipe, estaba envuelto de manera gruesa y segura con vendas. 

—¿Por qué me envolvieron con tanta fuerza?

Si alguien viera esto, pensaría que me rompí el cuello en lugar de pensar que solo estaba herida.

Me sentí atrapada por estos vendajes, así que pensé en quitármelos, pero decidí dejarlo así por un rato más, porque pensé que no sería tan malo actuar como un paciente por un tiempo.

Fue por ahí cuando estaba descansando en mi cama después de terminar la sopa de almejas y el sorbete de melón que Emily me había traído, que se escuchó un sonido de golpe en la puerta de mi habitación.

—Señorita, soy Pennel.

El visitante era Pennel, el mayordomo. Ya no hacía cosas como entrar sin tocar después del incidente del otro día.  Sin embargo, eso no pudo evitar que frunciera el ceño.

«Pensé que le había dicho que dejara que otros vinieran a visitarme si tenía negocios conmigo.»

En vez de eso, envié a Emily a mi habitación ya que todavía no lo perdoné por completo.

—Ve y comprueba la razón por la que vino aquí.

Emily hizo lo que le dijeron sin más preguntas.

Lo que salió de su boca después de su regreso fue inesperado.

—Señorita, el mayordomo dijo que Su Excelencia la llama.

—¿Mi padre?

No estaba permitido que nadie entregara los pedidos del propietario, también conocido como el poder principal de esta mansión, a los demás. 

Pude entender por qué el mayordomo tenía que venir él mismo esta vez por esa razón, así que me levanté de la cama.

—Emily, tráeme una prenda de abrigo.

—¿No se va a cambiar de ropa, señorita?

Emily preguntó como si fuera raro que yo no lo hiciera.

Actualmente, estaba en el camisón blanco con el que me desperté. No era demasiado formal para usar al ver a un adulto.

—¿Has visto a un paciente vestirse elegante antes? —respondí, tomando la ropa de abrigo que Emily me había traído.

¿Realmente tenía que llamarme cuando recuperé la conciencia hoy?

No era intencionado, pero era cierto que creé un incidente en la ceremonia en el palacio real.

Fui castigada con tiempo muerto la última vez. Me preguntaba cuánto me regañarían hoy.

Si quería evitar al menos un poco de culpa por ese incidente, tenía que actuar como si tuviera dolor.

Gracias a estar inconsciente por un tiempo, mi rostro ya era como el de un paciente sin que yo intentara parecerlo.

«Vaya, mi vida…»

Dejé escapar un profundo suspiro mientras salía de la habitación. 

El mayordomo que había estado fuera de la puerta de mi habitación por un tiempo reajustó su postura en el momento en que salí de mi habitación.

—¿Nos vamos ahora, señorita?

Luego colocó una en su estómago y extendió la otra mano en la dirección a donde íbamos a ir.

«¿Qué?»

No era que no supiera el camino a donde se suponía que debía ir. Además, nunca me había hecho nada de esto, hasta ahora.

El mayordomo hizo una reverencia y abrió la boca ante mi mirada sospechosa.

—No puedo caminar ante el maestro al que estoy sirviendo cuando soy un simple sirviente trabajando aquí.

Busqué en su rostro para ver si estaba tratando de engañarme, pero no había rastros de falta de sinceridad en él. En cambio, parecía un caballero preparado que había esperado este momento. 

—Por favor, tome la iniciativa, señorita.

Sus palabras de buenos modales se escucharon de manera diferente en mis oídos:

“Te he estado esperando. Hoy serviré bien a la dama.”

Al igual que el dueño de una tienda, trataba a un cliente habitual que no la visitaba desde hace mucho tiempo.

El aura de la mansión era notablemente diferente hoy.

«¿Por qué todos actúan así hoy?»

Todos los sirvientes que solían estar ocupados mirándome, se inclinaban de manera educada cada vez que sus ojos se encontraban con los míos.

Esa vez, no sabía que todo fue gracias al mayordomo que caminaba detrás de mí, dándoles una advertencia con sus miradas.

—Señorita, por favor espere un momento.

Fue cuando llegué a la puerta del despacho del duque. El mayordomo que caminaba silenciosamente detrás de mí me pasó a la puerta.

—Su gracia. La señorita Penélope ha llegado.

—Déjala entrar.

El mayordomo me abrió la puerta, también de una manera muy educada, después de que el duque hablara desde adentro.

—Por favor, diríjase adentro, señorita.

Me sentí un poco incómoda al entrar en la habitación.

Era como si hubiera estado entrenando sus modales cuando estaba enferma. 

—Viniste.

El duque estaba sentado hoy en el sofá, ubicado en la parte delantera de su escritorio de trabajo.

—¿Has llamado? —saludé, inclinando la cabeza. Asintió con la cabeza ante mi saludo y me dio permiso para sentarme.

—Toma asiento.

Me senté en el sofá frente a donde estaba sentado el duque. Luego, en mi cerebro, repasé las excusas que se me ocurrieron para esta conversación.

El duque abrió lentamente la boca para hablar después de un rato de silencio.

—La razón por la que te llamé hoy…

—Padre. ¿Puedo decir algo rápidamente primero?  —Rápidamente corté su línea. Luego me levanté del lugar en el que estaba sentada, luego me arrodillé en el suelo junto al sofá—. Me disculpo por todo.

Este era mi plan. Disculparse ante todo.

—Parece que no miré hacia atrás en mis acciones durante mi tiempo fuera lo suficiente como para causar tanto alboroto en la ceremonia real y avergoncé a la familia.

Las palabras que había preparado salieron de mi boca como un agua que se derrama.

Quiero decir, ¿iría tan lejos como para patear a su hija, que acababa de despertarse de estar enferma, fuera de la casa cuando ella confiesa así?

—No, espera.

Parecía que mi plan había funcionado porque la conmoción que debió haber sentido se notó en su rostro.

—No me atreveré a mencionar las palabras para que me perdones. Sé mejor que tengo la culpa aquí.

—Qué es lo que tú…

—Aceptaré cualquier castigo que me des sin oponerme. Entonces…

—¡Suficiente!

Estuve a punto de pedirle que me perdonara un poco, pero gritar con una mano en el aire me hizo cerrar la boca antes de poder preguntar eso.

—Penélope Eckart.

El duque me llamó por mi nombre en voz baja y profunda.

«Ugh. ¿Ya no funciona después de haber usado esta estrategia una vez?»

Empecé a preocuparme. Respondí, tragando saliva.

—Sí… padre.

—Levántate.

—¿Perdón?

Eso fue inesperado que tuve que cuestionarlo nuevamente. Cuando lo hice, la ceja del duque se estremeció.

—Un Eckart no se arrodilla sobre sus piernas sin importar cuál sea la razón. Así que no te rebajes tan fácilmente así, Penélope. Nadie puede hacerte arrodillarte en el suelo mientras seas una Eckart. ¡Aunque ese alguien podría ser uno de los miembros de la realeza! 

El duque levantó la voz cuando dijo la palabra “realeza”. A continuación, elogió: 

—Si entiendes, entonces levántate del suelo en este mismo momento.

—¡Está bien!

De repente me levanté del suelo y una vez más, me senté en el sofá. Mi corazón latía ante el impresionante carisma del duque que no pude presenciar mientras actuaba.

«¿Dije algo malo?»

Estaba pensando en eso cuando el duque empezó a hablar de nuevo.

—Penélope. La razón por la que te llamé aquí no es para regañarte o algo parecido.

—¿Eh? Entonces…

—Fue para escuchar lo que sucedió en el palacio real con más detalle. Ahora dime. ¿Qué pasó entre tú y el príncipe heredero?

Miré hacia atrás al tiempo antes de desmayarme el otro día, a sus palabras.

Seguí al príncipe, con la intención de que me mataran, pero casi me ensarta con su espada.

Luego me salvé de morir hablando de cómo me gustaba ese loco bastardo.

Sentí escalofríos por mi espalda, pensando en eso de nuevo.

—Bueno…

Se me ocurrió una excusa, sin darme cuenta de que el duque estaba mirando intensamente mi rostro, que se estaba volviendo más pálido a cada momento.

—Iba a tomar un poco de aire fresco en el jardín del laberinto y me encontré con Su Alteza allí. Pero entonces, tenía que ser cuando estaba de mal humor, así que...

Fue muy diferente de lo que había sucedido originalmente. Sentí que me estaba convirtiendo en una mentirosa profesional desde el día que llegué aquí.

Pero, ¿qué más podía hacer? No podía decir la verdad, y no todo era mentira.

—Entonces… ¿El príncipe heredero arruinó tu cuello así solo porque él estaba de mal humor?

—¿Eh? No. No arruinó mi…

—¡Si no te está arruinando el cuello entonces qué es eso en tu cuello! No es un coyote ni nada, ¡pero tuvo que apuntar con su espada a una chica noble solo porque estaba de mal humor!

 

Athena: No me vengáis ahora de ofendidos, que no.

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