El Universo de Athena

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Prólogo

En el momento en que fui empujada bruscamente contra la pared, un rayo iluminó nuestros rostros en medio de esa noche tormentosa.

Perdí la capacidad de exhalar durante un momento, para luego sobresaltarme cuando puso una de sus manos contra la pared, prácticamente encerrándome entre él y el muro La lluvia de finales de otoño nos empapaba sin piedad, entumeciendo las extremidades y haciéndome sentir un escalofrío por la temperatura cada vez más baja. Sin embargo, eso parecía carecer de importancia en ese momento, pues, mi corazón, cada vez más rápido y agitado parecía ser lo único en lo que podía concentrarme. Además… de esos ojos.

Él me miraba desde arriba, como tantas veces había hecho, pero esta vez, estaba tan cerca que podía notar su aliento cálido en mi rostro. Querría haber mirado hacia otro lado, pero mis ojos, mi cuerpo, mis deseos más internos, siempre lo acababan buscando, atraída cual abeja a la miel.

Pero esa mirada estaba lejos de ser dulce.

Sus ojos, de un hermoso color gris azulado, me miraban con intensidad. Parecían atravesar mil emociones en su interior, aunque su rostro permanecía serio y casi imperturbable, era capaz de ver la tensión en él, la mandíbula apretada, el leve fruncimiento del entrecejo, la crispación en su boca. Y en sus ojos… la cascada de emociones que no sabía interpretar. Enojo, tristeza, miedo, traición, ansiedad, pérdida… un deseo lejano.

Tragué saliva, sintiendo mi cuerpo temblar levemente ante su escrutinio. Quería preguntar, ¿por qué me miraba de esa manera?

Como si hubiera perdido algo precioso. Como si supiera que no podría encontrarlo, como si supiera que no podía hacer nada para tenerlo.

Sentía que mi interior se rompía al verlo de esa manera, pues él siempre parecía mantener la compostura, la sonrisa, la seriedad cuando lo apremiaba.

Pero ahora, ese bello rostro me miraba como si temiera que fuera a desaparecer y al mismo tiempo, como si tuviera la necesidad de atravesarme con una espada.

¿Debería desear que lo hiciera? Bien sabía que tenía motivos para querer hacerlo. Y yo, lejos de sentir la repulsa que debería, hacía tiempo que solo quería enterrar mis dedos en su pelo negro como la obsidiana, abrazar su cuerpo mientras se apoyaba en mí, probar esos labios que se mordía, entregarme a la traición.

Sin embargo, en mi fuero interno, sabía que eso no sería posible.

Por más que quisiera, por más que aceptara mi sentir, por más que lo intentara, había cosas que no podía lograr. ¿Se sentiría él de la misma manera? Ahora que sabía la verdad, ¿se sentiría decepcionado? ¿Podría sentir lo mismo que yo; se quemaría por dentro como yo me estaba consumiendo?

Parte de mí, así lo quería. Ojalá se removiera como yo me llevaba sintiendo después de tanto tiempo. Cuánto lo había esperado. Pero, en mi fuero interno, lo sabía.

Podía sentir la traición, la camaradería, la confianza rota, la pérdida, pero, no… no lo que me hacía derramar esas lágrimas silenciosas.

—¿Por qué? —preguntó él, su voz más dura de lo que acostumbraba a escuchar hacia mí—. ¿Desde cuándo?

¿Qué podía decir? Las palabras parecían haberme abandonado mientras miraba su hermoso rostro, sus ojos absorbentes que me hacían querer matarme por hacerle daño. Seguramente debería arder en el mayor de los infiernos por todo. Pero, ¿había otra manera? Hice lo que pude por lo que creí que era correcto, aunque hacía tiempo que ya no sabía qué era exactamente eso.

—Lo sabes… sé que lo sabes —respondí al final con la voz rota mientras caían las lágrimas.

¿Me mataría después de esto? ¿Sería torturada, juzgada, ejecutada? Daba igual que al final hubiese querido retroceder, el daño… ya estaba.

Y lo peor, es que sabía que no tenía perdón. ¿Por qué lo haría? Ya lo había hecho una vez en el pasado, y eso lo había destrozado. Había tardado en sanar, pero sabía que no lo había olvidado. Que aún le era imposible olvidarla.

Y en el fondo sabía, que posiblemente mantuviera mi cabeza en alto ahora por lo que sabía. Por el motivo por el que me miraba de esa manera, por el motivo por el que su puño temblaba, sus ojos me buscaban. Aunque su corazón anhelaba a otra persona.

Porque le recordaba a ella. Porque nada de esto hubiera sido posible si… no hubiera estado ella antes. Porque solo era una sombra de un recuerdo, una herida abierta, una llaga que a mí me mataba cada día un poco más. Porque su corazón nunca me pertenecería y… tampoco lo merecía. Por más que quisiera, por más que anhelara, por más que hubiera ya traicionado a mis objetivos, por más que hubiera abierto mi corazón… él… nunca me vería de esa manera.

Y ahora que lo había descubierto, todo había terminado.

Porque estaba brecha entre él y yo, ya no se salvaría.