Capítulo 12

Yelena supuso que estaba preparada.

Se había quedado petrificada cuando el duque Mayhard vino a la cámara ayer, pero no porque no le agradara o porque se sintiera incómoda.

La única razón por la que tenía que estar nerviosa era porque había oído que la primera vez de una mujer dolía mucho, como si su cuerpo se estuviera partiendo por la mitad.

«Incluso si siento que me estoy muriendo, en realidad no moriré, así que estará bien.»

Yelena pensó, manteniendo declaraciones audaces como estas en primer plano.

—¿Será esta nuestra primera noche juntos? —Ella se preguntó. Yelena esperaba que ese fuera el caso, aunque solo fuera para dar a luz a un hijo, y tan pronto como fuera posible. Todo esto fue para salvar el mundo, después de todo.

No sabía para quién estaba poniendo excusas, pero esperó en silencio hasta que llegó la noche.

Fue entonces cuando el duque Mayhard encontró el camino a los aposentos de Yelena.

Al igual que ayer, Yelena hizo bajar las luces.

—¿Te sientes cansada hoy? —preguntó el duque que se había subido a la cama junto a ella.

Yelena lo vio como una señal. Si no estaban cansados, ¿no significaba eso que algo iba a pasar entre ellos, como pareja casada?

—No, en absoluto —respondió Yelena.

El duque se rio entre dientes ante el enfático movimiento de cabeza que acompañó la respuesta de Yelena.

—Eso es un alivio. ¿Debes haber dormido bien ayer?

—Sí, el sueño de ayer fue muy refrescante.

—Espero que esta noche sea lo mismo, entonces.

—¡Sí, esta noche también! ¿Espe… ra?

«¿Debería descansar bien hoy también?»

Miró al duque, desconcertada, pero él ya se había acostado y apagado las luces.

«Pensé que era una señal. Debe haber sido una casualidad... Tendré que intentarlo de nuevo mañana. Es bastante desafortunado, pero hoy no es la única oportunidad que tengo.»

Yelena se quedó dormida, deseando que llegara el día siguiente.

El día siguiente.

Otro día más.

Luego, al siguiente, al siguiente, al día siguiente.

Aunque durmieron juntos en la misma cama durante varios días, en realidad no pasó nada entre Yelena y el duque.

Ya había pasado una semana y Yelena comenzaba a preocuparse.

«¿Realmente va a seguir así durante dos meses completos?»

Recordó el día a día de la condesa que esperó dos meses a su marido.

Eso no podía repetirse aquí.

Dejar pasar dos meses sin ninguna acción nocturna; eso era demasiado largo de una espera.

Esa noche, Yelena tuvo una conversación seria con el duque cuando llegó a los aposentos.

—¿Vamos a seguir así sin hacer nada?

Estaba demasiado nerviosa para sacar el tema mientras estaba sobria, así que se tomó una copa de vino antes de la discusión.

«¿O tal vez fueron dos copas?» Ella realmente no recordaba.

El duque Mayhard vaciló ante la naturaleza de la pregunta que la borracha Yelena había soltado tan abruptamente.

—No tienes que preocuparte por eso.

¿Preocuparse?

—Puedes ser mi esposa, pero no pondré un solo dedo sobre ti.

¿Qué estaba diciendo? Yelena pensó, su mente se quedó en blanco.

Ella no sabía lo que él estaba tratando de decir, pero sabía que no podía aceptarlo sin una respuesta propia.

—¿Es eso así? Entonces, ¿puedo tocarte en su lugar?

—¿Qué?

A decir verdad, Yelena no sabía mucho sobre lo que pasaba entre un hombre y una mujer durante la noche.

Las novelas románticas que leía no profundizaban en lo que sucedía durante el coito y tampoco estaba interesada en saberlo.

Había recibido educación sexual pero la señora que le enseñaba solo le decía esto: “Relaja tu cuerpo y deja que tu marido haga todo”.

Eso no la iba a ayudar aquí en absoluto, se dio cuenta.

Lo único que sabía con certeza era que tenías que desvestirte para pasar una noche con tu amante.

Yelena extendió su mano hacia el duque confundido.

—Desnúdate

—Espera, esposa…

—¿Vas a intentar hacerlo con la ropa puesta? ¡Desnúdate!

Había bebido vino como si fuera agua mientras esperaba que el duque se acostara, y no estaba segura de cuánto había bebido, pero una cosa era segura: definitivamente eran más de dos y medio.

Al ver a Yelena actuando por puro instinto, el duque Mayhard se congeló, con los ojos como platos.

—¡Te dije que te desnudaras!

—Esposa, por favor cálmate primero...

 

Athena: Esto roza el acoso sexual, Yelena. Tranquila.

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