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Capítulo 58

El príncipe problemático Capítulo 58

Sé fuerte

El mar se perdió en la profunda oscuridad de la noche. La espuma blanca se esparció por el barco cuando las olas rompieron contra el casco. El ruido se sintió como una lúgubre nota de desesperación, un ruido que no estaba presente durante el día, como si la luz lo silenciara.

También se escuchó el sonido de un envoltorio al abrirse y el chasquido de alguien masticando chocolate. Erna se comió el chocolate que le habían dado hace cuantos días atrás, perdió la cuenta.

Miró hacia la oscuridad mientras comía. El frío le mordió las mejillas y los nudillos de la mano que se aferraba firmemente a la barandilla, pero no lo sintió.

Era poco más de medianoche cuando Erna decidió salir del camarote para tomar un poco de aire fresco. Había sido una velada bastante agradable gracias al regreso de Björn, pero por alguna razón no podía conciliar el sueño.

¿Estaba enfadada? Estaba demasiado triste para estarlo.

¿Entonces tal vez era tristeza? Eso tampoco le pareció apropiado.

Fuera lo que fuese, se sentía como una lentitud que no se sacudía. Un letargo que el sueño no solucionaría. Entonces Erna salió a cubierta con una bolsa de chocolates en la mano. Lisa le dijo a Erna que cuando te sentías deprimida, deberías comer algo dulce.

Lisa se sorprendió al enterarse de la relación entre la vizcondesa Forester y la princesa Gladys. Su reacción fue tan repentina que incluso la jefa de doncellas, Karen, se estremeció. Lisa era la única persona de su lado en todo el barco.

Erna se sintió tan sola cuando se dio cuenta de eso. Ya se había preparado para el poco acogedor papel de Gran Duquesa, pero ni siquiera su propio marido parecía estar de su lado y eso la hacía sentir fría.

«¿Es realmente una seta venenosa?»

Mientras masticaba la pregunta, contemplando la infinita oscuridad del mar nocturno, se metió otro trozo de chocolate en la boca y lo masticó.

Las imágenes de Björn Dniester se formaron en la oscuridad informe. Emergiendo uno por uno;

El alborotador.

El príncipe problemático.

El coqueto.

El hijo pródigo.

El chico malo.

El Björn que Erna conocía no se parecía en nada a ninguna de esas cosas. Claro, a veces podía tener un poco de mala voluntad, pero nunca se parecía en nada a su reputación. Algunos decían que debería haberse parecido a su padre, pero nunca podría ser así, nunca podría ser así.

¿Pero qué pasaba si su juicio era incorrecto?

Erna miró hacia el manto de estrellas que llenaba el cielo. Cada vez que parpadeaba, su visión se volvía un poco más borrosa.

Aunque no conocía el mundo, todavía sabía mucho.

La gente solía decir esto cuando hablaban de su madre, Annette Baden.

¿Es lo suficientemente ingenua como para confiar en un hombre así? Ella no es muy inteligente.

Siempre decían cosas así, después de que ella salió con Walter Hardy. La pobre mujer que sólo se encontró en esta situación porque era muy ingenua. La tonta Annette Baden.

Mientras yacía en su cama de enferma, marchitándose día a día, los susurros sólo crecieron en intensidad. Fue en un momento en la mansión de Baden donde la situación empeoraba y había menos sirvientes para ayudar.

A veces, Erna se colaba en la despensa para buscar galletas y escuchaba al pequeño personal hablando entre sí. Ella era joven en ese momento, pero era lo suficientemente intuitiva como para entender por qué su madre estaba en cama de enferma, era el hombre que la lastimó... su padre.

Escondida en la despensa oscura con una galleta a medio comer, Erna escuchó todos los susurros y chismes. El recuerdo de su madre, que finalmente falleció, brillaba en las estrellas. En esas estrellas también brillaron la abuela y el abuelo, que lloraron hasta quedarse sin aliento y el padre que abandonó el funeral tras una breve visita.

Mi querida Erna, por favor sal y sé feliz, por el bien de tu madre.

La baronesa Baden se lo había dicho.

No se podía negar, Erna sabía que su abuela y su abuelo la veían como un reemplazo de su hija perdida. Sintió que les debía a ellos, así como a su madre, vivir una vida feliz en su memoria.

La visión de Erna fue bruscamente interrumpida por el humo que salía perezosamente de las chimeneas del barco.

Una rosa roja de Björn. Una lágrima de su abuela. La segunda boda del príncipe Björn, que conmovió a todo el país con sus acciones. Ella no tenía forma de hacer que sucediera nada. Cuando ese hecho se grabó claramente en su mente, el tumulto de su mente se alivió.

Después de recuperar el aliento y calmar su mente, Erna miró hacia adelante, hacia la parte delantera del barco. Su despeinado cabello castaño ondeaba con el viento junto con el dobladillo de su abrigo.

Todavía quería creer en Björn. El que le había ofrecido su mano cada vez que ella estaba en problemas. Esos ojos duros que contenían calidez hacia ella y una sonrisa que parecía amor. Quería confiar en su propio juicio, en lugar de en los horribles rumores.

Amor fati.

Amar su destino...

Erna se comió resueltamente lo último del chocolate. Era tan dulce que estaba empezando a enfermarse un poco. Hizo lo que Lisa le había sugerido y se sentía mucho mejor.

Era un destino demasiado grande al que se había impuesto Erna. Ella fue quien se puso en este camino, nadie más, por lo que tenía que asumir la responsabilidad de dónde se encontraba. No tenía sentido luchar contra ello o esconderse de él como un cobarde. Incluso si eso significara tragar una seta venenosa, Erna tenía la obligación de sobrevivir y ser feliz.

Dobló la bolsa de papel con cuidado y deliberación, la metió en el bolsillo de su abrigo y sacó un pañuelo para limpiarse las manos. Se alejó del mar y sintió una nueva determinación.

«Sé fuerte.»

Erna se alejó de la barandilla y regresó a su camarote. Con cada paso repitió el mantra y sintió que le daba fuerza.

A la mañana siguiente, el barco llegó a su destino, Lars, su primer destino de luna de miel, el hogar de la princesa Gladys.

Björn terminó ajustando la faja y el emblema que colgaba sobre su hombro. Satisfecho, un asistente se acercó y le entregó sus guantes y su espada formal.

Björn se alejó del espejo mientras se ponía los guantes. Levantó la espada y comprobó si tenía marcas. Ya no había rastro del niño problemático. Era una figura digna con un impecable uniforme negro, cinturón azul y deslumbrante ornamentación dorada.

—¿Realmente os importaría ir solo, alteza? —preguntó el asistente.

Björn había anunciado que se reuniría solo con el rey de Lars. No estaría acompañado por la Gran Duquesa ni por ningún miembro de la delegación. Todos estaban nerviosos, pero Björn estaba tranquilo y concentrado.

—¿Tienes miedo de que el rey de Lars azote al príncipe de Lechen?

—¿¡Alteza, azotado!?

—Puede suceder, por eso es mejor que vaya solo. Menos vergüenza.

Björn sonrió mientras cruzaba el dormitorio con zancadas amplias y elegantes. El asistente se limitó a mirarlo con los ojos muy abiertos y preocupados.

Después de desembarcar del barco y tomarse un día para descansar, estuvieron en la ciudad durante tres días antes de que finalmente pudieran reunirse con el rey. Se alojaban en el Palacio Manster, la casa de huéspedes de la Familia Real Lars.

—Björn —saludó Erna a Björn cuando entró al salón.

Ella estaba sentada en una silla y se levantó abruptamente cuando él entró en la habitación. Parecía como si estuviera despidiendo a Björn a la batalla.

—¿Estás seguro de que estás bien? —preguntó Erna.

—Si no es así, ¿me acompañarás?

—Sólo tienes que preguntar.

Aunque había estado bromeando, la respuesta de Erna fue plana y seria. La cinta de su cabello se balanceó ligeramente.

Desde el momento en que bajaron del barco, Erna había mostrado mucha determinación para cumplir su papel de Gran Duquesa. ¿Cómo es esto? ¿Y qué tal eso? Ella balbuceaba diligentemente sobre las cosas que pensaba que debería ser una Gran Duquesa.

Él dijo que estaba siendo absurda, pero de alguna manera, eso sólo hizo que duplicara sus esfuerzos y Björn lo encontró cada vez más lindo. Por las noches, tenía que besarla más de lo habitual, porque incluso en la cama ella no dejaba de hablar de cumplir con su deber.

—Tarde —acarició suavemente la mejilla sonrojada de su esposa—. Si me golpean, depende de ti vengarme.

Erna parpadeó y abrió mucho los ojos.

—Perdona, pero —sus ojos se entrecerraron—…  Estás haciendo otra broma. Una mala.

Björn se rio con indiferencia. Erna dejó escapar un pequeño suspiro y miró a su marido. Era un enigma en muchos sentidos, pero una cosa era segura: le encantaba burlarse de su esposa.

—No te preocupes, querida —un dedo largo le acarició la barbilla—. Lucho para ganar y no me detengo hasta lograrlo.

—Por favor, no bromees así, estoy realmente preocupada.

Cuando su mano enguantada le acarició el labio, ella se estremeció y apartó su mano. Parecía alguien a quien habían sorprendido haciendo algo que no debía. Eso la hacía mucho más adorable.

—Es por mi culpa, ¿no? —dijo Erna mirando hacia otro lado avergonzada—. Es porque me casé contigo, entonces la relación entre Lechen y Lars...

—Erna —su sonrisa se desvaneció—. No hay nada malo en la relación entre Lechen y Lars, nada en el pasado o en el futuro va a cambiar eso.

—¿En serio?

—Por supuesto. —Björn estaba convencido. Consideró los riesgos y supo que la alianza entre Lechen y Lars debía seguir siendo fuerte, era beneficiosa para ambos países y Björn estaba decidido a mantenerla así.

Björn lo había pensado muy detenidamente y había tomado una decisión mucho antes de que planearan la luna de miel. Deseaba no tener que detenerse en Lars en absoluto, pero era inevitable, pero era una suerte que sólo necesitaba tratar con el rey y ponerse en camino lo antes posible.

Erna se perdió en sus pensamientos por un momento, pero finalmente asintió y soltó la mano de Björn. No estaba convencida, sus ojos todavía mostraban preocupación y culpa.

—Lamento no poder ser de ninguna ayuda.

—Podrías ayudarme dejándome entrar desde atrás —dijo Björn en voz baja.

—¿Perdón? —Erna lo miró sorprendida, sorprendida e incrédula. Miró a su alrededor en busca de alguien que pudiera haber escuchado, estaban solos.

A Björn le pareció divertido. Incluso después de la primera vez que intentó darle la vuelta, ella declaró que era una dama, no un animal. Valió la pena tener que calmarla durante la mayor parte de la noche, incluso cuando finalmente cedió, no estaba contenta con la posición. Le dio un pequeño placer sádico mirarla balanceándose debajo de él.

Después de darle un apasionado beso en la mejilla, Björn salió de la habitación. Erna lo siguió y lo despidió. Ella lo despedía todas las mañanas y lo saludaba cada vez que regresaba a casa, era parte de sus deberes de esposa y de Gran Duquesa.

—Eh, Björn —lo llamó Erna, justo cuando estaba a punto de cerrar la puerta del carruaje—. ¿Volverás tarde?

—Tal vez.

—¿Todavía podemos cenar juntos? —Erna le dedicó sus mejores ojos de cachorrito.

Hubo un momento de pausa mientras se miraban el uno al otro, una batalla de voluntades estalló entre ellos. Entonces Björn se rindió y asintió. Erna sonrió alegremente.

Erna agitó una mano mientras el carruaje se alejaba, como pétalos atrapados en el viento. Björn se rio, era una risa suave con un poco de calidez añadida, era algo diferente a su habitual sonrisa desvaída.

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Capítulo 57

El príncipe problemático Capítulo 57

Fiesta del té a bordo

Las damas nobles observaron cómo la Gran Duquesa de Lechen entraba en la fiesta del té de la Vizcondesa Foresters. Se miraron asombradas.

—Oh, Dios mío, ella realmente apareció —se susurraron las unas a las otras.

Enviar la invitación no había sido más que una broma provocativa. La vizcondesa, que había enviado la invitación, quería recordarle a la paleta que la princesa Gladys todavía existía y que contaba con todo su apoyo. Nadie pensó que la Gran Duquesa asistiría a una fiesta de té ofrecida por un pariente cercano de la primera esposa de Björn.

Mientras los invitados susurraban detrás de sus abanicos, Erna Dniéster entró en la sala luciendo un vestido largo y hermoso y un sombrero relleno de plumas de avestruz. Quién hubiera pensado que la segunda esposa de Björn saldría tan hermosa y elegante. Para nada como la mujer vulgar que los rumores la imaginaban.

—¿A menudo finge ser una dama?

—Parece que el príncipe está colmando a su esposa de regalos caros, me pregunto cuánto tiempo durará eso.

—Supongo que ella realmente no lo sabe —dijo la vizcondesa Forester.

Gladys miró a Erna con lástima, mezclada con una extraña sensación de humillación. Será Björn quien se avergonzará porque su esposa desconocía los lazos familiares. Gladys había estado en la fiesta del té por un tiempo y estaba empezando a sentir el calor.

—Lo siento, se suponía que era una pequeña broma.

—No, está bien, no me importa —dijo Gladys y lentamente se levantó de su asiento para acercarse a la Gran Duquesa.

La desgracia de Erna también era la de Björn. No podía simplemente quedarse sentada y no hacer nada.

—Bienvenida, Su Alteza, Gran Duquesa. Esperaba poder verte al menos una vez.

Una brillante sonrisa apareció en el rostro de Gladys, como si pudiera atreverse a darle la bienvenida a la mujer no deseada desde el fondo de su corazón.

Se sentaron juntas y le ofrecieron té a Erna. La noble mujer comenzó a charlar entre ellas, como si continuaran una conversación de antes.

—¿Cómo está el conde Lehman? Ha estado enterrado durante mucho tiempo. —Una señora dijo en un tono más alto de lo necesario.

—Debería estar lo suficientemente sano pronto. Sin embargo, estoy preocupada porque ahora es muy mayor —otra respondió.

—No creo que haya necesidad de preocuparse, escuché que estaba buscando una tercera esposa, no hace mucho.

—¿Ah, de verdad?

Las comisuras de la boca de la vizcondesa Forester se torcieron levemente mientras hacía todo lo posible por no reír. Mientras disfrutaban del fragante té, la charla rencorosa continuó. Desde el conde Lehman hasta el niño problemático de la familia Heinz, un elegante cinismo persistía en sus voces mientras mencionaban diligentemente nombres que normalmente nunca les importarían.

Erna simplemente se llevó la taza de té tibia a los labios y tomó un sorbo. Sólo ahora sus pensamientos estaban organizados. La vizcondesa Forester era pariente materno de la princesa Gladys y parece que los dos son muy cercanos.

La invitación que le habían enviado nunca fue una expresión de buena voluntad. Ella había respondido alegremente y había hecho el ridículo al venir. Todo porque confiaba en una única respuesta de su marido.

No podía darles la espalda ahora, eso sólo la abriría a más ridículo. Tendría que soportar este colchón de espinas.

—Su alteza, la Gran Duquesa, no es muy habladora —dijo Gladys.

Erna dejó la taza de té de la que apenas había tomado un sorbo. Aunque no dio ninguna señal de una orden especial, las otras damas dejaron de hablar.

—¿Estás aburrida de la fiesta del té? —Gladys casualmente se movió para sentarse junto a Erna.

—No, es sólo... desconocido.

—Ah sí, es cierto, dijiste que eras del campo —Gladys sonrió como diciendo que entendía—. Aun así, tienes buen gusto. El sombrero es muy bonito. Te luce bien.

—Oh, bueno, gracias.

—Creo que deberías reducir un poco las decoraciones, el gusto de Björn es más simple y elegante.

Gladys miró a un sirviente que esperaba, quien se apresuró a servirle una taza nueva y luego se retiró a su puesto.

«Björn me odia tanto que me torturaría con esta elección». Pensó Gladys, mientras tomaba la taza de té recién hecha. Esa conclusión, la única que tenía sentido para ella, la hacía sentir miserable. Quería ayudarlo desesperadamente, pero sólo parecía alejarlo más.

—Tienes que cuidarlo bien.

Gladys encaró a Erna, quien estaba sonrojada, mantuvo el cuello erguido. Podría haber sido por su pequeña estatura o su apariencia, pero parecía una niña más que una mujer madura. Ahora se podía encontrar el aire autoritario de la princesa de un país.

—Desde nuestro divorcio hasta nuestro hijo perdido… tiene muchas heridas. Entonces, Gran Duquesa, cuídalo bien.

Gladys parecía casi majestuosa bajo la brillante luz del sol de media mañana. Era como una bella santa de un cuadro antiguo. Su cabello rubio platino, que era como el de Björn y su sonrisa arrogante pero elegante abrumaron a Erna, quien se sentía mal sentada a su lado.

—Y si pudiera darte un último consejo —dijo Gladys, sosteniendo su taza de té—. Ten cuidado de no cometer este error en el futuro. Pronto estaremos en Lars, así que no puedes estar tan despreocupada. Hoy, afortunadamente, estuve aquí para sacarte del apuro, pero no siempre será posible.

Gladys se levantó y miró a Erna. Ella sólo tuvo que soportar esa mirada, pero no encontró las palabras para decir algo. Gladys se despidió cortésmente y se alejó.

—Que tengas una agradable luna de miel, Gran Duquesa —dijo Gladys mientras se alejaba.

La fiesta del té terminó antes de lo previsto cuando Gladys se quejó de dolor de cabeza y se fue. Erna no se dio cuenta, pero Gladys la fulminó con la mirada mientras se iba, como si Erna fuera la responsable de arruinar la fiesta.

Erna tropezó por los estrechos pasillos y maldijo el océano abierto, donde sólo podía ver el vasto y plano horizonte dondequiera que mirara. Se topó con Björn y la delegación al entrar en los camarotes de primera clase. Él se giró y la miró, todos lo hicieron, ella podía sentir su juicio.

—¿Disfrutaste la fiesta del té? —preguntó Björn.

—Sí, fue la fiesta del té de la vizcondesa Forester.

—¿Forester? —cuestionó Björn.

«No hay manera de que no lo supieras». Pensó Erna.

Los ojos de Erna se volvieron severos. Su resentimiento hacia su marido por enviarle esa horrible fiesta de té con esa gente horrible, se transformó en desconcierto.

«Me escuchaste claramente y respondiste». Su sorpresa fue absoluta.

—Erna —Björn dijo su nombre como si suspirara y se acercó a ella. Sus ojos estaban fijos en los de ella e inclinó profundamente la cabeza, ya no contenía calidez—. Antes de aceptar las invitaciones, primero deberías hablar con Karen.

Era un tono suave, pero aún podía captar las espinas entrelazadas en las palabras. Era una reprimenda. Erna abrió los labios en un momento de tristeza y resentimiento, pero no pudo refutarlo fácilmente.

Recordó a Björn, cómo él había sido tan indiferente, pero Erna había estado tan embelesada por el tiempo que habían pasado juntos. Él la miró con ojos amables, como si fuera su amante.

Fue muy emocionante para ella, especialmente cuando sus miradas se encontraron al otro lado de la mesa. Se sentía tan bonita cuando llegaban esos momentos. No sabía cuántas veces había ajustado y jugueteado con su arco.

Pero no lo hizo.

Darse cuenta de eso hizo que a Erna le doliera el corazón. Para él, con su esposa sentada frente a él, Björn se mostró completamente indiferente, hasta el punto de que se deslizó en la habitación y lanzó una respuesta a una pregunta que no escuchó.

—Sí —dijo Erna, sin poder encontrar el coraje para enfrentarlo.

No podía denunciarlo delante de la delegación. Él era su príncipe primero y su esposa segundo. Recurrieron a él en busca de liderazgo y, a pesar de ser su luna de miel, ella no podía desacreditar a su marido delante de todos.

—Lo siento Björn, seré más cuidadosa en el futuro. —Erna juntó sus manos temblorosas mientras se disculpaba en voz baja.

Sólo entonces Björn le dedicó una sonrisa. Era una mezcla de risa de vergüenza y lástima, muy parecida a lo que Gladys había hecho antes.

—Su Alteza.

El ministro, que los había estado observando, instó con cortés impaciencia. Björn asintió con la cabeza y se enderezó.

—Ve a descansar un poco, volveré a cenar —susurró afectuosamente, como su amante otra vez y luego se volvió hacia el enviado.

Erna no podía moverse, congelada en el lugar hasta que su marido desapareció por la esquina.

 

Athena: Ah… pobrecita.

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Capítulo 56

El príncipe problemático Capítulo 56

Mía

Erna abrió los ojos a la deslumbrante luz del sol.

Se quedó mirando fijamente las motas doradas de polvo que bailaban en el aire y cuando recordó el momento en que se quedó dormida, apretó la manta más cerca de ella. Una suave risa a su lado llamó su atención sobre Björn, su marido.

Él estaba sentado en la cabecera de la cama mirándola. Su cabello revuelto brillaba como finos hilos de oro y también su rostro, que aún conservaba la sonrisa persistente.

Agarró la almohada de plumas y miró a su marido. Björn no era muy diligente, pero sí muy concienzudo en sus responsabilidades como marido. Incluso si ella le suplicaba porque no podía continuar, él no se detendría hasta satisfacer su codicia. Erna realmente no podía recordar lo que pasó al final de la última vez.

Erna deseó haber aprendido de la señora Pegg. Caviló sobre su mala elección de maestro, pero el arrepentimiento fue inútil, tomó su decisión y tenía que seguir adelante.

Miró el reloj y le dijo que la mayor parte del día ya había terminado. Lamentó haber extrañado a los delfines, el mar en el que se encontraban ya debía haber desaparecido hace mucho. Sintió que pasaría el resto del día en la cama.

—¿Falta mucho para Lars? —Avergonzada por el silencio en la habitación, reunió el coraje para hablar.

Björn cerró el libro que estaba leyendo y se acurrucó junto a Erna, apoyando su cabeza en un brazo.

—Unos tres días —dijo—. Comenzamos aquí y avanzamos hasta aquí. —Movió una mano hacia el dobladillo de la manta y la bajó—. Estamos aquí ahora. —Su largo dedo índice comenzó a viajar hasta su pecho e hizo algunos pequeños círculos—. Sólo un poco más y atracaremos en Lars. —Su dedo continuó su viaje hacia el sur—. Entonces nos subimos a otro barco…

—P-Para. Está bien si no hablamos más —dijo Erna, agarrando su mano cuando él llegó a su naval.

Björn la miró fijamente como si no entendiera lo que ella decía, pero se mantuvo relativamente despreocupado.

—Pero tenías curiosidad —dijo Björn.

—No tienes que explicarlo de esta manera —respondió Erna.

—¿Por qué? —Björn sonrió tranquilamente, como si no le importaran las opiniones de su esposa—. Me gusta este mapa.

Justo cuando Erna no sabía qué decir, alguien llamó a la puerta y sintió que el alivio la invadía.

—Su Alteza, la delegación ha enviado una actualización del cronograma planificado, sé que es de mala educación, pero requieren que lo reviséis con urgencia.

—Bien —dijo Björn después de agrupar brevemente a Erna—. Adelante.

Björn se sentó, llevaba un camisón holgado y Erna estaba completamente desnuda. La puerta se abrió y Erna se apresuró a cubrirse con las mantas, podría haberse desmayado de la vergüenza. Estaba tan avergonzada que no podía respirar correctamente. Björn aceptó el informe como si no pasara nada.

Erna apenas asomó su rostro sonrojado de debajo de las mantas una vez que la criada se fue.

—¿Te gustaría algo de té? —Björn preguntó casualmente.

—Te odio —dijo Erna, sus ojos hablaban fuego.

—¿Odio qué? —preguntó Björn mientras revisaba los documentos traídos por la criada.

—Alguien entra a la habitación mientras estoy...

—Erna, todo el mundo sabe lo que estamos haciendo aquí. ¿Quieres tomar té juntos? —Se alejó de la puerta y preguntó antes de pasar.

—Sí —dijo Erna como un niño haciendo pucheros a punto de hacer un berrinche—. Sólo dame un minuto para vestirme.

Hería un poco su orgullo ser tratada como una idiota o una chica descarada, pero no podía andar deambulando solo en camisón.

—Bien, esperaré a mi tranquila esposa —dijo Björn, sarcásticamente.

 Antes de entrar al solárium, donde se había preparado el té, Erna arregló toda su ropa. Le tomó un poco más de tiempo encontrar un vestido que le gustara y gracias a las hábiles habilidades de Lisa, su cabello estaba recogido en una pequeña trenza perfecta.

—Lisa, yo...

—Estáis bonita, su alteza. —Lisa respondió incluso antes de que se hicieran las preguntas—. Estáis muy bonita, así que no os preocupéis.

Abrió la puerta y empujó suavemente a Erna hacia afuera.

Erna se acercó con paso ligero a la mesa de té e hizo todo lo posible para tratar de superar la vergüenza antes de llegar a la mesa de té.

Björn levantó la vista del informe que estaba leyendo y le sonrió. Señaló la silla frente a él y volvió a examinar los papeles.

Erna se sentó y se arregló los volantes de su vestido mientras una doncella entraba desde el borde de la habitación y le servía té. Olía ligeramente a bergamota. Fue el olor lo que le recordó a Erna a Björn.

—Estos vinieron para vos, su alteza —dijo la criada mientras colocaba una pequeña bandeja con cartas en el borde de la mesa de té—. Necesitan respuestas lo antes posible.

Ver a Björn interpretar el papel del Gran Duque hizo que Erna se emocionara por interpretar su papel de Gran Duquesa. Estaba ansiosa por mostrar su lado principesco.

—Sí, los revisaré, gracias. —Erna sonrió.

No tenía a la señora Fitz para tomarla de la mano y brindarle orientación sobre la experiencia, por lo que tendría que manejar estas invitaciones por su cuenta. La señora Fitz le había dicho, antes de partir en el crucero que si Erna tenía alguna duda, debería recurrir a la criada mayor, Karen.

Karen era la criada que le sirvió el té y le entregó las invitaciones. Si Erna se lo hubiera dejado a ella, su matrimonio habría terminado cuando terminaran el crucero. Había escuchado a la criada hablar sobre cómo quería que el matrimonio de Erna terminara antes de que tuvieran hijos, para que a Björn le resultara más fácil volver con Gladys.

Erna repasó las invitaciones con la espalda recta y el cuello alto, como si se elevara por encima de los chismes que a las criadas les gustaba revolcarse. Sentía que Björn la miraba de vez en cuando y quería presentarse digna y regia. Después de todo, ella era la Gran Duquesa.

Aunque era inútil. Erna no podía determinar qué invitaciones aceptar y cuáles rechazar. Reconoció algunos nombres que estaban del lado de Gladys, pero había cuatro de los que no podía no recordar.

—Björn. —Erna llamó con cautela desde la mesa de té, ajustándose la cinta roja en su cabello.

—¿Sí? —Su mirada pasó brevemente sobre ella.

Ella dudaba en seguir hablando, como si sólo estuviera siendo una molestia, pero ahora se había comprometido y él estaba esperando.

—¿Conoces a los Hawkins?

—No.

Eso descartó a Hawkins y a los dos nombres posteriores.

—¿Qué pasa?

—Mmmm. —Sonaba distante mientras volteaba los papeles.

—¿Es alguien con quien queremos tener una relación?

Una pausa.

—Sí.

Erna se ajustó la cinta en el cabello y luego tomó la pequeña campanilla que estaba sobre la mesa para llamar a la criada.

—Por favor prepara mis cosas, quiero escribir una respuesta.

Karen pronto preparó su material de oficina y un bolígrafo con un tintero nuevo.

Erna tomó el bolígrafo con entusiasmo, Björn todavía estaba completamente absorto en su papeleo y estaba quieto cuando Erna terminó sus respuestas a las invitaciones.

Estaba un poco decepcionada, pero sabía que este viaje era más que una simple luna de miel. Tenía que mantener el autocontrol para no parecer una niña necesitada y sin disciplina.

Debía permanecer tranquila y elegante, como una dama, en cada situación.

Mientras reflexionaba sobre las enseñanzas de su abuela, Björn terminó de revisar el papeleo y miró a Erna. El ambiente alrededor de la mesa del té se volvió más íntimo cuando la criada se fue con las respuestas de Erna y los documentos firmados por Björn.

—Tu letra es tan maravillosa —dijo Erna, jugueteando con una taza de té—. Tienes manos grandes y bonitas.

Erna no pudo hacer contacto visual debido a lo tímida que se sintió de repente.

Björn estaba mirando a Erna. Su expresión parecía decir “¿a qué tipo de conversación inútil estás tratando de arrastrarme?” Pero él se rio.

—Tú también te ves bonita, especialmente bajo la lluvia —dijo—. Y especialmente con esa cinta con la que sigues jugueteando.

Extendió la mano y tomó la mano de Erna, juntos vertieron whisky en el té. Su aroma se mezcló con la dulzura del té y le hizo cosquillas en la punta de la nariz.

—Ah, ¿esto? Gracias —dijo ella.

La cinta en cuestión había crecido casi hasta el doble de su tamaño original porque Erna seguía tirando de ella en cada oportunidad.

Björn había estado tratando de burlarse un poco de Erna, pero su sonrisa era genuina y cálida. Al ver esa sonrisa y verla jugar un poco más con la cinta, Björn no pudo evitar soltar una pequeña risa. Un sonido ligeramente más suave que los ladridos que le precedieron.

Erna habló de la gente que conoció en cubierta, de un chiste que había oído de las criadas, incluso del menú de la cena. Puede que sus historias no fueran poéticas, pero su voz, mezclada con los dulces olores del té, convirtieron la tarde en algo pausado.

Björn decidió no acostarse y en cambio miró a su esposa. Ella era como un pajarito cantor que gorjeaba. Apreció su voz, los ojos que se deleitaban con tímida excitación y sus delicadas manos todavía jugando con la cinta, que estaba tan roja como sus mejillas sonrosadas.

—Björn… —Erna lo llamó con cautela.

Björn simplemente asintió, perdido en sus grandes ojos azules que lo contemplaban. Temblaron ligeramente mientras consideraba lo que iba a decir. Cuando él sonrió, Erna se sonrojó furiosamente y le devolvió la sonrisa con pura admiración.

Cuando vio que había hecho que ella se sonrojara y sonriera de una manera tan linda, se dio cuenta de algo.

«Esta mujer, es ella.»

Amaba todo sobre ella.

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Capítulo 55

El príncipe problemático Capítulo 55

Quizás de crucero

Pavel miró la carta. La escritura a mano le resultaba familiar, pero el sello no. Dejó la carta con una sonrisa abatida.

—Erna Dniéster.

Recordó su rostro cuando susurró su nombre, un nombre al que todavía no estaba acostumbrado. Ella había sido su hermana menor, Erna Hardy, una encantadora chica de un pueblo rural. Erna Hardy.

—Escribiré una carta.

El rostro de Erna flotaba sobre el papel, densamente lleno de letra clara y con una sonrisa brillante.

La baronesa Baden lo había invitado a almorzar en otoño, justo antes de la boda. Expresó su gratitud por la amistad de Pavel con Erna y que la familia estaba en deuda emocional con él. Podía sentir su intención de resolver la conexión emocional antes de la boda y el corazón de Pavel revoloteó como remolinos de polvo en el desierto.

Era la última vez, tenía que ser la última vez que Erna y Pavel pudieran enfrentarse como amigos de la infancia. Su amistad terminó allí, cuando la campesina se convirtió en Su Alteza, la Gran Duquesa.

Pavel sonrió suavemente y extendió la mano para tocar la mejilla de Erna. Después de un momento, ella levantó la mano para tomarle la mano y lo miró sin comprender. Ella estaba tratando de sonreír, pero sólo lo miró sin comprender. Ella asintió con la cabeza como diciendo que entendía.

Erna le cuidó la espalda cuando se fue más tarde esa noche. Tenía miedo de que él no mirara atrás, pero antes de llegar al final de la calle, Pavel se giró y vio a Erna saludando levemente, todavía era esa niña que había conocido en la plaza del pueblo, a la que le faltaba un diente frontal.

Le levantó una mano, pero no la saludó y se despidió definitivamente de la mujer que era su hermana, pero ahora su princesa.

Pavel abrió los ojos, dejó que el recuerdo se desvaneciera y empezó a leer la carta.

 

[Mi querido Pavel.

Sé lo que quisiste decir y lo entiendo perfectamente, pero Pavel, quería despedirme correctamente. No pensé que tendría la oportunidad, pero cuando la señora Fitz dijo que era cortés escribir a mi familia para agradecerles por todos los días pasados, naturalmente pensé en ti.

Gracias Pavel Lore.

Gracias por acercarte a una niña solitaria, embarrada y mojada y llevarme en tu carrito. Fue tan encantador. Gracias por ser paciente conmigo, cuando te seguí por el pueblo. Gracias por todos los dulces y fotos tan lindos que me diste, los amo a todos. Gracias por ser una cara familiar y amigable cuando llegué a la ciudad, habría estado tan perdida sin ti. Estoy muy agradecida contigo y tu amabilidad. Ojalá no fuera así, pero este tiene que ser mi último adiós y lo único que lamento es no poder devolverte todo lo que has hecho.

No podré escribirte más, pero estaré bien, lo prometo, así que no tendrás que preocuparte más por mí. Estaré bien.

Es triste que nuestra amistad tenga que terminar aquí, así, pero nunca te olvidaré y atesoraré todos los recuerdos que tenemos juntos. Por favor, prométeme que saldrás y encontrarás la felicidad para ti.

Adiós, Erna Dniéster.]

 

Pavel sonrió, podía sentir cada gramo de sinceridad en cada palabra escrita contenida en la carta clara. Tenía un largo camino por recorrer, pero Erna estaba tan llena de voluntad y al ver su despedida final, se sintió algo aliviado.

Dobló la carta con cuidado y la metió profundamente en el cajón de su escritorio. Tomó el caldero y salió.

Hojas rojas cubrían el camino hasta el centro de arte. Deseó que no hubiera llovido ese día, si tan solo el príncipe no hubiera salido ese día y hubiera llegado al punto de encuentro antes que él. Si, si, si…

Los pensamientos vagaban por su mente como hojas que caían al viento. Desaparecieron en poco tiempo. Lo mismo que pensar en por qué el príncipe tomaría a Erna como su segunda esposa.

El pasado no se podía deshacer, por lo que no tenía sentido persistir en él. Erna estaría en su crucero ahora mismo, como la Gran Duquesa de Lechen. Todo lo que podía hacer ahora era desearle a Erna el matrimonio más feliz. Deseaba, al menos, que ella fuera amada.

Era un deseo extraño, pero lo deseaba con toda la sinceridad que podía reunir, porque le traería felicidad a Erna.

La habitación de Björn estaba vacía, el sonido del agua corriendo delataba que se estaba duchando.

Erna se sintió culpable por colarse en el dormitorio de su marido mientras él se duchaba.

Marido.

Él era su marido, así que ¿por qué no se le debería permitir colarse en el dormitorio de su marido mientras él se duchaba?

Erna buscó el mejor lugar para que se sentara un invitado no invitado y se sentó con delicadeza en el sofá frente a la ventanilla y trató de recuperar el aliento.

Mientras caminaba por cubierta con Lisa, se encontraron con el capitán. Dijo que venían a una zona frecuentada por los delfines. Emocionada, Erna volvió corriendo a buscar a Björn.

—Björn —gritó.

La ducha se detuvo y Björn finalmente salió del baño, envuelto en una toalla y llenando agua por todos lados. Entrecerró los ojos cuando vio a Erna sentada sobre el blando.

—¿Qué pasa?

Se acercó y se sentó junto a Erna, al ver que estaba emocionada y levantó la mirada severa. Él no la regañó por entrar a su habitación y ella sintió que la tensión se disipaba.

—¿Has visto delfines antes? —preguntó Erna, incapaz de ocultar la emoción.

—¿Eh?

—¿Te gustan los delfines? —La emoción se apagó un poco.

—No —dijo Björn secamente mientras se secaba el cabello con una toalla.

—Bueno, dicen que ver un delfín da buena suerte —dijo Erna, no queriendo dejar que el estado de ánimo le quitara la emoción.

—Ah, suerte.

Björn miró a su esposa. Desde el sombrero en la cabeza hasta la sombrilla en el regazo, había estado elegantemente vestida desde que se levantó esa mañana.

—El capitán me ha informado que pasaremos por una zona donde frecuentan los delfines, esperaba que quisiera verlos conmigo.

—No —dijo Björn rotundamente, a pesar de la sonrisa tímida.

Su tono era firme. Tenía una vaga idea de qué había estado hablando su esposa. Debió haber sido en algún lugar cerca de aquí donde su primera esposa vio delfines en su luna de miel.

Fue en esa primera luna de miel, mientras acompañaba a Gladys a una fiesta, que se había hecho a un lado para dejar pasar a unas personas que venían por el otro lado. Miró hacia el mar y vio una manada de delfines nadando junto al barco.

Se decía que traía buena suerte al barco cuando los delfines nadaban tras su estela. Parece que la historia se repitió ya que alguien habló de suerte ese día también. Al ver a los delfines, la feliz pareja siguió adelante con sonrisas en los labios y alegría en los ojos.

Suerte. ¿Buena o mala?

Björn dejó escapar un suspiro mientras se acercaba al pequeño escritorio y abría la pitillera.

—Deberías seguir adelante, si tienes curiosidad —dijo Björn, colocando un cigarro entre sus labios.

—¿Sola, sola? —Erna hizo un puchero.

—Sí.

Björn se reclinó en la silla y encendió el cigarro, le dio caladas entre los dedos y se sumergió en sus pensamientos, pensando que Erna se iría.

—Entonces los veré la próxima vez también —dijo Erna.

Dejó su sombrilla y se paró frente a él, hizo lo mejor que pudo para inclinarse sobre él como lo hacía la señora Fitz, eso siempre parecía funcionar. Miró expectante a Björn, aunque ya sabía que él no era el tipo de persona a la que se deja disuadir de una decisión tomada.

Björn pareció considerarla por un momento y luego asintió. Sin previo aviso, agarró a Erna por la cintura y la sentó en su regazo. Ella dejó escapar un grito cuando él lo hizo. Luego Björn le quitó el sombrero y lo arrojó sobre el escritorio, junto con su cigarro.

Erna reconoció su intención y sintió que un rubor de vergüenza la invadía. Sus guantes, chal y vestido cayeron al suelo sin esfuerzo y Erna se dio cuenta de que ahora estaba sentada en su regazo sin nada más que medias y zapatos.

—¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó Erna.

—El deber de un marido —dijo Björn, sonriendo casualmente.

Sus labios susurraron su intención mientras sus ojos vagaban por el frente de Erna, bañados por la brillante luz amarilla que entraba por la portilla.

Con ojos hoscos, Erna lo miró. Él parecía no tener en cuenta lo que ella quería hacer y sólo estaba absorto en lo que él quería hacer. En ese momento, él estaba lamiendo y chupando sus senos. Eso no quería decir que no lo estuviera disfrutando, la sensación de su lengua húmeda en sus pezones dejó su mente en blanco.

El deseo sin reservas de su marido le resultaba extraño y aunque él no la amaba de verdad, la besaba como lo hacía. Su toque tímido le dijo que la deseaba profundamente. Ese pensamiento hizo que una parte de su corazón se estremeciera y deseara esto ella misma.

Ella decidió que quería creer que su amor era genuino y, como el barco de un crucero, su relación iba por buen camino. Podría haber alguna que otra esquina difícil, un obstáculo que había que saltar, pero esperaba que se disolvieran con el tiempo.

Recordó todas las lecciones de los últimos días y dejó escapar un rápido suspiro mientras Björn le acariciaba el cabello con las manos. Podía sentir el calor aumentar entre sus piernas y las de él. La repentina vergüenza la hizo instintivamente querer retirarse, pero Björn la rodeó y le impidió alejarse.

—¿Por qué siempre corres? —Una mano se deslizó por su espalda y alrededor de su cintura. Ella sabía a dónde iba. Él sonrió variadamente.

Cautivada por la sensación de su toque, su mente se quedó en blanco. Exhaló rápidamente y desvió la mirada. El cielo a través del ojo de buey estaba claro y brillante. Se estiró hacia las cortinas, el deseo de cerrarlas era abrumador, ¿y si alguien se asomara y los viera?

En el momento en que llegó, Björn la empujó ligeramente. Ella suspiró al sentir la fuerza de él en su interior, el dolor era mínimo, el placer lo era todo.

—Ah, Björn, Björn —Erna arrulló, tratando de llamar su atención hacia las cortinas.

Björn profundizó lo más que pudo. Una aguda exclamación y un áspero suspiro estallaron al mismo tiempo. Apenas podía controlar su cuerpo y no podía hacer nada para escapar. Ella simplemente se aferró a sus hombros y lo dejó moverse sin dudarlo.

Mientras suspiraba, Erna abrió los labios como le habían enseñado. Björn la besó profundamente para felicitar a su alumno y le acarició la nuca.

Björn pudo sentir a Erna temblar mientras se tensaba. Seguía impaciente, pero al menos no fue tan difícil como la primera vez. Se dio cuenta de que ella buscaba las cortinas y lo encontró muy desagradable.

«A ver si consigo que te olvides de las cortinas. Se dijo a sí mismo.»

Con un repentino movimiento, Björn agarró a Erna con fuerza y la giró para inmovilizarla en el sofá. Erna dejó escapar un chillido de sorpresa. La luz se derramó sobre ellos y su piel pálida brilló intensamente.

—Björn, las cortinas —jadeó Erna.

—No.

Björn la hundió profundamente. No pudo seguir suplicando más y casi se olvidó por completo de haber sido expuesta. Su respiración fue sofocada por la sensación de que Björn estaba dentro de ella, todo Björn estaba dentro de ella, era casi demasiado.

—Te sientes muy bien —dijo Björn.

Los ojos de Erna, que habían estado nublados por la sensación, se abrieron cuando él le susurró las malas palabras al oído.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Björn, mientras movía lentamente su cintura rítmicamente.

—Liso suave. —Fueron las únicas palabras que se le ocurrieron a Erna.

Björn sonrió y cuando Erna intentó apartar la mirada, él acunó su barbilla con una mano firme, manteniendo su cabeza en su lugar. El sonido turbio llenó el aire con su coro lascivo.

—Te sientes tan bien que me está volviendo loco —dijo Björn.

Escupió las últimas palabras con esfuerzo, sin poder contenerse más. Dejó ir a Erna y se sentó perezosamente en el sofá. Erna estaba en shock. Se sentó y abrió las piernas temblorosas para ver los moretones en los muslos.

—Oh, Björn —se cubrió la cara cuando las lágrimas comenzaron a aparecer.

Björn simplemente se rio de su llanto. Parecería que los valores de sus castas damas estaban siendo destrozados. Tener relaciones sexuales a la vista del sol brillante. Ojalá no tuviera miedo en el futuro.

Él se puso de pie y su sombra se proyectó sobre ella. Se dio cuenta de que ella tenía una voz bastante buena para gritar durante el sexo, tal vez por eso su parloteo nunca lo molestó durante el acto. Su voz era tan clara y suave.

Él se inclinó, recogió su vestido y lo colocó sobre el brazo del sillón. Por mucho que le pareciera emocionante hablar, la próxima vez y a partir de ahora no tenía tiempo para charlas ociosas. Miró por la portilla.

Más allá de las cortinas que Erna no podía cerrar, el mar brillaba como zafiros bajo la brillante luz del sol.

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Capítulo 54

El príncipe problemático Capítulo 54

Persona cariñosa

Björn entró en la habitación sin llamar. Erna estaba sentada en el borde de la cama, jugueteando con el dobladillo de su vestido, con los ojos muy abiertos y luciendo como una cierva inocente, sin saber qué hacer consigo misma cuando Björn llegó y se paró frente a ella.

Miró al suelo, pero Björn le tomó la barbilla entre sus enormes manos y le giró suavemente la cara hacia él.

—¿Cuánto has aprendido hasta ahora? —Björn le sonrió cálidamente.

—Yo... no lo sé —dijo Erna.

Prefirió mentir en lugar de decir que no tenía el coraje de sentarse ni un solo segundo a escuchar a la señora Peg decirle cómo complacer a su marido. Ella había fingido estar enferma y huyó de la lección.

—Quiero decir, no lo recuerdo.

Ver la mirada escrutadora de Björn la hizo retorcerse y su boca quedó sin saliva.

—¿Es eso así? —Björn se sentó a su lado—. Entonces supongo que tenemos que empezar desde el principio.

Con esas palabras y recordando esa primera noche, Erna se recostó en la cama. Memorizar lo doloroso y vergonzoso que había sido inundó su mente. Ya podía sentir las lágrimas. Recordó el peso de él encima de ella, junto con las fotografías embarazosas que la señora Peg había traído consigo.

—Si quieres besarme, debes abrir la boca —dijo Björn.

Tocó sus labios con cuidado y fuerza. Cuando sus ojos se encontraron, pudo ver los de ella temblar.

—Date prisa —dijo sin dudarlo.

Su tono era acogedor, pero no había calidez en sus ojos tranquilos. Erna abrió los labios. Realmente era un hombre que podía hacer lo que quisiera. Fue una llamada de atención desde la primera noche.

Björn usó su lengua para separar sus labios y se los metió en la boca. Por reflejo, Erna sintió que su cuerpo se retorcía, pero sabía que no podía apartarlo. El deber de la esposa.

Había sido una clase corta, pero suficiente para aprender lo que significaba. En el libro que había leído en su habitación decía que a la esposa le correspondía dar placer a su marido. Era importante para el buen funcionamiento de un matrimonio.

Erna no entendía cómo cosas como ésta podían ser agradables, pero sí sabía que Björn nunca iba a su habitación porque no estaba contento. Estaba tan disgustado por su incapacidad para complacerlo que nunca volvió a su habitación. Su matrimonio fue difícil desde el principio.

El beso continuó durante mucho más tiempo que esa primera noche. La lengua de Björn tenía libertad sobre su boca y él la usó todo verdaderamente. Sólo la soltó una vez que su propia lengua comenzó a hormiguear. Sus respiraciones se mezclaron cuando él se alejó y se volvió rápido sin que se den cuenta.

—Odio esto —dijo Björn, tirando del camisón de Erna—. Es tan engorroso que no me gusta.

Tenía lazos y botones hasta el cuello.

—Oh, usaré uno diferente a partir de ahora —dijo Erna.

—No, no uses nada —dijo Björn.

Desabrochó el último botón y tiró de la última cinta. Quitó el voluminoso montón de encaje y lo arrojó al otro lado de la habitación. Luego le bajó los diminutos pantalones cortos que eran más pequeños que la palma de su mano. Era una cosita tan linda, decorada con más encajes y cintas.

Besó a su aturdida esposa en la mejilla y levantó su cuerpo desnudo. Ella dejó escapar un pequeño grito cuando él lo hizo y la colocó sobre su muslo.

Björn observó cada centímetro del delicado cuerpecito y las piernas de su esposa. Pensó en lo torpe y problemática que era ella. Sin embargo, no odiaba eso tanto como pensaba. De hecho, lo encontró más atractivo.

Su cuerpo pálido parecía recogido por la luz de la luna que entraba por la ventana. ¿A qué hombre en su derecho no le gustaría un cuerpo así? Su piel parecía la textura de la porcelana o la cerámica, pero al tacto era infinitamente suave y cálida.

—Björn... —susurró Erna.

Estaba nerviosa al no saber qué hacer y miró a Björn con ojos suplicantes. Quería hacer algo, pero no sabía qué.

Björn se rio suavemente y hundió el rostro en su pecho. Quería sumergirse en ella y absorber su dulce aroma recién lavado. Quería rodearse de su suavidad, envolverlo y acurrucarse en ella para siempre. Con cada suave mordisco de ella y cada vez que él la succionaba, ella gemía.

Él ya se había quitado la bata, su torso semidesnudo se presionó contra ella y percibió su calor. Bajó la mano sobre su suave piel, hasta llegar entre sus piernas. El interior de ella lo abrazó sin luchar y pudo sentir su calidez. Estaba mojado y emitía un sonido de agua turbia. Ella dejó escapar un ruido que le recordó esa primera noche y el dolor que le causó. Todavía no se dejaba convencer tan fácilmente.

Björn se tragó los labios, le puso la mano en la espalda y la abrazó con firmeza, como si fuera a huir. Sus dedos brillaron a la luz del fuego con la humedad de ella.

—No seas como un cadáver, Erna, puedes moverte —dijo Björn, liberando sus labios de los de él.

—¿Q-Qué?

—Primero, la lengua.

Como para demostrarlo, volvió a tomar sus labios con los suyos y la besó. Ella hizo todo lo posible por imitar su comportamiento, apretando sus labios con los suyos y moviendo torpemente la lengua. Incluso eso fue suficiente para hacer que su calor aumentara.

—Y tus manos —dijo Björn.

Con un guiño, Björn señaló la mano que había estado apoyada en su hombro y que no se había movido en todo el tiempo.

Erna le rodeó el cuello con los brazos y reunió el coraje para mover la mano por su cuerpo. Podía sentir sus músculos y su estructura. Podía sentir su esqueleto mientras acariciaba su hombro y bajaba por su pecho hasta llegar a su costado.

Distraída mientras contemplaba su forma en su mente, miró hacia abajo y sin darse cuenta vio aquello que le causaba tanto dolor. Sin quererlo, dejó escapar un suave suspiro al verlo. No era la primera vez que lo veía, pero parecía muy lejano.

Había pasado mucho tiempo desde esa noche, pero la sensación dentro de ella estaba grabada en su memoria. No recordaba el breve placer que sintió, sólo que sentía como si la estuviera separando y eso era lo que le daba miedo.

Siguiendo la mirada ansiosa de Erna, vio hacia dónde miraba y la animó un poco. Él tomó su delicada mano y la apretó suavemente, moviéndola hacia abajo. Al darse cuenta de su intención, Erna entró en pánico, pero Björn siguió adelante.

—Me pediste que te enseñara —dijo Björn.

Entrecerró los ojos mientras miraba a Erna, quien sacudió la cabeza vigorosamente. Él le sonrió al ver que ella quedó atónita con solo el toque de su mano firme.

—Tienes que aprender —dijo Björn. Él envolvió su mano alrededor de la de ella y la guio—. Tienes que moverte.

Erna dejó que Björn la guiara y luego su mano se alejó, dejándola concentrarse en el ritmo que él había marcado. Su mano volvió a bajar hasta entre sus piernas y mientras la presionaba, ella cerró los labios con fuerza, tratando de reprimir un gemido.

Pensó en la señora Peg. Deseó haber soportado esas lecciones embarazosas en lugar de pedirle a Björn que le enseñara, pero ya era demasiado tarde.

—Labios —dijo Björn.

Levantó la mano y agarró su barbilla con mano firme, aumentando lentamente la presión hasta que Erna abrió la boca y dejó escapar un gemido. Sólo entonces Björn sonrió y soltó a Erna.

Se acomodó entre sus piernas, ambos jadeando en la cama y Björn presionándose contra ella lentamente. Erna sollozó de dolor y le apretó el hombro.

El dolor pasó. Erna estaba lo suficientemente mojada como para dejar que Björn se deslizara dentro de ella con facilidad esta vez. No sabía cómo ser más devoto de su esposa que esto. Incluso si lo hiciera, el momento había pasado.

Agarrando firmemente su cintura con una mano, la hundió de una vez. Erna se giró debajo de él y se mordió el labio.

—Ah… —dijo Björn.

Movió sus caderas hacia ella, mientras la atraía hacia él. Se escapó un gemido áspero, forzado por la cálida sensación de tensión.

—Björn... me siento tan avergonzada —jadeó Erna.

Ella miró sus fríos ojos grises, y los suyos suplicaban con desesperación. Había hecho muchas cosas vergonzosas en su tiempo, pero gemir así sonaba tan obsceno que era realmente difícil de soportar.

—Me gusta oírte gemir, Erna —dijo Björn.

Los ojos de Erna se fruncieron cuando miró a Björn, quien sonrió tan dulcemente. ¿Realmente disfrutaba el dolor de los demás? Había tantas cosas que quería decir, pero no podía encontrar la voz.

La sensación de balanceo creció a medida que Björn cavaba cada vez más profundamente dentro de ella. El sonido de la carne húmeda frotándose aumentó de volumen rápidamente. No sabía si quería llorar o sentir alivio de que hubiera un sonido aún más lascivo junto a su gemido.

—Ah, no lo hagas, por favor, ah…

Cuando su mano pasó de su cintura a la cama, ella comenzó a luchar de nuevo. Sus mejores esfuerzos por alejarlo fueron en vano y todo lo que pudo hacer fue soltar un gemido y girarse.

En el momento en que se sintió abrumada por sensaciones irresistibles, pensó en cuando su padre la golpeaba. Aunque sabía que las dos situaciones eran completamente diferentes, su cuerpo se encogió. Había un extraño parecido en el sonido de ser golpeado, el letargo y enfrentarse a un oponente imbatible.

Afortunadamente, cuando se sintió abrumada, Björn le ofreció un respiro y disminuyó la velocidad. Se inclinó para mirarla.

—Abrázame —dijo Björn con calma.

—¿Eso también te gusta? —preguntó Erna aturdida.

—Sí. —Björn asintió. Se lamió los labios secos—. Me gusta.

Besó sus suaves mejillas rojas que parecían manzanas.

Ella lo rodeó con sus brazos y comenzó a acariciar con sus delicadas manos la base de su cuello y sus omóplatos. Fue lindo.

Björn suspiró ante su toque apenas perceptible y continuó con su tarea original. Incluso mientras jadeaba por respirar, no lo soltó. Estaba tan apretada y mojada. Sus suaves gemidos le hicieron cosquillas dentro del pecho y no pudo resistir más.

Aceleró, besando sus ojos húmedos y sus mejillas calientes, sus labios temblorosos y detrás de sus orejas sin parar. Tenía la sensación de que el cuerpo de su esposa mejoraría con el tiempo.

Björn y Erna no se levantaron de la cama hasta bien entrada la mañana. Mientras se ponía la bata y trataba de levantarse, Erna le agarró la mano. Estaba acurrucada y quieta, como muerta. Él la miró y ella lo miró con ojos temblorosos.

—No te vayas, puedes quedarte aquí —dijo Erna—. No te molestaré.

—No puedo descansar, pero tú deberías hacerlo. Podemos almorzar juntos en tu restaurante favorito —dijo Björn.

Le pasó suavemente el pelo por la cara hasta detrás de la oreja y le dedicó una cálida sonrisa. Erna le soltó la mano y aceptó dócilmente.

—Que duermas bien, Erna —dijo Björn y se inclinó para besar su mejilla sonrojada.

La puerta se cerró detrás de él y Erna volvió a quedarse dormida mientras miraba la puerta.

 

Athena: Fue… ¿mejor? Parece, levemente. Me pregunto si en parte las cosas podrían ser así antes. Probablemente en cierta manera.

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Capítulo 53

El príncipe problemático Capítulo 53

Eternamente Segunda

«Está bien, puedo cenar sola», pensó Erna.

Los sirvientes, que habían estado esperando desde siempre, se sintieron aliviados al saber que finalmente podían poner la mesa para la cena. Habían estado esperando pacientemente desde siempre, sin que se les permitiera despertar a Björn ni hacer que Erna esperara.

—Gracias, se ve encantador —dijo Erna.

Estaba siendo sincera, ya que la mesa estaba puesta en el solárium, la mesa que hicieron las criadas realmente se veía hermosa.

Desde el ornamentado centro de mesa con flores tejidas hasta el delicado mantel de encaje y los candelabros plateados con remolinos grabados. Nunca había pensado que podría disfrutar de tanto lujo en un barco. Tampoco esperaba pasar los primeros días de su luna de miel como una persona solitaria.

Erna comió lentamente la comida que le presentaron. No tenía hambre, pero los sirvientes habían puesto mucho esfuerzo en esto y ella no quería que se desperdiciara.

Había pasado el día recorriendo el crucero con Lisa. Bebieron té, caminaron por las cubiertas y pasaron tiempo en el casino. Fue un momento bastante agradable, pero hubiera sido mejor si Björn no la hubiera rechazado y violado por los fiscales.

Pensó que habría sido mejor por la noche, pero cuando regresó a su habitación y se cambió para la cena, Björn todavía estaba dormido.

Erna masticó su comida y tragó, mirando tímidamente alrededor de la habitación mientras lo hacía. La habitación se llenó con la cálida luz de la chimenea, que sólo hacía que las palmeras parecieran sombrías y siniestras. El solárium parecía tan vasto y vacío como el océano al otro lado de su ventana. Deseó que los cubiertos no hicieran tanto ruido, llamando la atención sobre la patética joven que comía sola.

Después de casarse, Erna pasó la mayor parte de sus cenas sola durante los últimos quince días. Ella lo atribuyó a que Björn estaba demasiado ocupado, pero ahora que estaban en su luna de miel, nada había cambiado. A veces, parecía como si ella fuera la única persona en el mundo, llenando grandes salones con su pequeña presencia.

Iniciar conversaciones con los sirvientes era como hablar sola, ellos asentían y se alejaban tan pronto como podían. Así que empezó a murmurar para sí misma.

El palacio era tan vasto y vacío, que ahora el barco era enorme y vacío. Sí, había gente alrededor, pero rara vez le daban una segunda mirada. Se retiraban a rincones oscuros para hablar de ella detrás de sus abanicos y sus palmas planas.

«¿Podré alguna vez ser feliz?» Erna pensó para sí misma, mirando la comida en su plato.

Erna respiró hondo y deslizó un pequeño trozo de carne entre sus labios temblorosos.

—Ha pasado un tiempo, Björn —había dicho Gladys, después de gritar su nombre desde el otro lado de la cubierta. Volvió a la mente de Erna, tratando de bloquear el eco de los cubiertos ocupados.

—Di mi nombre —había dicho Björn en su primera noche.

Habían sido pareja, un hecho que Erna ya sabía, volvió a rascarle el corazón. Para ella, Björn había sido el primero, pero era la segunda de Björn. La sensación se deslizó por su pecho como un escalofrío.

También estaba la actitud indiferente de su marido. Fue una comprensión triste darse cuenta de que nada lo excitaba, que no había sentimientos de anticipación. Parecía que todo esto era una repetición aburrida para él. Un baile que se representaba cien veces al día.

Erna dejó los cubiertos y se presionó los ojos calientes con las palmas de las manos. Se sentía debilitada por un entorno desconocido, pero ni siquiera la mansión le resultaba familiar. Al menos allí no sintió la desoladora soledad.

«¿Cuánto voy a durar?»

Erna sabía muy bien que la gente hacía apuestas así en su contra. Había muchas bocas en el palacio, cada voz que ella intentaba bloquear, pero siempre llegaban hasta ella.

«No te dejes llevar por chismes descuidados. Simplemente haz lo mejor que puedas para ser una buena esposa.»

Ella fortaleció su determinación y asumió cada vez el mismo compromiso, pero en realidad, ¿cómo puede ser feliz el eterno segundo?

—No llores —susurró Erna para sí misma—. No es que no lo supieras, así que no seas tonta.

Bebió el vaso de agua y volvió a coger los cubiertos. Con renovado aplomo, Erna se comió lo último que quedaba de comida en su plato.

Cuando tenía hambre, su mente era débil, y una mente débil era propensa a tener malos pensamientos, y los malos pensamientos le traían infelicidad. Así que lo mejor que podría hacer ahora era comer bien.

Clavó el tenedor profundamente en la carne y cortó un cuadrado tan grande como quiso. Se lo había metido hasta la mitad en la boca cuando apareció una figura en la puerta.

—Buenas noches, Erna.

«Está despierto...» No podía hablar, tenía la boca más que llena.

Erna agarró su servilleta e hizo ademán de limpiarse la salsa de la cara, pero vomitó el bocado de gran tamaño en el paño.

—No te avergüences, la comida aquí es bastante buena —dijo Björn—. Pero no olvidaré pronto qué boca tan grande tienes. —Pronunció las palabras con una sonrisa maliciosa.

La expresión de Erna se oscureció y terminó de limpiarse los labios y envolvió la carne en la servilleta. Se volvió hacia Björn, con la espalda recta.

—Bueno, eso no habría sucedido si hubieras respetado los horarios de las comidas —dijo Erna.

—¿Estás enfadada conmigo? —dijo Björn, con el ojo arqueado.

—Un poco —respondió Erna, de repente se sintió pequeña bajo su mirada.

—Entonces, ¿por qué no me despertaste? —Björn respondió como si él fuera la parte herida en esta conversación.

—Está... ¿está bien despertarte? —preguntó Erna.

Cuando Björn finalmente se despertó, notó que ya eran más de las nueve. Pensó que Erna había olvidado su cita para cenar, así que se dio una ducha tranquila para quitarse el sueño y se dirigió al salón. Solo para encontrar a su esposa sentada cenando sola. Metiéndose medio filete en la boca como una bestia hambrienta.

—Por supuesto. No te meterán en la cárcel por despertarme para nuestra cita para cenar. —Björn se rio—. Bueno, quizás…

Björn se sentó en su silla y rápidamente colocaron comida frente a él. Le sonrió a su esposa y comenzó a comer lentamente. Erna miró a Björn como un halcón y reanudó su comida como lo hacía Björn. Björn no pudo evitar pensar en lo linda que se veía, haciendo cortes delicadamente pequeños.

Comenzaron a hablar con tanta naturalidad como si hubieran estado hablando todo el día. Al principio, Erna todavía estaba un poco acalorada, haciendo comentarios como si todavía estuviera tratando de expresar su enojo no resuelto, pero rápidamente adoptó su forma habitual y hablaron como si consideraran su rutina diaria habitual, como un pájaro gorjeando.

—¿Es esta tu primera vez en un barco? —preguntó Björn, con una sonrisa en sus labios mientras escuchaba a Erna hablar sobre su exploración del crucero.

—No, la segundo —ella respondió, deteniéndose mientras se llevaba guisantes a la boca.

—¿En serio?

—Sí, la primera vez fue cuando estábamos en el lago, ¿recuerdas? —dijo Erna, logrando finalmente llevarse los guisantes a la boca.

Sin darse cuenta de que no era una broma, Björn se echó a reír. Siempre era así. Erna siempre podía hacer reír a la gente sin intentarlo, ni siquiera quererlo. La luz de la habitación se hizo más brillante y las sombras lúgubres se retiraron a los rincones. Ya no se sentía tan vasto y vacío.

Björn se rio hasta que le hormiguearon las mejillas y tocó el pequeño timbre para llamar al asistente. Poco después, entró un sirviente con una botella de vino.

Mientras observaba cómo el líquido oscuro llenaba el vaso, recordó a Gladys. Su luna de miel había sido muy diferente. Ella pasaba la mayor parte del tiempo llorando o absorta en otras cosas, mientras él estaba ocupado trabajando. Incluso cuando se sentaron juntos a cenar, no hubo mucha interacción, como si se hubiera levantado un muro entre ellos. No habían compartido ni una sola conversación decente durante toda su luna de miel. Así no.

El sirviente terminó de servir el vino y rodeó la mesa para llenar el vaso de Erna. Justo cuando inclinaba la botella, Björn lo detuvo.

—No, no llenes el vaso de mi esposa —ordenó.

—Bueno, yo también puedo tomar una copa —dijo Erna, frunciendo el ceño a Björn.

—Lo sé —dijo Björn.

—¿Entonces por qué?

—Tienes que estudiar.

—Oh, oh Dios.

Björn vació lentamente su vaso mientras miraba a Erna. Aunque estuviera irritable, ya no podía pensar en Gladys cuando estaba con ella. Ahora podía ver por qué nunca había visitado a Erna durante las últimas dos semanas.

—¿Por qué me miras así? Me pediste que te enseñara, ¿verdad? —dijo Björn, llenando su vaso él mismo.

—Sí, pero… —Erna miró su plato con impaciencia. Lo único que quedó fueron unos guisantes y una patata. Si hubiera sabido que esto iba a pasar, no habría comido tanto y tan rápido.

—¿Terminaste de comer?

Björn se reclinó en su silla con la copa de vino. Las mejillas de Erna adquirieron un color melocotón que le recordó a Björn esa primera noche.

—Espera, primero necesito lavarme —dijo Erna con severidad.

—Entonces ve y lávate —contestó Björn, sorbiendo el vino. El vaso ya estaba nuevamente vacío.

—No, quiero decir, necesito darme una ducha.

Björn dejó el vaso vacío e intentó levantarse, pero Erna le suplicó con urgencia. La frente de Björn se arrugó mientras miraba el confuso desorden de su esposa, ¿ella lo había seducido y ahora quería huir?

—Por favor, necesito algo de tiempo —dijo Erna.

—¿Por qué?

—Acabo de terminar de comer.

—¿Entonces?

—Entonces... ¿qué pasa si... vomito? —Erna parecía avergonzada.

Fue un comentario que hirió su orgullo. ¿Tenía ganas de vomitar cuando hacían el amor? Björn trató de reírse, pensando que entendía un poco mejor después de darse cuenta del pequeño cuerpo de Erna y el plato vacío.

—Sí, tienes razón. —Björn sirvió otra copa de vino—. Eso sería incómodo.

Le guiñó un ojo y Erna se levantó. No pudo evitar reírse para sí mismo mientras la veía salir del solárium y ganar algo de tiempo para no vomitar.

Parecía el comienzo de una luna de miel no tan mala.

 

Athena: Erna no es Gladys, joder. Ella es todo inocencia y amor puro. A ver si te enteras de una vez. Son completamente diferentes. Y a ver… no eres la segunda, Erna, ya que no se acostaron por lo que entendí en capítulos anteriores. Pero, tampoco la primera ni seguramente la segunda, porque al principio de la historia recordemos que él se había liado con varias.

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Capítulo 52

El príncipe problemático Capítulo 52

El Competidor es un Bastón

El puerto de Schuber estaba abarrotado de gente y cajas de suministros apiladas y parecía una cadena montañosa en miniatura.

El puerto siempre estaba ocupado cuando los cruceros estaban listos para partir, pero hoy estaba el doble de ocupado que de costumbre. Junto a la afluencia habitual, se sumaron todas las personas que habían venido a ver a la pareja ducal partir de luna de miel. Esto más que duplicó el número de personas que estaban en el muelle.

Ir a otra luna de miel, al país de su ex esposa, fue bastante sorprendente para mucha gente y lo que realmente inclinó a la gente fue el hecho de que su ex esposa estaba en el mismo barco. Incluso aquellos que no estaban interesados en los chismes y rumores locales salieron a mirar.

—Cuanto más lo pienso, más me doy cuenta de que la princesa está haciendo demasiado, demasiado, demasiado —dijo Lisa lo suficientemente alto para que las otras sirvientas escucharan. Solo la miraron con desaprobación, pero a ella no le importó.

«Si quieres pegarme, hazlo mientras me miras. ¡Arrancaré cada cabello de tu cabeza!»

Ese espíritu de lucha probablemente era la razón por la que todas las demás sirvientas solo susurraban a espaldas de Lisa, fuera del alcance del oído. Más aún cuando vieron a Lisa maltratar a una doncella que había estado diciendo algunas cosas no muy agradables sobre la Gran Duquesa y comparándola con la princesa Gladys.

—¿Por qué tenemos que compartir un barco con esa horrible mujer? —dijo Lisa, mientras pasaba junto a una doncella en particular que quería a Gladys.

Después de pasar los últimos quince días en el palacio de Schuber, Lisa se dio cuenta de que casi todas las sirvientas apoyaban a Gladys y estaban de su lado en todo. Había muy pocas sirvientas que consideraran el nuevo estatus de anfitriona de Erna y parecían avergonzadas de llamarla su maestra.

Cada vez que esas bocas aleteaban y hablaban mal de Erna, Lisa maldecía a Gladys más fuerte, a pesar de que la princesa era una a la que una vez admiró y respetó, pero no tenía otra opción, obtienes lo que te dan.

Lisa siguió a Erna, mirando al príncipe, él era el culpable de todo esto. Destacaba por ser más alto y delgado que la mayoría, verdaderamente como una seta venenosa que deslumbraba y tentaba. Por eso la Gran Duquesa se enamoró de él.

Lisa miró a Erna y se angustió, realmente parecía una dama que se había tragado una seta envenenada. Tenía ese brillo en los ojos cada vez que miraba al príncipe. Trató de ocultar sus verdaderos sentimientos, pero Lisa podía ver a la niña en los tiros de su primer amor.

«Debería haber usado las enseñanzas de mi abuela, sobre no enamorarme de chicos con caras bonitas». Lisa pensó para sí misma.

Después de pensarlo durante mucho tiempo, Lisa pensó que su abuela probablemente cambiaría de opinión al ver a Björn. Y, de todos modos, los dos estaban casados, ¿no había nada de malo en que una esposa mirara a su esposo de esa manera?

Volvió a mirar al príncipe. Era tan elegante y cortés con Erna, escoltándola a lo largo del barco hasta su habitación. Era perfecto y ese era el problema, era demasiado perfecto y esa perfección inquietaba a Lisa.

Debía ser consciente de lo que Erna sentía por él, todos los demás podían verlo, así que seguramente él también. Aun así, había un aspecto frío en su actitud hacia Erna. Lisa sintió que el príncipe estaba tratando a Erna como un bastón de caballero, similar al que siempre se le veía con él. Mientras caminaba con Erna, no tenía bastón, pero se apoyaba en ella como si fuera uno y la trataba como tal. Elegante, formal, pero frío e indiferente.

Lisa miró la nuca del príncipe Björn mientras caminaban por primera clase. Debía haberlo sentido, porque el príncipe se giró y miró a Lisa. La consideraba como consideraría a cualquier insecto. Indiferente, no era su preocupación. Lisa sintió que su corazón se derretía y se hundía hasta el sótano de su alma. Ella entendió en ese momento por qué todas las chicas recortaban fotos del príncipe y las pegaban en sus paredes. Erna estaba casada con eso.

Lisa se compuso y redobló su mirada ardiente hacia el príncipe.

«Mira a tu esposa, ¿no es tan bonita? Tal vez te enamorarías de ella si solo miraras.»

Erna no merecía el mérito solo por su apariencia, tenía muchas cualidades hermosas sobre ella, pero con la competencia contra Gladys, tal vez la apariencia era lo único que realmente le importaba a la gente.

«Si es así, te convertiré en la dama más linda de la tierra.»

Lisa siempre había estado decidida en eso y trabajó duro en ello. Estaba tan orgullosa de lo bonita que era su señora, pero ¿por qué el príncipe no se daba cuenta de lo bonita que era Erna también?

Lisa apretó los dientes con humillación. Había adornado a la mujer más bonita del mundo para Björn y él parecía ciego. A pesar de que la tierra chismeaba sobre cómo Erna solo se convirtió en Gran Duquesa solo por su apariencia, ¿por qué Björn no podía verlo también? Podía mirar alrededor del cielo y la tierra y no encontrar una sola mujer más hermosa.

—Maldita sea —murmuró Lisa.

Mientras miraba a su alrededor, notó algo en la cubierta opuesta, el enemigo, la mujer de la que Lisa casi se había olvidado por completo. La princesa Gladis.

 La primera impresión que tuvo Björn después de su primer encuentro en el barco fue, sorprendentemente, positiva. Björn pensó que era genial que Gladys se aferrara a Lechen. Era bueno ver que esta mujer, que le había dado el susto de su vida, era una gran persona. Fue reconfortante.

—Ha pasado un tiempo, Björn —dijo Gladys.

Incluso en una situación tan vergonzosa, mantuvo la calma y Björn respondió con un asentimiento suave pero respetuoso.

—Es un poco tarde, pero felicidades por casarte —Gladys continuó.

Si hubiera sido cualquier otra mujer, Björn simplemente se habría reído de ella por tratar de jugarle una mala pasada, pero esta era Gladys, su forma de llegar a la gente era con amabilidad y cordialidad.

Gladys saludó a Björn una vez más y como una heroína de un destino trágico, pero con la actitud de la realeza, Gladys se llevó a su grupo y los devolvió al rumbo previsto. Las personas que habían presenciado la escena se descongelaron y suspiraron al unísono.

—Erna —dijo Björn.

Erna no había dejado de mirarlo con ojos que temblaban como las plumas que adornaban su sombrero.

Una vez que Erna se recompuso, Björn señaló hacia la cubierta al final de la rampa de embarque con un guiño. Iba a ser allí donde la pareja ducal se encontraría feliz conyugal para todas las personas que vinieron a despedirlos. Erna fue obediente, sin olvidar sus deberes.

Erna saludó a los espectadores, su brillante sonrisa nunca abandonó su rostro. No como el día de su boda, donde no tenía idea de dónde buscar. Ella estaba mejorando notablemente bien.

Björn estaba orgulloso de su obediente esposa y de su habilidad para aprender rápidamente. Ni una sola vez mencionó el nombre de Gladys frente a las masas que estaban ansiosas por revolver la olla por cualquier chisme en el que pudieran meter sus garras de buitre.

Erna… Una mujer gentil, amable y nada fastidiosa.

Basado en las últimas dos semanas, la conclusión de Björn fue más o menos eso. A veces actuaba como una pelota de goma, rebotando por todos lados, pero a él no le importaba mucho. Ella era tranquila. Hermosa e inofensiva. Era una mujer que cumplió perfectamente con sus expectativas y Björn quedó satisfecho. Sin embargo, todavía era demasiado pronto para saberlo con certeza.

Una vez que terminaron de saludar y sonreír, de saludar a la tripulación y de un breve recorrido por el barco, finalmente llegaron a su camarote. Erna comenzó a agitarse.

—¿Cómo pueden hacer esto? —dijo Erna.

Miró la habitación de invitados con asombro. Era una habitación que no tenía por qué estar en un barco. Tenía dos dormitorios, un baño, un pequeño solarium lleno de palmeras y plantas. Un salón espacioso. No tenía sentido, se sentía como una mansión.

—Mira —se apresuró hacia ella, señalando salvajemente—. Tiene una chimenea.

Björn solo se rio.

—Su Alteza, ¿cuándo será el almuerzo...? —dijo un sirviente, de pie en la puerta. Había estado observando a Erna todo el tiempo.

—Estoy bien, pero por favor, lo que quiera mi esposa —dijo Björn.

—¿No vas a comer? —preguntó Erna.

Björn negó con la cabeza y se fue a su habitación, dejando atrás a Erna.

De pie entre los atareados sirvientes que estaban desempacando sus cosas, Erna se sintió perdida y siguió a Björn. Se había quitado la chaqueta y se había acostado en el sofá. Los sirvientes que estaban aquí ordenando las cosas los dejaron solos.

—Descansaré un poco, ya ha sido todo el día —dijo Björn.

Cuando Erna finalmente reunió el coraje para hablar, Björn habló primero.

—Simplemente no tengo ganas de hacer nada por un tiempo, eso es todo —dijo Björn y encontró la mirada de Erna con una suave sonrisa.

—Bueno. —Se sintió un poco avergonzada, pero estuvo de acuerdo.

Justo hasta que abandonaron el Palacio, Björn estuvo en reuniones y discusiones acaloradas. Los ministros y los funcionarios eran estrictos y obstinados, comparablemente con la señora Fitz, debía estar muy cansado.

Lo sabía muy bien.

Era demasiado rogar para hacer cosas juntos, como una niña mimad. Erna sabía las cosas que tenía que hacer Björn y las horas que tenía que trabajar.

—Entonces, ¿tomamos el té, aquí, juntos? —dijo Erna.

Erna tenía curiosidad por el restaurante del barco, pero estaba dispuesta a ceder. Desafortunadamente, Björn parecía totalmente reacio a sentarse en la mesa de negociación con ella y llegar a un acuerdo.

—Vamos a cenar juntos —dijo Björn, mirando su reloj.

Sintiéndose abatida, Erna miró el reloj del escritorio. Eran solo las diez de la mañana. Björn le había dicho que pasara la mitad del día sola.

Erna estaba hosca y dejó a Björn durmiendo la siesta. Antes de cerrar la puerta, lo miró con anticipación, pero él se había quitado la corbata y tenía los ojos cerrados.

—¿Dónde os gustaría ir? Escuché que el restaurante es bastante agradable, ¿os gustaría ir allí a tomar un té? —preguntó Lisa.

Erna sonrió torpemente a la joven, quien se acercó a ella con el rostro lleno de expectativa. Sus mejillas se sonrojaron al recordar la conversación que tuvieron anoche, sobre todas las cosas que podían hacer en un barco del tamaño de una ciudad.

—Sí, tomemos el té —dijo Erna.

—¿Nosotras? Queréis salir conmigo en la luna de miel…

«Maldito seas, príncipe». Lisa murmuró por lo bajo. Poner a Erna en un barco con su ex esposa y luego navegar a la tierra de la ex esposa no fue lo suficientemente malo.

—…Sí, Su Alteza —dijo Lisa asintiendo levemente, tratando de tragarse las duras palabras que surgían de su interior.

Erna miró a Lisa en silencio y sonrió brillantemente. La sonrisa de la Gran Duquesa era tan brillante, incluso después de perder su uso de bastón de caballero. Lisa se deprimió más.

 

Athena: Sinceramente, la actitud de este hombre deja mucho que desear. En fin.

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Capítulo 51

El príncipe problemático Capítulo 51

Los ciervos son peligrosos

Björn dejó escapar un suspiro, mezclado con una risa ligera mientras tomaba en cuenta lo que decía su esposa. Las mejillas de Erna estaban intensamente sonrojadas en ese momento. Actuó tan descaradamente, como si estuviera recuperando algo que era suyo por derecho.

—Erna, ¿hablas en serio? —Mientras sus dedos se apretaban con incredulidad, Björn preguntó.

Dudó al principio, pero su respuesta llegó tan fuerte como siempre.

—Sí, por supuesto, te lo ruego con sinceridad.

Björn la miró fijamente por un momento, antes de que una risa saliera de su interior. Sentía que ya sabía lo suficiente sobre Erna para saber cuándo esta mujer no estaba jugando, pero aún sentía que sabía más de lo que estaba fingiendo. Ya fuera por los folletos o por contar historias vagas, realmente estaba actuando como si no supiera nada sobre educación de dormitorio.

¿Puedes enseñarme? Estaba siendo tímida, como si se hubiera escapado de la clase, solo para regresar más tarde y darse cuenta de que se había perdido muchas cosas. Encontró su ignorancia linda y odiosa al mismo tiempo.

—Björn. —Ella dijo su nombre, suplicante y él sintió un cosquilleo recorrerlo, seguido de una calidez cuando ella lo miró con esos ojos grandes e inocentes.

Cuando Björn se estiró y le soltó el lazo de su vestido, llamaron a la puerta con fuerza.

—¿Su Alteza? —La señora Fitz llamó desde más allá de la puerta.

Al escuchar la voz de la anciana niñera, Erna tenía una expresión que solo podía describirse como un ciervo atrapado en una trampa. Sus ojos grandes y húmedos miraron suplicante a Björn, la desesperación hizo que su sonrisa se torciera por el lado equivocado.

—Sí, entra —dijo Björn.

Tan pronto como hubo una respuesta, la puerta se abrió y la señora Fitz entró en la habitación.

—Ah, Su Alteza también está aquí —dijo la señora Fitz, notando que Erna también estaba en el estudio.

La señora Fitz tenía un rostro que le recordaba a Björn la vez que corrió y se escondió cuando era niño, después de derribar accidentalmente una de las pinturas más preciadas de su padre. Se rio y tomó un sorbo de agua.

—Su Alteza, os he estado buscando por todos lados, sabéis que no deberíais estar aquí —le dijo la señora Fitz a Erna.

—Déjela en paz, señora Fitz —dijo Björn.

—Pero... el tutor —comenzó a discutir la Sra. Fitz, pero Björn levantó una mano para silenciarla.

—Lady Erna es mi esposa.

Sonaba ridículo en su mente, pero no revertiría la decisión, especialmente no después de que sus acciones hicieron que Erna le sonriera, con alivio en su rostro. Debajo, podía ver una confianza infinita en la joven.

—Dile al tutor que lamentamos el choque de horarios, pero que tenemos unos días libres antes de nuestra luna de miel —dijo Björn.

—Sí —dijo la señora Fitz. Parecía un poco alterada, pero la señora Fitz suprimió hábilmente sus emociones—. Pero esto no es cortés con la señora Peg, Su Alteza, la Gran Duquesa debe pedir personalmente su comprensión y llevar el asunto a una conclusión adecuada.

—Sí, claro —dijo Björn, mirando a Erna, quien asintió con la cabeza enfáticamente, con la confianza que decía que podía hacer cualquier cosa.

—Señora Peg, la maestra, hazle saber que la Gran Duquesa cenará con nuestra invitada, tal vez esa sea una disculpa adecuada por venir hasta aquí.

La mirada de la señora Fitz se suavizó ante la sugerencia adecuada, parecería que tal vez sería una disculpa adecuada después de todo. La señora Fits hizo una reverencia y salió del estudio con la problemática Gran Duquesa.

—Gracias, Björn —dijo Erna antes de irse.

Ella se giró y le sonrió con timidez, avergonzada de haberse olvidado por completo de su anterior compromiso con el tutor real. Cuando la puerta se cerró y los pasos de las dos mujeres se desvanecieron, el estudio quedó en su sereno silencio.

Björn inclinó la cabeza hacia atrás y se rio hasta el techo. Era una mujer bastante ingenua y exigente. Era como hielo caliente o un sol oscuro. Un ciervo peligroso.

Siempre parecía ser atrapado inesperadamente por ciervos peligrosos. Habría pensado que ya habría aprendido a levantar la guardia, pero este ciervo era diferente al ciervo anterior, todavía tenía una mente muy peligrosa.

Björn lavó sus pensamientos con un lánguido suspiro, abrió la caja plateada de puros y sacó uno nuevo. Hubiera sido aburrido pasar el tiempo solo en el bote, así que estaba agradecido de tener a Erna allí con él. Le gustó la idea de disfrutar el venado que le presentaron en su plato. Puede que fuera irritante en muchos sentidos, pero también era muy deliciosa.

Björn se fumó el puro y cogió una carpeta. Los suspiros y las risas cesaron y fueron reemplazados por el suave roce de los papeles.

Gladys pasó suavemente las páginas del álbum de fotos, con dedos delgados y huesudos. Hizo una pausa cuando llegó a una foto de una joven de diecinueve años en su primavera. Era una foto de boda, la misma que se extendió por todo Lechen y Lars, orgullo mismo de las dos naciones unidas.

«¿Cómo podría no amar a este hombre?» Ella pensó para sí misma.

Mirando hacia atrás ahora, no podía creer cómo se había dejado cegar por el amor infantil, pero tal vez no podría haber sido menos tonta. Amaba a Gerald Owen, era un buen hombre. El genio poeta de Lars, amante de la princesa heredera y padre de Carl.

Gladys tomó un sorbo de su bebida y pasó a la página siguiente. Se encontró con los ojos profundos y severos de su amante. Tenía una belleza tan juvenil sobre él. Las lágrimas brotaron y empañaron la imagen de Gerald. Volteando la página de nuevo, las lágrimas brotaron en un torrente completo por sus mejillas. La imagen era la de Carl, que se parecía a su padre.

Carl Dniéster.

Björn nunca había visto al niño, pero al menos le dio el nombre de la Familia Real. Ese fue el precio del pacto secreto entre Lechen y Lars y gracias a eso, Carl pudo vivir su corta vida con honor.

—Gracias y lo siento —le dijo Gladys a la foto de Carl.

Los sollozos finalmente se calmaron después de alcanzar niveles incontrolables que hicieron temblar todo el cuerpo de Gladys. Finalmente, tranquila, se levantó para abrir la ventana y mientras lo hacía, una brisa fría sopló en la habitación.

Conoció a Gerald en una reunión social de rutina en la primavera de diecisiete años, cuando la conversación sobre el matrimonio estaba en boca de todos. Le partió el corazón saber que nunca podría, pero el amor era como una fiebre incontrolable.

Soñaba constantemente con renunciar a todo y seguir su sueño, huir con Gerald y nunca mirar atrás. Gladys tuvo que someterse a su realidad y exceptuar su matrimonio con Björn. En su vientre, nunca podría soñar con lo que estaba creciendo allí.

El día que todos se enteraron de que Gladys estaba embarazada, Björn la miró con desdén. Deseó que se hubieran acostado juntos y podría haber fingido que ese niño era suyo, pero ni siquiera se habían abrazado.

Gladys no podía soportar la idea de dejar que otro hombre la tocara, no después de conocer a su verdadero amor y la pasión que habían compartido. Ella no quería traicionarlo. En su noche de bodas se disculpó patéticamente con Björn.

—Lo lamento —había dicho Gladys.

—Está bien, princesa —dijo Björn—. Avísame cuando te sientas lo suficientemente segura, hasta entonces, estaré esperando.

Por la mañana compartieron un desayuno incómodo, y a la mañana siguiente, y al día siguiente, y así sucesivamente. Mientras tanto, Carl creció dentro de la barriga de Gladys.

Durante mucho tiempo, Gladys no pudo aceptar a otro hombre en su cama debido al recuerdo de su primer amor verdadero. Luego llegó un cierto punto en el que Björn se volvió demasiado aterrador y difícil de abordar. Así pasó la primavera, llegó el verano y con él, la noticia del embarazo de la princesa heredera.

Si tan solo no se hubiera dejado involucrar en un amor inmaduro. Si tan solo hubiera sido lo suficientemente inteligente como para jugar el juego y engañar a todos los demás. Si tan solo tuviera la confianza para hacer lo que tenía que hacer, entonces todos no estarían tan infelices ahora.

Gladys sollozó suavemente cuando una brisa fría sopló sobre ella. Odiaba su propia franqueza y su incapacidad para engañar. Era difícil soportar el odio y su corazón se sentía como si fuera a explotar.

—Mantenlo en silencio, mantendremos las cosas como están por ahora. —había dicho Björn cuando Gladys se le confesó.

No levantó la voz ni mostró enfado alguno. En realidad, fue mucho más aterrador.

—Quiero felicitarte por tu embarazo, así que sé feliz y continúa como la gran princesa heredera que has sido hasta ahora. ¿Entiendes, princesa?

En la superficie, los días continuaron con la felicidad dichosa y normal de los recién casados. Capas de tranquilidad sobre mentiras escrupulosas. Si Gladys hubiera dado a luz a una hija, podrían haber seguido así indefinidamente.

Pero nació un hijo.

Gladys regresó a Lars con su hijo a cuestas después de solo un año desde la gran boda. Externamente, ella estaba con el hijo de Björn Dniester. Esperaba que al volver a Lars pudiera estar con el verdadero hombre que amaba y vivir feliz con el verdadero padre del niño, pero no iba a durar.

Cuando los dos se reunieron, fue como antes, el amor y la pasión que sentían el uno por el otro era tan fuerte y brillante como siempre. Él fue un buen hombre.

Gerald se sentía cómodo y cálido con ella, se sentía cómoda cuando él estaba con ella. A medida que pasaba el tiempo, Gladys se encontró pensando cada vez más en Björn por culpa. Sonreía vagamente a Gerald y su amor se volvió menos ferviente.

Gerald falleció una temporada después, se suicidó con una pistola y poco después, Carl siguió a su padre después de sucumbir a la fiebre. Gladys sintió un dolor como nunca nadie debería sentirlo. Una viuda solitaria con un hijo perdido, ¿podría haber una angustia peor para una persona soltera?

Aunque Gladys lloró por sus amores perdidos, pero a medida que pasaba la desgracia, Gladys descubrió que sus sentimientos por Björn no los veía cuando estaba con él.

Sin embargo, todo era un sinsentido.

Gladys arrojó la mesa de fotografías sobre la silla y se dejó caer sobre la cama. No se molestó en cerrar la ventana ni en echarse las cortinas encima. Esperaba cerrar los ojos y no tener que abrirlos nunca más.

Llegó la mañana y Gladys volvió a abrir los ojos.

—Princesa, oh, Su Alteza, por favor no hagáis esto, ¿realmente estáis dispuesta a arriesgar vuestra salud?

Gladys volvió perezosamente la cabeza hacia la puerta y vio a su obediente doncella parada allí.

—Necesito volver a Lars, ¿podrías hacer los arreglos? —dijo Gladys, levantándose perezosamente de la cama.

Una sombra oscura cayó sobre el rostro de la sirvienta cuando escuchó las palabras que había estado esperando durante mucho tiempo. Todo Lechen sabía que el Gran Duque y la Duquesa abordarían un barco pronto, con destino a Lars cuando comenzaran su luna de miel.

—Sí, princesa, ¿queréis estar en el mismo barco que el Gran Duque y…? —La doncella no tuvo oportunidad de terminar la oración.

—¿Qué tienen que ver conmigo? —espetó Gladys, mirando fijamente hacia la ventana—. Todo es inútil.

Con eso, Gladys volvió a caer sobre la cama.

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Capítulo 50

El príncipe problemático Capítulo 50

Responsabilidades del esposo

Erna sacó una nueva hoja de papel y reemplazó la que había estado escribiendo. El emblema dorado del lobo del archiduque brillaba en la parte superior de la página. Siguió cometiendo errores debido a la presión a la que se sometió para escribir esta carta correctamente.

Tomó aliento, enderezó su pluma y comenzó a rascar la tinta en el papel fresco.

A Pavel. Empezó la carta. La pulcra letra impresa en el papel fue satisfactoria y Erna escribió línea por línea.

La señora Fitz le había dicho que era costumbre que la novia escribiera una carta de agradecimiento a todos los que habían asistido a la boda y después de tantas, dirigida a personas que nunca conoció, le dolía la muñeca. Pero gracias a la señora Fitz, todos habían sido escritos sin un solo error.

Solo después de cumplir con sus deberes como Gran Duquesa, pudo escribir cartas a su familia, a su abuela y a la gente de la Casa Baden y Pavel.

Erna detestaba escribir algo a la familia Hardy. La señora Fitz insistió en que debería escribir una carta de todos modos, pero Erna se negó a doblegar su voluntad en este asunto, incluso después de que la señora Fitz le dio una dura amonestación.

Una vez que terminó la carta, Lisa se movió con la cera caliente y derramó unas gotas en el pliegue del sobre. Erna luego presionó el sello firmemente sobre la cera que se enfriaba rápidamente y dejó un sello de cera de aspecto bastante audaz, con la cabeza de lobo grabada en su interior.

Lisa aplaudió.

—Realmente parecéis una gran duquesa —dijo mientras recogía la carta y la examinaba.

Erna esbozó una sonrisa tímida y se sonrojó un poco por la vergüenza, como si fuera un solo sello. Ordenó el escritorio, sin dejar una sola pieza fuera de lugar. Volviendo a poner las plumas en su soporte y cerrando los tinteros, colocándolos en su pequeña alcoba. Era su escritorio, pero todavía no se sentía así.

Todo lo que se le había dado a Erna, ella sentía que solo lo estaba tomando prestado y cuidó al máximo que todo se mantuviera limpio y ordenado, para cuando viniera a devolver los artículos prestados. Perpleja por esto, fue muy cautelosa sobre cómo manejaba las cosas.

—¿No es este el caballero que se suponía que ibais a ver? —preguntó Lisa mientras revisaba el nombre y la dirección de la carta.

—Sí, Pavel Lore. —La respuesta de Erna fue tan espontánea que tomó a Lisa con la guardia baja.

Los ojos de Lisa se entrecerraron mientras preparaba la carta. Pavel Lore, el respetable pintor de la Real Academia de Arte. Ojalá tuviera algún tipo de título para poder asociarse con su amigo de la infancia. A pesar de que su relación fue larga y simple, era demasiado simple.

Lisa quería desaconsejar que le escribiera una carta a Pavel, pero, de nuevo, no quería meterse con Erna interfiriendo, tal vez solo escribió para agradecerle al joven, como lo había hecho con todos.

—Oh, casi lo olvido, los productos han llegado —dijo Lisa, recordando por qué vino al estudio de su Ama en primer lugar.

—¿Los bienes? —Erna cuestionó.

—Sí, las cosas para llevar a vuestra luna de miel, los productos que os harán lucir tan bonita, veis, echad un vistazo. —Lisa sonrió, tomando la mano de Erna.

Incapaz de dominar el repentino entusiasmo de Lisa, Erna se puso de pie y permitió que su doncella la llevara a la mercancía.

La señora Fitz había sido la encargada de organizar la luna de miel y no sabía que la anciana niñera le había encargado a Erna algunas cosas nuevas para llevar con ella. Ya tenía suficiente y no sabía que necesitaba aún más.

—Mirad, ¿no son bonitas? —preguntó Lisa.

Erna había permitido que Lisa la llevara al dormitorio, donde, apiladas en el suelo, había cajas bellamente envueltas. Contenían sombreros, zapatos, vestidos y abrigos. Para colmo, había un hermoso baúl nuevo para guardarlos a todos. Erna se sintió avergonzada de que la adoraran tan generosamente.

—No importa a dónde vayáis, seréis la más hermosa, me aseguraré de ello. He estado aprendiendo mucho con la señora Fitz —dijo Lisa.

Parecía una tarea tan pesada encomendar a una sirvienta novata, pero Erna no permitiría que nadie más, ni siquiera la señora Fitz, la atendiera durante la luna de miel, lo que significaba que Lisa iría con ella y si Erna podía evitarlo, Lisa estaría a su lado sin importar dónde se encontrara.

Todos los artículos que la señora Fitz había elegido le quedaban muy bien a Erna y Erna disfrutó de estas cosas delicadamente hermosas. Sobre todo, porque estaba acostumbrada a las cosas vulgares con las que el vizconde Hardy siempre parecía desfilar.

—¿No estáis feliz, su Alteza?

Se dio cuenta de que Erna no mostraba el mismo nivel de emoción que ella, sino que se quedó mirando fijamente la exhibición de vestidos elegantes y zapatos delicados. Tal vez los volantes eran demasiado para su gusto.

—No, no es eso —dijo Erna.

El corazón de Erna se puso pesado cuando pensó que todos estos regalos ante ella podrían haber venido de Björn. Toda la deuda que la familia Hardy ya tenía y las cosas parecen seguir acumulándose. ¿Cuánto tiempo pasará hasta que Erna se quede más tiempo que su bienvenida, lleve la deuda demasiado lejos, cuánto más va a soportar Björn que la familia Hardy le quite?

—Creo que entiendo, después de todo, el primer destino de la luna de miel es Lars —dijo Lisa, malinterpretando el largo silencio—. Debéis estar molesta, yo también lo estoy, Su Alteza.

—Estoy bien, Lisa —contestó Erna, tratando de sonreír.

Debía haber una razón por la que iban al país de origen de Gladys. El Gran Duque y la Duquesa no estaban simplemente en una lujosa luna de miel como las parejas normales de recién casados.

—No os preocupéis, no dejaré que nadie os compare con la princesa Gladys, seréis la más linda del mundo. —Lisa continuó, tomando la mano de Erna y reafirmando su espíritu de lucha.

La señora Fitz entró en la habitación con una mirada seria que hizo que el corazón de Erna se hundiera. Le dio a Lisa una mirada que hizo que la criada se encogiera, antes de fijar sus ojos en Erna.

—Los invitados han llegado, Su Alteza —dijo la anciana.

—¿Un invitado? Ah, sí —respondió Erna.

De repente recordó el itinerario del día sobre el que la señora Fitz le había informado esa mañana. Lo único importante era que un tutor real viniera a enseñarle a Erna algo que ella aún no sabía.

—Lisa, ¿podrías ordenar la ropa mientras estoy fuera? —Sin esperar, Erna se volvió hacia la señora Fitz—. Vamos.

La reunión se prolongó mucho más de lo previsto y una vez concluida, el estudio cayó en un profundo silencio. Agotado por la batalla con el director del banco, Björn bebió su té frío en silencio y encendió un cigarro.

La fatiga del horario repetitivamente ocupado le recordó sus deberes cuando era el príncipe heredero. Era una marcha forzada que lo cansaba constantemente.

—Depositaré todos mis ahorros en el banco. —Algo que Björn se vio obligado a aceptar gracias a la condición poco convencional de su padre.

Su padre era muy hábil, tenía admiración por su padre, quien lo había provocado con algo que nunca podría rechazar. Lo hizo reír levemente.

Le habían ofrecido una cantidad considerable y el simbolismo de administrar la fortuna del rey provocó que los bancos prácticamente entraran en guerra entre sí. Esto en una época en la que los bancos controlaban el mercado de capitales, quienes de alguna manera podían cuidar la fortuna de los reyes, también obtendrían el favor real. Parecía que Björn estaba mordiendo más que solo el anzuelo.

El primer destino de la luna de miel real era Lars, que era el destino político más importante. También era una visita muy importante para su banco, ya que iba a engullir uno de los bancos comerciales insolventes de Lars.

—Deberíamos comenzar la fusión entonces. —Björn había concluido la reunión, apagando su cigarro a medio fumar.

Los directores, que se habían acomodado para un largo debate, se levantaron de sus asientos con rostros sonrientes llenos de alegría. Salieron apresuradamente del estudio, dejando a Björn medio tirado en su silla. Björn estaba ansioso por poner esto en marcha, sobre todo porque significaba que podía relajarse en el barco durante la travesía.

Ahora que lo pensaba, su esposa, Erna, la Gran Duquesa, ya debía haber terminado de prepararse para irse.

En ese momento, cuando Björn recordó el rostro radiante y pálido de su bella esposa, escuchó a los directores del banco exclamar en la puerta “Ah, su alteza”. Parecía que se encontraron con Erna al salir.

Björn se masajeó el cuello mientras se giraba hacia la puerta y vio a Erna entrar en el estudio. Dio un paso adelante con un significado urgente en su paso.

—Björn, ¿podemos hablar un segundo? —preguntó. Su tono era más agitado que de costumbre.

Björn se incorporó y asintió, mientras que Erna cruzó la habitación y se sentó en la silla frente a él.

—¿Qué pasa, Erna? —dijo Björn lentamente, estaba estudiando el cabello de Erna y la forma elaborada de la trenza del moño. Su doncella estaba mejorando bastante bien.

—Escuché que fuiste tú quien le pidió a la señora Fitz que me enseñara eso. —Erna finalmente dijo, después de un par de comienzos en falso.

—Ah, eso. —Björn asintió con calma. Se inclinó hacia adelante y tomó el vaso de agua sobre la mesa. Erna miró hacia un lado, la vergüenza enrojeciendo sus mejillas. Les dio un pequeño masaje antes de volverse hacia Björn de nuevo. Parecía que no había aprendido muy bien.

—¿No viniste porque era demasiado torpe o porque era ignorante? —preguntó Erna.

—¿Qué, yo no voy? —Aunque confundido por la pregunta, Björn se mantuvo plano y frío.

—Nunca viniste a mi habitación, no desde ese día —dijo Erna.

Sus delicadas manitas retorcieron el dobladillo de su vestido mientras hablaba con voz temblorosa. La sonrisa consciente se derritió lentamente del rostro de Björn cuando se volvió más consciente de Erna.

—Bueno, si sabes eso, entonces ¿no deberías estar haciendo tu parte, no aquí? —Björn dejó escapar un suspiro.

La verdadera razón por la que no había regresado a Erna desde esa noche era que simplemente estaba ocupado. Tuvo que quedarse en la capital y no pudo volver a palacio cuando quisiera. Por supuesto, no podía decirle eso a Erna, tenía que dejarla creyendo lo que ella creía.

El placer del cuerpo de su esposa era grande, pero no quería tener que pasar por la molestia de lidiar con su ignorancia nuevamente. Él vendría a ella de nuevo, cuando ella estuviera lista para ser una esposa adecuada. Erna lo esperaría.

—Tengo mucho… Sé que me falta, en ese sentido. Me doy cuenta de que me casé sin saber las cosas que debo saber, como esposa —dijo Erna. Ella había estado mirando hacia abajo a sus pies mientras hablaba—. Lo siento mucho.

La señora Peg, de quien se decía que había enseñado a todas las damas reales el trabajo de la alcoba, era una persona gentil y amable. Erna siguió fácilmente, mientras explicaba lo que se esperaba de ella, paso a paso.

Tan pronto como la señora Peg mencionó algo sexual, Erna perdió el conocimiento y cayó en un coma ausente. Erna no pudo soportarlo y, al final, salió disparada del salón de clases, rociando disculpas a la señora Peg al salir.

—Aprenderé. —Erna le dijo a Björn—. Sé que es parte de mi papel, no eludiré mis responsabilidades, pero… —Erna hizo una pausa para recuperar el aliento—. Pero no quiero que nadie más me enseñe, si es posible... Björn, quiero que me enseñes.

—¿Qué? —dijo Björn después de tomarse un momento para luchar contra la neblina de la borrachera que confundía sus pensamientos frente a las demandas de su esposa, y aunque acababa de regañarla por saltarse sus deberes, ella lo estaba regañando por saltarse los suyos.

—Tú eres mi esposo, así que enséñame —dijo Erna, con firmeza.

 

Athena: Ole ahí, qué quieres que te diga. Lo veo perfecto por parte de Erna. Y que Björn deje de ser un gilipollas. Precisamente debería ser lo más bonito y divertido. Pero claro, eso sería si se amaran. En fin.

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Capítulo 49

El príncipe problemático Capítulo 49

Porque es bonita

Durante algún tiempo, la señora Fitz se quedó perpleja. Finalmente recuperó la compostura. Una cama desordenada, pijamas por todo el suelo, copas de vino con restos y una gran duquesa que desaparecía. La señora Fitz vio el dobladillo de las sábanas clavado en la puerta del baño.

—Todos regresad y esperad —dijo la señora Fitz a las criadas que husmeaban en la puerta del dormitorio—. Date prisa, sigue, aléjate.

Aunque la señora Fritz no usó palabras severas para ahuyentar a las criadas, se dispersaron en buen orden. Incluso Lisa, que no pudo evitar sentir que debería quedarse, tuvo que alejarse por el pasillo.

Después de confirmar que nadie andaba a escondidas, la señora Fitz cerró la puerta del dormitorio y se acercó al baño.

—Su Alteza, estamos solas ahora, podéis salir.

Hubo una breve pausa.

—... Sí, lo siento, señora Fitz. —Una voz delgada y temblorosa vino del otro lado de la puerta.

—Está bien, ¿cómo os sentís?

—Estoy bien, es solo...

Erna se quedó sin habla, pero la señora Fitz fue paciente y esperó a que Erna saliera a su debido tiempo. Se ocupó de limpiar el desorden del dormitorio.

Para Björn, se despertaba por la mañana y se dedicaba a sus abluciones como si nada hubiera pasado. Se lavó, vistió y desayunó, todo sin mencionar ni una sola vez a su esposa. Era como si se hubiera olvidado por completo de que ella existía.

La señora Fitz tuvo un mal presentimiento. No se atrevió a adivinar lo que estaba pasando entre la pareja, pero sabía que esta no era una escena normal para una nueva novia. Lo mismo ocurría con el novio, que solo parecía fiel a su forma de vida habitual en su primer día de casados.

—Si os sentís incómoda bañándoos, le diré a la criada que no venga. —La señora Fitz llamó hacia el baño—. Pero voy a necesitar esa sábana.

No es que la señora Fitz no pudiera adivinar qué había estado haciendo la pareja en medio de la noche, pero era educado no mencionarlo directamente, de cualquier manera, habría que tirar la sábana, no podía dejarse como estaba.

La puerta se abrió lentamente y la señora Fritz retrocedió un poco, dándole a Erna todo el espacio que necesitaba. Hubo un momento de silencio y la señora Fritz tragó saliva cuando finalmente vio a Erna en el umbral.

La Gran Duquesa cubrió descuidadamente su cuerpo desnudo con la sábana, se quedó allí mirando el suelo a sus pies. Parecía tan demacrada que era difícil creer que pertenecía a la nobleza. Ojos inyectados en sangre e hinchados, cabello despeinado y marcas rojas en el cuello y el pecho.

—Gracias, Su Alteza —dijo la señora Fitz y se estiró para tomar la sábana.

Retrocedió en el momento en que la tuvo y no miró directamente a Erna.

«Príncipe, si tan solo lo hiciera». El pensamiento enojado envió calor a través de la vieja niñera. Si Björn se hubiera parado frente a ella en este momento, le habría dado más de una oreja llena.

Si Björn se había casado con esta mujer por amor, ¿por qué no estaba aquí? Si amara a Erna, se habría quedado a su lado, habría estado con ella toda la noche y no se habría levantado hasta que sus propios fines estuvieran satisfechos.

Con un suspiro, la señora Fitz se llevó la ropa sucia. La sábana estaba cuidadosamente envuelta para que no se vieran rastros de sangre. Menuda mañana para el primer día de ser Gran Duquesa. Estaba más que preocupada por su futuro.

—Gracias, señora Fitz. —Erna repitió un número desconocido de veces.

—De nada —respondió la señora Fitz—. Este es un medicamento que os ayudará a calmar los nervios, comer y descansar un poco.

Al principio, parecía que la señora Fitz estaba siendo severa, como una matrona de escuela, pero su expresión era suave y cálida.

—Pero ibas a darme un recorrido por la mansión —Erna protestó.

—Está bien, podemos posponerlo por un día. El príncipe lo ha pedido —mintió la señora Fitz.

Erna se perdió en sus pensamientos por un momento. Realmente no estaba dispuesta a caminar por el gran palacio de ninguna manera, no con el cuerpo dolorido de la forma en que lo hacía. Ella apreció la preocupación de Björn y tomó la botella de medicina obedientemente.

Erna volvió a acostarse en la cama y la señora Fitz, satisfecha, se fue, dejando a Erna sola en el dormitorio. Era un poco acogedor, con las cortinas corridas y el resplandor de la chimenea.

Erna miró el fuego sin comprender y tiró distraídamente de las plumas del edredón. Se sintió muy sola de repente. Había pasado los primeros días de su matrimonio, sola, en su cama, con el cuerpo todavía dolorido.

Su abuela había estado tan emocionada de saber que Erna iba a ser la Gran Duquesa de todo el reino, si pudiera ver a Erna ahora, ¿se habría sentido decepcionada?

—Abuela. —Erna susurró al fuego, su corazón dolía por su abuela.

Fue en la recepción que Erna supo que la baronesa había regresado a Buford. Erna estaba amargada cuando supo que su abuela se fue sin despedirse, pero sabía que todos en esta alta sociedad tenían su lugar y el de su abuela estaba en Buford.

Los pensamientos de Erna la inquietaron y dio vueltas y vueltas en la cama, antes de mirar al techo con una mirada pensativa en su rostro. Nada de esto se sentía bien. El nombre Dniester, este palacio, Björn, nada de eso se sentía como suyo.

Su mente se desplazó hacia la otra noche y la energía de la medicina se propagó rápidamente. Su cuerpo cansado se puso rígido y no podía creer que solo pensar en esa noche le subiera el calor y la dejara sin aliento.

Erna se levantó y comprobó varias veces que la puerta del dormitorio estaba cerrada. Luego se metió de nuevo debajo de las sábanas y las subió por encima de su cabeza. Se volvió claramente consciente del dolor que todavía estaba allí. Era más un dolor sordo ahora.

Recordó estar acostada en la cama temprano en la mañana de esa noche, antes de que la primera luz del sol apareciera en el horizonte. Estaba acurrucada en la cama, deseando que el dolor se alejara para poder dormir. Fue vagamente consciente del movimiento a su lado y se giró justo a tiempo para ver la luz del fuego reflejada en la espalda de Björn. Él no la miró ni una sola vez, cuando se fue, ella recordaba eso.

Erna esperaba que él regresara pronto, quería que regresara, pero él nunca lo hizo. Erna hundió la cara en las almohadas y se durmió llorando.

Björn era amistoso y no tenía corazón. Era tan caliente como frío. Era extraño ver tanta disparidad en un solo hombre. ¿Cómo podrían existir aspectos opuestos a la vez? Debía haber algo de falsedad en Björn, pero Erna no pudo detectar ninguna invención o mentira.

Cuanto más miraba a Björn, más se daba cuenta de que no sabía y, debido a su mente desordenada, le siguieron pesadillas y malos sueños. Soñó que un lobo se la comía viva.

El carruaje del Gran Duque regresó al Palacio Schuber justo cuando el sol se ponía por el oeste. A pesar de su apretada agenda, Björn no se veía cansado, estaba igual que siempre. Intercambió breves miradas con los sirvientes cuando salieron a su encuentro. La señora Fitz se colocó detrás de él mientras caminaba hacia el vestíbulo de entrada.

—Su Alteza está dormida, parece enferma, así que le dije que descansara —dijo la señora Fitz.

—Bien.

—Habéis estado ocupado con casaros, tal vez unos días de descanso para vos, ¿está en orden?

Björn sintió una espina en la pregunta.

—Disfrutaré un poco de descanso en mi luna de miel —dijo Björn.

—Faltan más de dos semanas, mi príncipe. —La señora Fitz frunció el ceño.

—¿La Gran Duquesa ya te ha llevado a su lado?

—¿Os ruego me disculpéis?

—No hay forma de que no sepas que la luna de miel no es solo una luna de miel —dijo Björn, deteniéndose en el rellano y girándose para mirar a la señora Fitz. Él sonrió, pero no fue tan lejos como sus ojos.

La luna de miel era solo una formalidad, en realidad, se trataba de una misión diplomática en el extranjero. Era importante reafirmar alianzas y comprobar que la intrincada red de poder político estaba intacta. Especialmente después de un evento tan importante como el de levantar una nueva Gran Duquesa. Había sido el trabajo de Björn desde que se depositó la corona.

Una visita del rey, o del príncipe heredero, era un acto político importante, pero un príncipe que se disolvía del trono no causaría tanto alboroto. Combinando eso con la artimaña de irse de luna de miel, Björn podía espiar afectivamente a otros países con facilidad, así como también explorar los mercados financieros.

—Entonces, ¿por qué dices esas cosas? Debe haber una razón, ¿me has abandonado tan rápido? —dijo Björn con una sonrisa astuta.

—Su Alteza…

—Para abandonarme en solo un día, ni siquiera te ves triste por eso. —Las intenciones de Björn quedaron claras cuando enfatizó demasiado su orgullo herido.

—Vuestros chistes infantiles son lo que me empujó a ella, no fue una elección difícil, mi príncipe —dijo la señora Fitz. Incluso después de todos estos años, no podía acostumbrarse a sus bromas coquetas, hasta ahora. Al sentir la línea claramente trazada, la señora Fitz retrocedió—. Lo siento, Su Alteza.

—No seas así —dijo Björn sonriendo.

Subió las escaleras como si fuera ese niño otra vez y la señora Fitz lo siguió, preparando las palabras para su informe.

—Ah, señora Fitz —dijo Björn.

Lo encontró sentado con las piernas cruzadas en la silla junto a la ventana, abriendo la carta que acababa de recibir.

—Como dijiste, quedan quince días hasta el viaje en bote, mucho tiempo para enseñarle a mi esposa.

—¿Sí?

—Dado que no había un adulto en la vida de Erna que pudiera haberle enseñado las tareas del dormitorio, necesitamos que alguien más lo haga ahora.

La señora Fitz quedó atónita por la forma tranquila y monótona en que Björn había dado la orden. Ella obedeció con su propio comportamiento tranquilo.

—Enviaré a buscar a la persona adecuada para el trabajo, Su Alteza, erm, ¿si me permitís?

—Por favor habla.

—¿Por qué ella, Su Alteza? ¿Cuál fue la razón por la que deseasteis a esta joven como vuestra esposa? —Sabía que estaba siendo presuntuosa al hacer esa pregunta, pero su curiosidad estaba fuera de control.

—Erna… —Björn comenzó a decir, luego se detuvo y miró hacia el techo, como si estuviera reflexionando sobre los grandes misterios del mundo—. Porque es bonita.

—¿Su Alteza? —dijo la señora Fitz, sin aliento.

—Es una mujer muy bonita. —Björn se volvió hacia la ventana y abrió la carta—. ¿No lo es?

 

Athena: Ains… ¿Vas a hacer que te odie, Björn? Sé que tu pasado fue traumático con Gladys y que te has vuelto un cabrón que en el fondo está herido, pero, Erna no tiene culpa de eso. Es verdad que ella es demasiado inocente y a veces ciertas cosas me exasperan un poco, pero precisamente con ella se debería ser más cauteloso y enseñarle las cosas poco a poco. Ella no merece esto.

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Capítulo 48

El príncipe problemático Capítulo 48

No creo que podamos

Erna se llevó la copa a los labios y bebió el vino. Pensó que, si estaba borracha, haría que la noche pasara un poco más fácil. Con la cabeza despejada, no había ido bien hasta ahora. Bebió, luego bebió de nuevo y siguió bebiendo pedacitos hasta que el vaso estuvo vacío.

El alcohol era mucho más fuerte de lo que esperaba, pero era lo suficientemente afrutado como para que fuera fácil de beber. El temblor en sus dedos se detuvo.

Erna sabía que el matrimonio no había sido un acto de amor, sino un acto de necesidad y se preguntó si Björn lo estaba haciendo por lástima o por un sentido de responsabilidad como su esposo. Se preguntó si solo estaba siendo caballeresco con una mujer en problemas, pero eso tampoco se sentía bien.

Hasta donde dictaba la lógica, Björn le había propuesto matrimonio y ella había aceptado sin motivo alguno. Se preguntó si esa era la mejor manera. Ella podía concentrarse en ser la mejor esposa que ella, él le había prometido ser el mejor esposo que pudiera y de esa manera, ambos podrían ser felices. Juntos.

Mientras el calor del alcohol le subía a las mejillas, levantó la copa hacia Björn, que estaba sentado inmóvil en la cama a su lado. Miró entre el destino que hubiera amado y la copa de vino vacía, Björn levantó una mano para tomar la copa y sus manos se tocaron. Erna suspiró, Björn tenía una expresión determinada mientras tomaba el vaso y lo colocaba en la mesita de noche.

—Gracias —dijo Erna.

Ella fue tan cuidadosa en romper el silencio. Su propia voz sonaba extraña y distante. No sabía qué más decir, no se le ocurrió nada en ese momento, así que dejó que su voz se desvaneciera en la memoria.

Björn se rio y se tumbó en la cama cerca de ella. Aunque se estremeció, esta vez no intentó huir. Björn se inclinó y besó sus labios suaves y húmedos. Era más suave, más gentil, más delicado con la rosa fresca en sus manos.

Erna se apoyó en él y se sintió más dócil gracias a la embriaguez. Mientras se besaban, Erna podía sentir que algo le subía desde los dedos de los pies hasta la barriga, una especie de emoción. Ni siquiera le importó que Björn le desabrochara el vestido y lo deslizara sobre sus hombros una vez más, dejando al descubierto su pecho. Ella aceptó tranquilamente su toque.

—Erna —dijo Björn, la jovialidad subrayaba su tono suave.

Abrió los ojos para mirarlo y se dio cuenta de que ahora estaba acostada en la cama, donde había estado sentada.

—¿Así es como se supone que debe ser? Siento un hormigueo —dijo Erna, avergonzada.

—Sí.

Björn movió su mano desde amasar su pecho hasta ahuecarla alrededor de su cuello y mejilla. Pensó que esto sería suficiente, siempre y cuando ella no empezara a olfatear de nuevo y a irritarle los nervios, pero no era divertido tenerla allí, inmóvil, como un cadáver.

Björn se incorporó y comenzó a desabrocharse la ropa. Erna apartó la mirada, como si viera algo que no debería.

—Deberías mirarme —susurró Björn—. Si no, entonces me sentiré sucio o me preguntaré si estás pensando en otro hombre.

—No, no es así —dijo Erna, la conmoción en todo su rostro.

Si bien pudo mirarla con tanta indiferencia, ella se sintió invadida por un sentimiento incontrolable. Él la atrajo hacia sí y ella pudo sentir el calor de su pecho contra el de ella.

—En serio, dices cosas tan insoportablemente insultantes —dijo ella, mirando a los ojos de Björn. Sus ojos eran agudos, como si se estuviera protegiendo contra la pérdida de su inocencia.

Björn la besó, prácticamente tragándose los labios cuando estaba a punto de decir algo más. Cayeron de espaldas en la cama y Erna pudo sentir el peso de Björn encima de ella otra vez. Fue un shock, pero no uno que ella rehuyó esta vez.

Björn separó las piernas de Erna, que se habían levantado sin que nadie le hiciera señas, y humedeció su carne interior. Podía sentirlo moverse con movimientos delicados y se le puso la piel de gallina. El cosquilleo fue tan intenso que se retorció al lado de Björn. Su mano cayó a su costado y pudo sentir la forma levantada de Björn. Sabía que él había estado erecto durante la mayor parte de la noche, pero esta era la primera vez que lo tocaba correctamente.

La respiración de Björn se volvió superficial y rápida. Coincidió con su propia respiración. Ella finalmente se estaba relajando en el mareo que su toque le producía y se intensificó mientras él exploraba. A cambio, sintió toda su longitud a través de sus calzones. Trató de considerarlo, de entenderlo, pero sus movimientos sobre ella hicieron que su cabeza se nublara y apenas se dio cuenta de que él estaba allí.

Para cuando Björn se levantó y se sentó entre las piernas de Erna, su respiración se había agitado y Erna sintió como si hubiera corrido por el jardín delantero. Se encontró a sí misma no queriendo que él se detuviera.

Erna miró a su marido y sintió que el calor le subía a las mejillas una vez más. Era como vergüenza, pero no del todo. Observó sus hombros cuadrados y su gran estructura. Sus músculos eran delicadas demostraciones de fuerza y poder. La emocionó y angustió. Quería ver más de él, si no todo de él.

Como una niña en Navidad, maravillada por los regalos envueltos bajo el árbol, Erna estudió el cuerpo de su esposo con el mismo entusiasmo. No fue hasta que sus ojos se aventuraron hasta su cintura que la realidad volvió a enfocarse.

—Oh —suspiró Erna involuntariamente.

A pesar de que había visto uno antes, miró con los ojos muy abiertos. No podía creer lo que estaba viendo en realidad. Apartó la mirada, como si mirar fuera a insultar a Björn y estudió las paredes y el techo más allá de la oscuridad de la habitación.

Como si tuviera problemas de memoria, Erna volvió a mirar la forma de su esposo pensando que se había perdido algún detalle, o reafirma la distorsión de las proporciones en su mente.

Todo era igual.

—B-Björn, no creo..., quiero decir, es demasiado grande, no encajará.

Podía sentir que las lágrimas acudían a sus ojos y empañaban el fondo de su visión. Ella luchó contra ellas. Era una preocupación seria y Björn simplemente se rio.

—Gracias —dijo Björn y tiró de Erna suavemente hacia él, envolviendo sus piernas alrededor de su cintura. Eran más delgados que sus brazos—. Ese es un cumplido muy conmovedor —dijo, imitando la pequeñez de Erna.

Björn agarró la cintura redonda de Erna con sus manos firmes, ella comenzó a forcejear cuando sintió el toque desconocido de Björn contra su diminuta forma. Los ojos de Erna se abrieron como platos cuando Björn empujó contra ella con fuerza, Erna podía sentirlo empujando en el área que ella nunca había tocado y luchó contra la sobrepresión y el dolor.

—Quédate quieta, Erna —suplicó Björn.

Erna trató de ordenarle que se detuviera, dejó respirar por un segundo, pero salió como un gemido quejumbroso. Björn podía sentir que Erna estaba lo suficientemente mojada, pero era demasiado estrecha. No ayudó que estuviera asustada y rígida por el dolor.

—B-Björn, no va a encajar —dijo Erna, las lágrimas fluyeron de nuevo por el dolor.

Björn la ignoró y se preparó para empujar de nuevo. Apenas había llegado a la mitad, pero Erna no tenía forma de saberlo y se retorcía por el dolor. Podía sentirlo todo el camino dentro de ella ahora y se sentía como si se estuviera partiendo en dos.

—Está bien. —Björn trató de tranquilizar a Erna—. Estás bien ahora.

Se inclinó hacia adelante y le dio un suave beso en las mejillas y luego en los labios, profundizando su vínculo. El sudor cubría el cuerpo de Erna tanto como goteaba de Björn.

Miró sus ojos llorosos, su tono azul perfecto teñido por una hinchazón roja causada por su llanto. Él mintió cuando dijo que ella estaría bien, pero tuvo el efecto deseado. Pareció relajarse y pudo sentir cómo disminuía la tensión en su ingle.

Björn no dudó, aprovechó el momento y se empujó profundamente dentro de Erna. La conmoción hizo que sus ojos se abrieran de par en par y momentos después, gritó.

—Detente, ahora, Björn, bájate —gritó.

Björn se retiró como si fuera a retroceder y darle a Erna la oportunidad de respirar, pero cuando estaba casi fuera, empujó sus caderas hacia adelante nuevamente. Erna luchó y gimió, Björn gruñó mientras empujaba una vez más. Su paciencia se había agotado.

—¡¡Duele, por favor detente!! —Erna sollozó.

A Björn ya no le importó y comenzó a empujar más rápido y aunque el dolor hizo que Erna sollozara, el dolor ya no era tan fuerte como para que no pudiera sentir la emoción del sexo. Ahora era una mujer y parecía absorber a Björn como si lo hubiera estado haciendo toda su vida.

Brotes de sangre se formaron como pétalos en el camisón debajo de su cintura y se untaron a través de sus entrepiernas. Erna recordó haber pensado que era una cantidad de sangre aterradora, pero en ese momento el dolor desapareció y todo lo que quedó fue la presión en su estómago de Björn empujando dentro de ella y el placer abrumador.

Cuando Björn abrió la puerta del dormitorio por primera vez, se dijo a sí mismo que estaba cumpliendo con su deber para con su esposa, pero ahora que estaba profundamente dentro de ella, se sintió completamente egoísta mientras absorbía cada gramo de placer que podía al tomar la virginidad de su esposa.

Lo estaba volviendo loco.

Miró a su esposa y vio que finalmente lo aceptaba. Se veía tan linda, con los ojos cerrados y la cara suspirando de placer. Mientras se movía, Erna se retorcía debajo de él y se agarraba a sus hombros. Sus uñas se clavaban en su piel, enviando pulsaciones de dolor que exacerbaban el placer.

Björn enterró su rostro en el cuello de Erna y comenzó a moverse salvajemente. El sonido de su pesada respiración llegó al oído de Erna y pensó en una bestia enloquecida. Su cuerpo se estremeció violentamente y le resultó difícil mantener la realidad.

Erna no sabía qué hacer, la sensación estaba llegando a niveles insoportables y no sabía qué hacer con ella. Las lágrimas volvieron, trató de contenerlas, pero el peso que empujaba contra su cintura se sentía como si estuviera siendo aplastada y apenas podía respirar.

El sonido de su piel mojada chocando entre sí hizo que Erna de repente se sintiera muy consciente de sí misma. Era un sonido vergonzoso y podía sentir que se alejaba de la situación, pero solo para encontrarse con la intensa sensación que se acumulaba en su ingle.

A Björn ya no le importaba el llanto. Se incorporó y miró a su esposa. Su cara era un desastre rojo hinchado de lágrimas y sudor, pero aún se veía tan hermosa. Respiró profundamente en el momentáneo respiro, haciendo que su pecho subiera y su busto se erizara como dos montículos hinchados de carne suave.

Björn levantó su cintura hacia él. Ella ahogó un grito en un puño y sonrió borracha. No era solo la piel de Erna la que era suave y cálida, sino que estar dentro de ella también era un desastre suave, cálido y húmedo de placer aterciopelado.

Sosteniéndola firme, Björn bombeó en las partes más profundas de ella, lo que envió un nuevo dolor a través de su pequeño cuerpo y ella gritó. Con un último empujón, Erna sintió que Björn crecía aún más dentro de ella y una calidez se extendió por su barriga. Su cuerpo tembló y se le puso la piel de gallina en cada centímetro de piel.

Björn se derrumbó junto a su esposa y la habitación quedó en silencio. Su respiración pesada era lo único que se podía escuchar sobre el sonido del fuego crepitante.

Se quedó dentro de Erna por un tiempo, queriendo aferrarse a la sensación de su interior suave y aterciopelado.

—¿T-Terminaste ahora? —preguntó ella.

—Sí —dijo Björn perezosamente.

Con gran esfuerzo, movió su cabeza para estar al lado de la de Erna y mientras estaba recostado sobre la almohada, estiró sus labios para besar su mejilla. Echó de menos y besó el lado de su nariz en su lugar.

Fue una dulce mentira.

—Su Alteza, ¿estáis despierta? —Llegó la voz suave y aguda de la señora Fitz

Erna pensó que todavía estaba en un sueño, ya que la voz la despertó de la inconsciencia, llamarlo sueño se sintió como un eufemismo. El miedo se deslizó por su rostro cuando se despertó en una habitación desconocida y desnuda.

—Sí —dijo Erna rápidamente y se sentó, tapándose con las sábanas. Hacerlo le envió una descarga de dolor y se acordó de la noche anterior—. Estoy despierta.

Mientras levantaba las sábanas, vio la gran mancha de sangre que ya no parecía una rosa en flor, sino que parecía que alguien había sido asesinado en su cama.

—Está bien, voy a entrar —dijo la señora Fitz.

—¡No! —gritó Erna.

Se levantó de la cama y trató de caminar con las piernas temblorosas. Se doblaron debajo de ella y se desplomó en el suelo.

—¿Estáis bien, Su Alteza, ¿qué pasó?

—No es nada, estoy bien.

Erna se obligó a ponerse de pie y recogió las sábanas ensangrentadas. Miró a su alrededor en busca de algún lugar donde esconderlas y vio en el reloj que ya era mediodía.

—¿Todavía estabais dormida?

Mientras Erna luchaba por pensar en qué hacer, la señora Fitz siguió llamando a la puerta y pasando palabras de preocupación a través de la gruesa puerta de madera.

—Voy a entrar, Su Alteza.

Erna entró en pánico y recordó el baño. Salió disparada con las sábanas a cuestas y cerró la puerta de golpe, justo cuando se abría la puerta del dormitorio.

 

Athena: En el fondo no sé si me gusta o no, la verdad. Es que siempre me ha parecido estas cosas muy… exageradas. Ni que la estuvieran matando. No voy a pararme a decir si él hizo bien o no, en parte sí y en parte no, pero no sé, tampoco me parece algo como para hacer una mancha de sangre tan grande jajajajajaj.

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Capítulo 47

El príncipe problemático Capítulo 47

La Promesa

—H-Hola, Su Alteza —dijo Erna.

Había estado conteniendo la respiración hasta que finalmente habló, un pequeño susurro en la noche. Estaba cansada, pero el saludo aún fue cortés, Björn se rio.

—¿Estás cansada? —dijo Björn.

—¿Qué? Oh, lo siento, no era mi intención quedarme dormida.

Björn no quiso criticarla, pero Erna se disculpó con lágrimas en los ojos. Björn se sentó en la cama y colocó una mano sobre Erna para sujetarla mientras se movía para sentarse. Su nueva novia parpadeó.

Björn bajó la mirada hacia donde estaba su mano sobre el camisón de Erna y comenzó a desabrochar los botones. Se fijó en los adornos de encaje y volantes, parecían fuera de control y tenían escrito la señora Fritz entrometiéndose por todas partes. Aunque el vestido era del gusto de Erna, parece que la vieja niñera no pudo evitar interferir.

—Es un camisón muy bonito —dijo Björn suavemente.

Erna se sonrojó al recibir el complemento y la gentileza con la que Björn abrió el camisón.

—Gracias —Erna murmuró por lo bajo.

Parecía tan seria y su susurro ronco era absurdo, Björn no pudo evitar reír con ganas. Esto hizo que Erna se alejara un poco de él y se acurrucó en su camisón. Sólo sus delicados piececitos asomaban por debajo de ellos y parecía una muñequita infantil, cubierta de ricos encajes.

—Erna —dijo Björn después de que terminó de reírse.

Erna lo miró, aturdida y sonrojada. Todavía no podía creer que fuera su nombre, se sentía tan desconocido.

—¿Sí, Su Alteza? —La voz de Erna tembló. No se había movido de su posición acurrucada en la cama, pero jadeaba, sus dedos seguían curvándose.

—Llámame por mi nombre —dijo Björn. Levantó la mano y soltó una cinta que estaba atada en su cabello. Pasó una mano grande a través de él, ayudándolo a caer en cascada por la parte delantera de su vestido—. Creo que llamarme Su Alteza en una situación como esta… es un poco… —Sostuvo el extremo de la otra cinta—. Di mi nombre.

Tiró de la cinta. Erna negó reflexivamente con la cabeza y se agarró el cabello.

—Date prisa —instó Björn.

Parecía no darse cuenta de la resistencia de Erna y la instó a continuar. Mientras tanto, sus dedos discutían sobre la cinta, pero Björn finalmente se la llevó.

—Haz tu mejor esfuerzo, Erna —dijo con firmeza.

Con la cinta entrelazada en sus dedos, agarró la muñeca de Erna y abrió sus piernas con su mano libre. Erna jadeó. No fue contundente, pero Erna tampoco opuso resistencia, realmente no tenía tiempo.

—¿No me prometiste que serías una buena esposa?

—Eso es…

—¿Eso fue una mentira?

—No. —A través de toda la mezcla de confusión y sensaciones, Erna salió adelante con firmeza—. No mentí sobre eso.

—Eso es un alivio, no me gusta que me engañen. —Björn sonrió y dejó ir a Erna.

Erna tenía ganas de cubrirse el cuerpo, pero sus pequeñas manos no podían hacer un trabajo lo suficientemente bueno. Miró a Björn, cuya sonrisa nunca llegó a sus ojos. Era difícil de leer. Jugueteó con las sábanas, retorciéndolas y su mente se aceleró.

Había hecho una promesa y tenía la intención de cumplirla, pero no pensó en estos deberes que tendría que cumplir. Era obvio para ella lo que implicaban sus responsabilidades como esposa, pero ahora que estaba aquí, vacilaba.

Erna se volvió locamente consciente de su respiración superficial, que se volvía rápida y errática, y luego silenciosa mientras luchaba por controlarse. Björn estaba estirando la mano para desabrochar el resto de su camisón, más relajado esta vez, suave.

Mientras se quitaba suavemente cada capa, Erna se dio cuenta de que el ritual de desvestirse no era tan malo. Sintió el placer calentar su mente mientras cada capa la liberaba de la ropa cargada. Björn habría dicho que era divertido, como abrir una caja de regalo hecha con amor. El lento proceso de revelar el cuerpo de una mujer era tentador.

—Su Alteza —dijo Erna, mientras Björn se disponía a desabrochar el primer botón de la última capa del pijama. Levantó ambas manos y las puso sobre las de él.

—Mi nombre.

Björn tomó sus manos y las colocó sobre la cama. Erna no se resistió.

Sus labios temblaron cuando trató de susurrar su nombre.

—Björn… —dijo finalmente y para Björn, apenas fue audible. Él asintió—. Yo… quiero quitártelo.

Hizo ademán de levantarse, pero Björn aún la sujetaba por las manos.

—No, estás cansada, debes descansar, déjame hacer todo el trabajo.

—¿Qué?

—Tengo que hacer todo lo posible para ser un buen esposo también.

Tranquilamente, Björn continuó desabrochando la parte delantera de su pijama. Uno a uno, los botones se fueron desabrochando y poco a poco se fue revelando el cuerpo de Erna, hasta que se quitó el último botón y Björn dejó que el pijama se deslizara por el hombro.

Erna apartó la mirada con una vergüenza insoportable y cerró los ojos con fuerza. Sus mejillas se sonrojaron de un rojo brillante que prácticamente brillaban. Björn sonrió.

—Eres tan hermosa, Erna —dijo suavemente.

Erna se quedó sin aliento ante las palabras de Björn y lo miró con los ojos tan abiertos que todo su blanco estaba a la vista. Sabía que ninguna respuesta era lo suficientemente cortés y su voluntad de perseverar se desvaneció. Intentó ponerse de pie, pero Björn ya se estaba moviendo en la cama y acomodándola.

Erna cerró los ojos e intentó gritar al sentir el peso de Björn encima de ella. El sonido murió en la punta de sus labios cuando se dio cuenta de que él la estaba besando. La cercanía de él, podía oler su sudor y se mezclaba con el olor de su aliento. La sensación de sus labios suaves y una lengua extendida dejó la mente en blanco de Erna, mientras hacía todo lo posible para masajear sus labios con los de ella y encontrar su lengua a mitad de camino.

Ella trató de decir su nombre, pero sus besos lo convirtieron en un suave gemido, él le devolvió el gemido con el suyo.

Cuando finalmente recuperó el sentido y abrió los ojos, Erna se encontró tirada en medio de la cama, pero en lugar de mirar al techo, estaba mirando la cara de Björn. Parecía un poco fuera de foco a medida que aumentaba su calor.

Una mano fría que descendía por delante de ella la devolvió bruscamente a la realidad y vio cómo Björn estiraba la cabeza para envolver sus suaves labios alrededor de su pecho. Era un contraste tan marcado entre el calor y el frío, Erna se quedó sin aliento. Sus manos se levantaron y cubrieron su rostro.

Mientras él chupaba su pecho y acariciaba su barriga, ella gimió desvalida y su cabeza se balanceó de lado a lado. El cabello cuidadosamente cepillado y atado que se suponía que la haría lucir bonita, no estaba enredado.

La habitación se llenó con el ruido de la respiración caliente, gemidos delgados y piel rozando suavemente la piel. Björn chupó y sorbió a Erna, tratando de seducirla y la quietud se desvaneció.

Las manos de Björn continuaron acariciando el vientre de Erna, moviéndose a lo largo de su pequeña cintura y entre sus piernas. Los ojos de Erna se abrieron como platos cuando sintió que sus dedos se movían.

—B-Björn —dijo entrecortadamente.

Todavía no tenía el coraje de gritar su nombre tan fuerte como le hubiera gustado. Todavía podía sentir una parte de sí misma conteniéndose. Björn se levantó de su dolorido busto y la miró.

Erna aprovechó la oportunidad para alejarlo. Estaba sollozando, no podía evitarlo. Björn frunció el ceño preocupado y detuvo la mano que empujaba con un dedo a Erna. Impulsado por el miedo de haberla lastimado, se retiró y ayudó a Erna a sentarse.

Bajo su mirada, mientras él se cernía sobre ella, Erna dejó escapar las lágrimas que había estado conteniendo.

Era doloroso…

Y de ese dolor, ella estaba asustada….

La entristeció y sintió lástima a la sombra de Björn. Se tapó la cara con las manos y las lágrimas se hicieron más intensas.

Björn miró a su esposa llorando, como un espectador en una obra de teatro. Era una situación bastante emotiva, pero al mismo tiempo, no pudo evitar admirar su forma pequeña y su busto firme. Sus ojos siguieron las líneas de sus curvas y su delicada cintura, sus esbeltas extremidades y sus pezones hinchados. Aunque era una mujer menuda, nunca pareció inmadura.

Erna había superado sus expectativas.

Los sollozos finalmente cesaron y Erna miró a Björn, como si se estuviera aferrando a él con solo una mirada.

—Björn —susurró entre sollozos.

Su rostro estaba en blanco y sin emociones mientras pronunciaba su nombre y con cada pronunciación, su voz se volvía más firme, más fuerte, más fuerte. Erna no sabía qué más decir, así que dijo su nombre.

Björn suspiró y se pasó una mano por el pelo. Podía olerla y eso solo aumentaba su irritación por la situación. Estaba desconcertado por esta mujer, que estaba mojada y gimiendo en un momento, y de repente gimiendo y llorando al siguiente.

Se sintió arrogante. Pensó que se había entrenado bien, venciendo a todo tipo de borrachos, ganando numerosos trofeos. Entonces le sorprendió que Erna pudiera darle tanta vergüenza y sin estar borracha.

Björn miró a Erna con los ojos entrecerrados. En la cama, se supone que es divertido y él nunca necesitaba tratar con mujeres quejumbrosas y torpes si no quería. Si no quisiera tener que lidiar con el problema, podría irse y no sentirse avergonzado.

Ese pensamiento había pasado por su mente y estaba a punto de hacerlo, pero Erna era su esposa. Esta no era una fulana recogida en el club. Esta era su esposa.

En ese sentido, Björn debía afrontar este nuevo reto, le gustara o no. Erna era tan suya como él de ella y necesitaba hacer un esfuerzo. Se habían prometido el uno al otro.

—Lo lamento —dijo Erna, finalmente levantando la vista de sus manos.

Björn no pudo evitar reírse ante la sensación de Deja Vu. Ahora que lo pienso, esta no era en realidad la primera vez que esto sucedía. Hubo un antecesor…

Gladys.

¿Erna era otra Gladys?

Björn se rio de la desagradable sensación de volver a arrastrarse por el barro. El toque de la mano de Erna en su hombro lo trajo de vuelta de oscuros pensamientos de malos tiempos.

—Yo… mantendré mi promesa. No estoy mintiendo. Lo mantendré —dijo Erna, vacilante.

Björn no podía dejar de pensar en cómo tanto Gladys como Erna se comportaban como si las estuvieran violando. Era aterrador pensar que eso era lo que estaba haciendo. La situación podría haber sido la misma, pero las palabras pronunciadas por las dos mujeres fueron completamente diferentes.

—Pero estoy asustada. Es extraño, es raro… —Los ojos de Erna vagaron por la habitación antes de finalmente detenerse en los de Björn—. Cumpliré mi promesa.

Promesa…

Su promesa.

La forma en que Erna lo dijo fue confusa y confundió a Björn. Parecía que era un ujier que había venido a cobrar su deuda. Cuando Erna debió dinero por el trofeo perdido, se comportó así. Tal vez ella todavía sentía que le debía, tal vez, si él no hubiera usado el paseo en bote como una excusa para cancelar sus deudas. Si ella todavía estaba trabajando para hacer flores artificiales.

En ese momento, Björn recordó el rostro de la mujer que le había ofrecido una flor en señal de promesa y dejó escapar un profundo suspiro de desesperación. Erna lo tomó como una reprimenda y apartó la mano de su hombro. Medio dándose la vuelta, comenzó a secarse las lágrimas de la mejilla.

Björn sintió que la irritación volvía a surgir, pero no socavó la lástima que también sentía. Decidió no juzgar el alcance de la ignorancia de Erna. Él tomó en cuenta que ella no sabía nada.

A Björn le sorprendió que Brenda Hardy, la madrastra de Erna, hubiera intentado enviar a su hija a casarse en este estado. Tampoco ayudó que Erna viviera con su abuela antes de venir a la ciudad, la baronesa era una mujer muy conservadora. Erna realmente no sabía nada sobre hacer el amor.

Björn había asumido que Pavel podría haberle enseñado un par de cosas cuando corrían juntos. Costaba creer que ni siquiera hubieran hablado de sexo. ¿Era el pintor un eunuco o algo así?

Björn miró a su esposa, la mujer que se rumoreaba que era una concubina, de hecho estaba tan intacta como la nieve recién caída. Ella era una pizarra en blanco. Björn dejó escapar un profundo suspiro, incluso en medio de esta molestia, solo había una cosa que podía hacer.

Erna miró a Björn con los ojos muy abiertos cuando el príncipe comenzó a reír.

Cuando aplacó la risa, Björn se acercó a recoger la bebida y dos vasos de la mesa. Erna se agachó y agarró cualquier vestido que tuviera a mano y cubrió su esbelto cuerpo desnudo. Ambos se sentaron juntos en la cama.

—¿Cuánto puedes beber? —preguntó Björn.

—No sé. —Erna respondió mientras miraba a Björn servir dos bebidas.

—¿Cuánto sueles beber?

—Uno —contestó Erna en voz baja.

—¿Un solo trago? —Él le tendió el vaso.

—Sí, después de un trago me pongo caliente y, ermm…. Difusa —dijo Erna rápidamente, como para evitar parecer una tonta ignorante.

Björn asintió. El rostro de Erna aún estaba húmedo por las lágrimas que no se había secado adecuadamente, pero su expresión era una vez más firme y fuerte, y sus ojos eran brillantes y asertivos.

—Toma, bebe —dijo Björn y ofreció el vaso de nuevo. Erna lo tomó—. Bebe y sopórtalo, Erna.

Su orden fue suave y más fría que el toque del vaso en su mano.

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Capítulo 46

El príncipe problemático Capítulo 46

Hola, mi esposa

La segunda boda real estaba en marcha.

Era muy diferente de la primera boda real, que fue tan ruidosa y ocupada que las almas del príncipe y la princesa, que estaban tan acostumbrados al tumultuoso y público estilo de vida, se ahogaron.

Al final del Camino Virgen, frente al arzobispo que los iba a casar, Björn se volvió lentamente hacia Erna. Él no soltó su mano. La luz de la vidriera bañó a la pareja con una luz rosa.

Bajo la mirada de cientos de espectadores, Björn levantó el velo que cubría el rostro de Erna. Fue un gesto tan pequeño y solo el primer acto en una larga línea de ceremonias y tradiciones prescritas. También era un acto sin sentido, descubrir el rostro del que había mirado tantas veces antes de hoy. Era principalmente para las masas.

Las comisuras de los labios de Björn se curvaron suavemente en una sonrisa mientras miraba a los ojos de Erna. El azul feroz estaba manchado por la luz roja y parecía una llama encendida en el cielo. Erna parecía una flor con el vestido de novia de encaje en capas y sedas delicadas. Quería aplaudir al sastre, que hizo un espléndido trabajo de encapsular a la campesina a la que le gustaban los vestidos largos.

Erna evitó mirar directamente a Björn y, aunque sus mejillas se habían enrojecido, todavía podía ver el rubor de la vergüenza en ellas. No pudo evitar reírse.

Había permanecido rígida hasta el momento en que el arzobispo comenzó a hablar y luego se produjo un cambio en ella. Adoptó el aire de una estudiante ansiosa. Sus ojos brillaron mientras se concentraba en las largas y proyectadas sílabas del arzobispo que resonaban con un poco más de entusiasmo que su habitual aburrimiento.

Björn observó la apasionada simpatía de los espectadores mientras el arzobispo se dirigía a Erna. Podía decir quiénes eran los que estaban bien informados en la teoría de todas las tradiciones practicadas en este momento y los que estaban completamente absorbidos por la emoción de ello.

Erna asintió delicadamente con la cabeza y la mirada fría y severa del arzobispo se suavizó. Luego se volvió hacia Björn y su rostro se convirtió en un rostro de condenación y fuego infernal una vez más. Miró a Björn con ojos extrañamente enérgicos.

Esos ojos hicieron que sus palabras se sintieran más como amenazas que como promesas de devoción. Especialmente cuando se combinaba con palabras como para siempre, hasta la muerte, deber y honor.

—¿Me escucha, Su Alteza? ¿Entiende lo que quiero decir, su alteza? Bajo pena de quemarse en el infierno por toda la eternidad, su alteza. —Parecía decir el Arzobispo.

Björn continuó sonriendo a pesar de la mirada penetrante de los arzobispos y dijo con frialdad:

—Sí, entiendo lo que quieres decir.

Björn pensó que el arzobispo podría resentirse un poco con él. Sonrió más en su boda con Gladys y ahora, cuatro años después, se casaba con otra mujer. Sin duda eso lo inquietó un poco. Björn pudo ver que miraba a Erna con lástima mientras bendecía a la pareja, con una voz retumbante lo suficientemente alta como para ser escuchada por las campanas.

Björn concluyó la ceremonia con una profunda reverencia y besando a Erna. La multitud no vitoreaba, pero aplaudía y el salón de la capilla hacía sonar como cien tormentas eléctricas, junto con las campanas, el ruido era increíble. Cuando Björn se apartó del beso, los ojos de Erna se abrieron y se veían más brillantes que nunca, como un par de brillantes hinojos marinos.

Erna asintió levemente con la cabeza, como si contemplara algo y fijó a Björn con una mirada firme. Ella le sonrió. Ella ya no se rehuyó.

«Erna Dniester es tan hermosa». Björn pensó que era un hecho satisfactorio.

—No.

A lo largo de la boda, había escuchado la palabra repetida una y otra vez. No su merced, no su alteza, no su excelencia. Estaba segura de que la última estaba equivocada. Si el único cambio fue el nombre, ¿realmente hubo algún cambio?

Erna miró a la señora Fitz, que la miraba con ojos firmes y feroces. Ella solo había dicho que podía bañarse sola, pero la hicieron sentir como una criminal a punto de ser ahorcada.

—Su Alteza Real es el anfitrión del Palacio Schuber, lo que significa que vos sois la primera princesa, la Gran Duquesa de Lechen. Tenemos la responsabilidad de mantener la dignidad apropiada, Su Alteza —dijo la señora Fitz.

Era difícil para Erna entender, ¿bañarse sola sería un detrimento para la dignidad de la Gran Duquesa?

La señora Fitz era la niñera del príncipe y lo había criado desde que era un bebé. Era una de las sirvientas más confiables del personal de las Familias Reales. Erna sabía que podía aprender mucho de ella. Ella era literalmente la voluntad de Björn en otra forma. Se había ocupado de Erna en los meses previos a la boda y había sido responsable de garantizar que todos los preparativos de la boda transcurrieran sin problemas.

La señora Fitz era una mujer severa y fría cuando era necesario, pero también era muy brillante y digna. Era una buena persona, según la baronesa Baden. Entonces, ¿qué podría hacer Erna? No podía estar en mejores manos, supuso, así que, asintiendo en silencio, Erna sucumbió al testamento de la señora Fitz.

En respuesta a la orden silenciosa, las criadas trabajaron diligentemente para preparar a Erna para su baño. Cuando la Gran Duquesa se sentó en el agua perfumada, realmente no tuvo tiempo de sentir vergüenza.

Acostada en el agua caliente, el aroma de las flores confundiendo su mente, pensó en el día. Había comenzado el día al lado de su abuela como Erna Hardy. Terminó el día, desnuda, en un baño rodeada de criadas, como Erna Dniester. Era un sentimiento desarticulado. Afortunadamente para Erna, Lisa todavía estaba a su lado y vertió agua caliente sobre los hombros de Erna.

—Todo estará bien, Su Alteza —dijo Lisa. Todavía no era familiar escuchar a Lisa usar ese título.

Erna bajó la cabeza y tocó los pétalos con la nariz. Rezó para que pasara el tiempo, para estar fuera del baño y vestida, en su propia habitación y sola.

Finalmente, al salir del baño y entrar en las cámaras de la Gran Duquesa, se dio cuenta de que el viento traía una prueba cada vez mayor.

«Grande». Pensó. «Todo es demasiado grande.»

El pensamiento, que debía haber venido a Erna una docena de veces, solo ahora parecía apropiado. El palacio era demasiado grande y Erna estaba abrumada. Cuando Erna se mudó a la mansión Hardy desde la Baden, quedó asombrada por la gran escala de lujo, pero esto hizo estallar ese pozo fuera del agua.

Solo en la habitación de Erna, había suficiente lujo que era imposible de medir. En realidad, nada de eso le pertenecía. Aunque la señora Fitz había preparado la habitación para Erna, técnicamente todo pertenecía a Björn.

Qué desvergüenza de la Gran Duquesa, estar casada con el príncipe y tener solo su cuerpo para traer a la unión. Erna era muy consciente de cómo la gente la veía y de las calumnias que difundían. La familia Baden no pudo mantener una sola casa de campo y la familia Hardy era tan pobre que solo endeudó a la Familia Real. Björn estaba dispuesto a desnudarlo todo.

La mansión de la familia Baden estaba segura y pertenecía firmemente a Erna. La familia Hardy pudo escapar de la bancarrota y todo fue gracias al dinero de Björn. La gente sumaba sumas imaginarias de dinero y se preguntaba cuánto podía quedar.

Mientras Erna estaba ausente en su aturdimiento, las criadas se ocupaban de ella, vistiendo a la Gran Duquesa. La vistieron con capas de camisones y batas, le recogieron el cabello en un moño pulcro y la empaparon con el aroma de las flores.

—Que tenga una noche tranquila, Su Alteza —dijo la señora Fitz.

Cuando las puertas se cerraron detrás de la anciana, Erna se quedó sola en medio de la habitación. Estaba casi oscuro en la habitación, sombras profundas llenaban los rincones donde la chimenea y la luz de las velas no llegaban. Lentamente, Erna se dio la vuelta y observó todo.

Observó la mesa decorada con flores y los dos vasos colocados sobre ella. No era tan ingenua como para no saber qué esperar en la primera noche de matrimonio de una pareja. Simplemente nunca creyó realmente que podría suceder entre ella y Björn.

Se sentó en la cama grande. Era más suave que cualquier cosa con la que se hubiera encontrado antes y mientras se sentaba, el día se desarrolló en su memoria una vez más. Desde el paseo en carruaje hasta la capilla, la mirada severa del Arzobispo, que pronto se transformó en lástima.

Después de la boda, viajaron juntos por Schuber en un carruaje abierto. Había tanta gente reunida que se preguntó si todas las personas de la ciudad habían salido a las calles.

Incluso solo recordar el espectáculo de todo eso la hizo sentir sin aliento una vez más. Estaba tan congelada por el terror que solo podía mirar hacia adelante. Cuando finalmente lo hubo asimilado todo, descubrió que podía sonreír e incluso llegó a saludar a las personas con las que se cruzaba. Como Björn le había dicho que hiciera.

En su mente, mientras saludaba, se imaginó que la gente no la aclamaba, sino que la abucheaban y, mientras se sentaba en el borde de la cama, se sentía como una niña tan ingenua.

Björn había sido tranquilizador durante el desfile. A menudo olvidaba que ella era la Gran Duquesa y simplemente lo miraba fijamente. Tomando en cuenta las líneas afiladas y los rasgos delicados de su rostro armonizados para dar una impresión muy elegante. La combinación de su figura esbelta y su estructura grande y sólida era la misma. Su cabello claro y dorado se veía decolorado por la luz del sol, que casi parecía como si una nube hubiera decidido adherirse a su cabeza.

Notó que Erna lo miraba y ella bajó los ojos avergonzada. Se sentía como una niña pequeña a la que habían sorprendido haciendo algo malo. Durante toda la recepción, este mismo escenario siguió ocurriendo, sintió que no se le permitía mirar al príncipe, su esposo.

Erna se había estado mirando las yemas de los dedos mientras se sentaba en la cama y se quedaba dormida. No se dio cuenta hasta que se despertó bruscamente al casi caerse de su posición. El reloj decía que era casi medianoche y Björn aún no había regresado. Todavía debía estar celebrando con sus amigos.

Así que Erna se acurrucó a un lado de la cama. La severa advertencia de la señora Fitz le vino a la cabeza, pero no le importó, estaba demasiado cansada. La somnolencia y la fatiga hicieron papilla su mente mientras consideraba las ramificaciones.

Sus ojos se cerraron lentamente mientras racionalizaba su elección. El dulce aroma de las flores y la romántica luz de las velas envolvieron en el sueño a Erna, la que iba a ser su única compañera en la noche de su boda.

Björn llegó a la habitación mucho después de la medianoche. Una vez que se preparó para ir a la cama, la noche se hizo más profunda.

La suite principal estaba envuelta en un oscuro silencio, ahora que los asistentes se habían retirado para pasar la noche. Björn aflojó el nudo demasiado apretado de su ropa y avanzó por el pasillo que conectaba su dormitorio con la habitación de la Gran Duquesa.

Cuando abrió la puerta de la habitación de Erna, lo primero que notó fue el dulce aroma de las flores y la suave iluminación. Estaba extrañamente silencioso, sin sonido de movimiento, pero había algo respirando allí.

Björn entró en el dormitorio y examinó todo. Se detuvo cuando vio un bulto en el borde de la cama que era Erna. Incluso cuando se acercó y su sombra cayó sobre el bulto, Erna no se movió. Estaba realmente dormida. Se rio para sí mismo.

—¿Erna? —dijo en voz baja, pero ella todavía no se movió.

Cuando Björn le rozó la mejilla suavemente, ella finalmente se movió y se dio la vuelta.

—¡¡¡S-Su Alteza!!! —gritó cuando sus ojos se abrieron por completo y vio la sombra que se avecinaba inclinada sobre ella.

Björn le tapó la boca para sofocar el ruido y le devolvió la mirada.

—Hola esposa mía —dijo suavemente, tranquilizadoramente.

 

Athena: En realidad, siento bastante expectación.

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Capítulo 45

El príncipe problemático Capítulo 45

El mundo más allá de la puerta abierta

Erna entró en la habitación con una almohada apretada contra su pecho. La baronesa Baden cerró el libro de oraciones que había estado leyendo.

—¿Puedo dormir aquí esta noche? —preguntó Erna.

La baronesa Baden sabía que no tenía sentido negarse a Erna, así que simplemente asintió. Había estado mimando a Erna como nunca antes. Después de todo, era su última noche.

Cuando Erna se fue con sus padres, pensó que podía dejar de lado los malos sentimientos que tenía hacia él, pero ahora se sentía increíblemente vacía y triste. Cuando el carruaje partió más temprano en la tarde, llevando su equipaje al Palacio Schuber, esa tristeza se profundizó. A partir de mañana, sería su nuevo hogar, para su nueva vida y familia.

—Se siente tan extraño, abuela —dijo Erna, jugueteando con sus manos debajo de la manta.

—¿Tienes miedo?

—Un poco —dijo Erna, con cautela.

Desde el día que recibió la propuesta de matrimonio, hasta ahora, había estado asustada y cuanto más se acercaba la boda, más dominaba el sentimiento. El hecho de que se iba a casar con el príncipe hizo que Erna se sintiera bastante impotente.

—¿Por qué el príncipe se me propuso? —dijo Erna en voz baja.

—¿No es porque te ama? Contrariamente a la opinión popular, el Gran Duque tiene buen ojo para las gemas ocultas. —La baronesa sonrió. Erna rio levemente.

Después de que Björn le propuso matrimonio frente a la baronesa, su visión del hombre cambió. Parecía olvidar por completo el pasado y todas las veces que criticaba al príncipe, llamándolo el niño problemático de la familia real.

Erna quería decirle a su abuela que no era cierto, que el príncipe no la amaba, pero sabía que su abuela estaba mintiendo, tanto como ella. Erna casi se había visto envuelta en un escándalo que habría arruinado su futuro. Convertirse en Gran Duquesa trajo alegría a la baronesa, pero dentro de eso estaba la profunda tristeza de dejar a su nieta.

—Mi querida Erna, tenía tanto miedo de que siguieras los pasos de tu madre. Estar con un hombre que engaña y miente y no se preocupa por sus hijos. Björn era terriblemente parecido a Walter, me enfermaba. No hubiera sido bueno para ti perder tu corazón por un hombre así. Corrí todo el camino hasta aquí, para salvar a mi nieta de tal destino, pero herví mis entrañas por nada, el príncipe no es como los rumores, es un buen joven. —La baronesa sonrió, incluso cuando sus ojos se pusieron rojos por las lágrimas.

Erna sabía de los rumores. Durante su tiempo tumultuoso en la ciudad, escuchó todos los chismes malvados y aprendió cómo esos rumores podían destruir a una persona. La baronesa Baden también lo sabía, así que se puso del lado de Erna.

Sabía que los rumores sobre Erna no eran ciertos, la baronesa asumió que los rumores sobre el príncipe tampoco podían ser ciertos. Observó a Björn Dniester durante los últimos meses y llegó a la conclusión de que los rumores eran muy exagerados. Estaba cautelosa y sabía que su visión podría verse distorsionada por el deseo de encontrar la felicidad para Erna, pero sabía que el príncipe podía tener cierto nivel de confianza.

—No hay nada que temer de Erna, lo harás bien —dijo la baronesa—. Solo sé tú misma.

—¿En serio?

—Por supuesto.

Erna sabía que su abuela no estaba mirando esto objetivamente, pero quería dejar el ambiente ligero, por lo que sonrió y asintió, para que su abuela no tuviera preocupaciones en su corazón.

—Harás que tu madre se sienta orgullosa, ¿de acuerdo? —dijo la baronesa Baden, dándole a Erna un beso en la frente.

—Sí, abuela.

Erna cerró los ojos y se acurrucó en la baronesa Baden. No se sentía como una noche en la que sería capaz de dormir, pero cerró los ojos y lo intentó de todos modos. Su abuela olía a pétalos de flores y su piel era suave y cálida. Podía oír el latido rítmico del corazón de la anciana. Erna grabó el momento en su mente, quería recordarlo siempre.

—Bastardo vergonzoso, ¿realmente crees que puedes tratar al padre de la Gran Duquesa así? —Walter Hardy apretó los dientes y se miró la pierna vendada. Quería deshacerse de la maldita cosa, pero hizo una promesa.

—Espera un poco, cariño. Es solo por un día —dijo Brenda Hardy, extendiendo un juego de muletas.

Temblando por su humillación, Walter aceptó mansamente las muletas.

Hacía dos días, por la noche, que el príncipe Björn había ido a ver a Walter Hardy, en la mansión Hardy. Walter se enorgullecía de ser el padre de la Gran Duquesa, pero las palabras que pronunció el príncipe le hervían la sangre.

—La señorita Hardy me tomará de la mano mientras camina por el pasillo —dijo Björn.

Era una orden que dejó desconcertado a Walter. Trató de argumentar tradición y formalidad, las muchas virtudes que el príncipe debía acatar, pero ni siquiera levantó una ceja. Era como hablarle a una pared.

—¿Qué? Pero su alteza, ¿qué dirá la gente? Habrá indignación, no aceptarán esto —dijo Walter.

Walter fue arrinconado y protestó hasta que se le sonrojó la cara. Para su hija enfrentar tal humillación en una ocasión tan trascendental, fue increíble y el príncipe actuó con tanta indiferencia al respecto.

—Entonces crearemos una razón —dijo Björn.

Debía estar borracho, qué otra razón podía haber para esta locura. Walter parpadeó al príncipe, mientras el príncipe estaba allí tan alto y orgulloso como siempre.

—No diremos que estás mal de salud, no creo que sea una buena razón —dijo Björn rotundamente. Estaba mirando la pierna de Walter.

—¿Qué estáis sugiriendo? ¿De verdad os atrevéis a llegar tan lejos? —espetó Walter.

Tal vez fue porque a Walter le preocupaba que Erna le hubiera contado todo al príncipe, pero sin importar quién fuera, no tenía autoridad para intervenir en la disciplina de un padre sobre su hijo. Walter preparó cuidadosamente una refutación y esperó la respuesta de Björn.

—¿Sí y qué? Ella es mi esposa —dijo Björn.

Tomó a Walter con la guardia baja y sintió que su espíritu de lucha se desvanecía. Al final, tuvo que aceptar la sugerencia del príncipe.

Walter se enfureció por la artimaña y maldijo a todos los seres vivos bajo el sol. El príncipe entró en su casa como un perfecto caballero, lo insultó y luego salió flotando de la casa como si nada estuviera fuera de lugar.

Walter maldijo al príncipe con cada paso cojeando que se vio obligado a dar. Tenía que recordarse a sí mismo que iba a ser el padre de la Gran Duquesa y que la familia Hardy podría disfrutar del honor de ser criado como parte de la Familia Real.

El príncipe era un loco, pero no era el único loco por aquí, Walter también podía estarlo.

Los caminos estaban llenos de multitudes de personas, que se agrupaban a lo largo de los caminos hacia el Palacio Schuber. Aunque hablaron del fin del mundo para la Familia Real de Lechen, vitorearon el espectáculo.

—Oye, ahí vienen, ya vienen. —Llamaron cuando pasó el lujoso carruaje dorado, tirado por cuatro caballos blancos.

La procesión de las novias estuvo encabezada por la Guardia Real de aspecto majestuoso, en su atuendo formal se veían espléndidas y dignas. No era nada en comparación con cuando la princesa de Lars era la Princesa Coronada, pero nunca podría llamarse inferior, solo se preparó con prisa.

—No puedo creer que pueda atrapar a una mujer así —dijeron algunos, mientras veían a la bella princesa a través de las ventanillas del carruaje.

—Puede que sea hermosa, pero no es la princesa Gladys. Ella es una clase completamente diferente —dijeron otros.

El repiqueteo de lenguas impregnó a través de la precesión.

—La segunda esposa del príncipe no se ve mucho.

—Ella es tan arrogante, solo mirando así, es muy diferente a la princesa Gladys. Al menos mostró algo de amabilidad.

—Es muy altanera, verdad, con la nariz en alto.

Cuando los rumores se extendieron por las calles, el carruaje pasó por el puente de los Archiduques. A medida que el palacio se acercaba, Erna comenzó a ponerse cada vez más pálida.

Desde el momento en que se puso el vestido de novia, su mente se quedó en blanco y luchó contra sus nervios. Se dio cuenta de que había sido así desde el momento en que abordó el tren a Schuber. Todo parecía un sueño y se imaginó que la verdadera Erna Hardy aún estaría dormida en algún lugar, probablemente en ese tren.

Esa realidad parecía mucho más probable que en la que se encontraba en este momento. En el que Erna Hardy se convertía en princesa.

Cuando su carruaje se detuvo frente a la Capilla Real, Erna soltó las ataduras de su delirio. Luchó por reprimir su respiración acelerada mientras bajaba del carruaje. Tuvo suerte de que la llevaran a donde se necesitaba que estuviera, su mente estaba tan confusa que luchó por darse cuenta de dónde estaba y cuando miró hacia abajo, ya estaba en la alfombra roja.

Erna miró fijamente el ramo de flores que había aparecido en su mano, un susurro de una voz en su mente se preguntó de dónde habían venido, ¿había estado sosteniéndolas todo el tiempo?

Miró hacia la puerta cerrada frente a ella y pudo sentir el miedo crecer en ella. Le tenía miedo a esta puerta más que a cualquier otra puerta a la que se hubiera enfrentado. Estaba a punto de abrirse y más allá estaría la nueva vida de Erna.

«Puedo ser feliz.»

Recordó la promesa que había hecho con confianza. Su corazón latía con fuerza y se sentía a punto de estallar. Sus piernas temblaban tanto que apenas la mantenían erguida y las flores del ramo temblaban.

«Debería darme la vuelta y correr.»

La convicción se sentía tan cierta en su cabeza que era el único curso de acción verdadero, pero cuando sintió el movimiento, una sombra cayó sobre Erna.

—¿Erna?

Miró hacia la suave voz y lo vio a él, al príncipe, a Björn. Él iba a ser su acompañante en la nueva vida. Se sentía más como un guardia escoltándola a su ejecución.

—Respira —dijo Björn.

«Respira», se dijo para sí misma.

—Eso es todo, respira, relájate —dijo Björn.

Björn parecía jovial ante la lucha exterior de Erna para contener mentalmente la situación. Él tomó su mano y ella podía sentirlo. Sabía que probablemente él estaba recordando lo mismo que ella, su primer encuentro. La noche de la fuente y el trofeo.

—Gracias —dijo Erna, su voz temblaba—. Escuchaste mi pedido.

Erna dio una sonrisa incómoda mientras agitaba una mano. Björn rio levemente como para confirmar lo que había dicho Erna.

—Seré una buena esposa —Erna continuó.

En el momento en que hizo esa promesa, su voz se volvió firme y el temblor se detuvo. Björn todavía solo le sonrió, incluso cuando la puerta se abrió, la miró y sonrió. Incluso cuando la luz del sol, teñida con los rojos, verdes y azules de la vidriera en el otro extremo de la capilla, los bañaba, Björn le sonrió y la condujo a su nueva vida.

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Capítulo 44

El príncipe problemático Capítulo 44

Por favor llévame contigo

«Él vino», pensó Erna cuando vio a Björn entrar en la habitación. «En serio vino.»

Estaba empezando a pensar que él no aparecería y sintió que la depresión la golpeaba como el viento, pero ahora que él estaba aquí, cruzando la habitación hacia ella, sintió que la esperanza se reavivaba en su interior.

Sin embargo, había algo extraño en la forma en que caminaba y cuando vio a Björn entrar en el salón, se dio cuenta de que el hombre que normalmente caminaba con tanta gracia y determinación, tropezó con ella.

No tuvo que acercarse demasiado para que ella pudiera oler el alcohol que lo rodeaba como una nube invisible. Ella lo miró a los ojos somnolientos y giraron mientras luchaban por concentrarse en ella.

—Como puedes ver, no estoy en condiciones de almorzar, a esta hora actual. —Björn titubeó para sacar las palabras de su boca. Le sorprendió que pudiera formar una oración coherente.

La esperanza se quemó en el pecho de Erna y dejó espacio para la ira y la decepción. Sabía que tenía que responderle, pero no encontraba las palabras adecuadas. Una parte de ella quería abofetear su cara tonta y borracha, pero el entrenamiento de etiqueta real aconsejaba que una futura reina no se comportara de esa manera.

Se preguntó si podría conseguir que un sirviente lo hiciera por ella.

Björn suspiró ante el silencio de Erna.

—¿Esperarás por mí? —dijo—. ¿Cómo suena la cena?

—¿Qué? —dijo Erna, tratando de encontrarle sentido a su dificultad y notó que estaba mirando un reloj en la mesa—. Bien... sí.

Toda la situación era ridícula e irrespetuosa. Erna no tenía que aguantar esto y sabía que debía decir algo, pero ¿cuál sería el punto? Dudaba que Björn realmente supiera dónde estaba y qué estaba haciendo. Está bien, cenaremos en su lugar, pero dudaba que él siquiera lo recordara o estuviera consciente.

—Bien entonces. —Björn se acercó a Erna y susurró—: Señorita Hardy, te traeré un regalo de manzanas.

Björn le entregó algo a Erna, algo que había estado sosteniendo todo el tiempo y que Erna apenas notó. Cuando vio lo que era, retrocedió y se llevó una mano a la boca. El trofeo de asta de ciervo dorado, lo mismo que comenzó todo este lío en primer lugar.

Lisa le había explicado la importancia del trofeo de asta de venado, o mejor dicho, la importancia fingida que estos solteros le daban. Era otorgado al mejor bebedor en la despedida de soltero. Lo que significaba que el príncipe había roto su promesa y había pasado toda la noche, al menos, emborrachándose por esta estupidez.

Erna sintió como si la hubieran golpeado con un gong y la cabeza le diera vueltas. Miró el trofeo que el príncipe le había puesto en las manos antes de dirigirse al sofá para acostarse. Parecía que se iba a dormir.

—¿Qué demonios es esto? —Erna exigió.

—Un cuerno de lobo —dijo Björn adormilado.

Erna se sintió asfixiada.

—Los lobos no tienen cuernos.

—Es así —Björn abrió los ojos perezosamente y miró a Erna—. Supongo que no ahora, ha sido cortado.

Björn soltó una carcajada y el salón quedó en silencio, excepto por el tictac de la manecilla de los segundos en el reloj. Erosionó el silencio encima de la respiración pesada y ebria de Björn.

«Debería haberte rechazado». Erna pensó mientras se dejaba caer en el asiento frente a Björn. Miró al hombre con el que se casaría la próxima semana. Todos estos problemas y dificultades que ella no podía entender, todo porque iba a casarse con el príncipe.

La boda ya estaba hecha y los participantes eran hechos consumados. La abuela y la señora Greve se conmovieron hasta las lágrimas y se sintieron aliviadas de que la boda finalmente se hubiera realizado. Björn sonrió y miró como si fuera una simple tarde de domingo.

Él la miró con ojos ebrios.

—Estás despierta, ya veo.

Su esposo se rio como si fuera una gran broma, pero permaneció taciturno mientras se reía y le ofrecía una rosa roja como la sangre. Erna lo miró, confundida y notó las espinas gruesas e hinchadas que la golpeaban. Ninguna pinchó los dedos de Björn y cuando Erna la alcanzó, las espinas la alcanzaron, supo que no había manera de tomar la rosa sin ser pinchada. Así que ella lo rechazó.

El mundo se sumió en la oscuridad, Björn se volvió con un rostro retorcido de ira y furia, su abuela parecía decepcionada y la señora Greve lloraba de dolor.

Erna despertó de su sueño. No se había dado cuenta de que estaba durmiendo la siesta y vio a través de los pesados párpados que el príncipe todavía estaba dormido en el sofá. La habitación apestaba a alcohol, así que se levantó y se movió a una silla cerca de la ventana y se sentó una vez que la abrió.

Erna miró a su prometido borracho mientras dormía. Parecía un hombre sencillo que se había quedado dormido. No un príncipe con resaca que le había dado el regalo más extraño. Un cuerno de lobo, que en realidad era un cuerno de ciervo, que ganaba un soltero en un concurso de bebidas. Björn no era soltero y no ganó el juego de beber. Fue un lío confuso de identidad que terminó en un regalo confuso.

Lo primero que vio Björn cuando abrió los ojos fue a una joven delicada que sostenía un palo de oro como si fuera la reina con un cetro. El reconocimiento fue lento, los recuerdos dolieron y golpearon su mente en busca de atención, pero cuando los agarró, huyeron a la parte posterior de su cabeza.

—¿Estás bien?

Él conocía esa voz. La canción suave y angelical de Erna Hardy.

—¿Deberíamos posponer la cena, como el almuerzo, o eso también se retrasará, hasta que se convierta en desayuno, solo para que sea el almuerzo una vez más? —preguntó Erna.

Algo estaba mal, Björn se dio cuenta, recogió las espinas cargadas en el tono de Erna. Se sentó en el sofá, lo que hizo que su mente entrara en pánico mientras trataba de averiguar en qué dirección estaba arriba o abajo.

—¿Te importaría esperar un poco más? —dijo Björn a través de una garganta estéril y seca—. Creo que necesito hacer un poco de preparación antes de cenar.

—Bien —espetó Erna.

Björn se levantó y miró al pequeño gatito con la cola erizada y las garras afuera. Le sonrió amablemente a Erna y salió de la habitación. Trató de caminar lo más derecho posible, pero su cabeza todavía tenía problemas para reorientarse a la alineación correcta del mundo y tropezó un poco antes de llegar a la puerta.

Aproximadamente una hora después, Björn regresó al salón, recién lavado, afeitado y vestido. Todas las nociones de su bebida se habían desvanecido y estaba completamente alerta.

—Nos vamos —dijo.

Le ofreció la mano a Erna. Por un momento pensó que Erna se negaría. Su rostro era tímido y estaba claro que todavía estaba molesta, pero Erna tomó su mano con delicadeza y se dejó llevar a la sala del jardín. Se usaba principalmente para desayunar, pero Björn sintió la necesidad de un poco de aire fresco.

Björn acercó una silla para Erna y luego fue a sentarse enfrente. La mesa ya estaba puesta para la cena, de la que sólo había un mantel y cubiertos delante de Erna. Björn guiñó un ojo a los sirvientes y estos se ocuparon de servir la comida.

Una vez que el personal preparó la cena frente a Erna y una taza de café frente a Björn, Erna finalmente habló.

—¿Por qué no comes? —preguntó.

—Esto es suficiente para mí —dijo Björn y se frotó el estómago.

El sol se estaba poniendo y saturaba la habitación con una luz anaranjada profunda. La leña de la chimenea crujía, llenando la habitación con el sonido de la leña quemándose. Era el único sonido y parecía llamar la atención sobre el silencio entre los dos invitados a la cena.

Erna vaciló cuando fue a recoger un tenedor. Era vergonzoso comer sola, incluso peor cuando no estabas sola y te miraban fijamente. Sin embargo, tenía hambre, ya que se había saltado el almuerzo, así que lo aguantó por el bien de la inanición.

—Si tienes algo que decir, lo dirás ya —dijo Erna, quien se sintió agobiada por el embarazoso silencio.

—Bueno, en realidad no —dijo Björn, jugando con la taza de café, aún no había tomado un sorbo.

—Pero tú eres el que preparó esto —dijo Erna, justo antes de meterse comida en la boca.

—Bueno, sí, solo pensé que sería bueno compartir una comida juntos, antes de la boda.

—¿Eso es realmente todo?

—¿Esperabas otra razón? —Björn tomó un sorbo del café, y se arrepintió poco después cuando su barriga hizo gárgaras.

—No. —No espero nada de ti. Quería decir, pero se detuvo en un no.

Björn pareció relajarse un poco más y observó a Erna comer su cena. El hambre en Erna fue suficiente para que ella ignorara su mirada. De vez en cuando se frotaba las comisuras de la boca con una servilleta, tomaba un sorbo de agua y volvía a agarrar el tenedor para comer. Erna podía parecer un pájaro picoteando un comedero, pero podía comer como un caballo, pero siempre tenía cuidado de seguir la etiqueta adecuada según lo dictaba el libro.

Cuando llegaron los postres, el estado de ánimo entre Björn y Erna se suavizó un poco, pero cada vez que Erna miraba a Björn, que no había quitado los ojos de Erna, volvía a mirar su comida como si estuviera avergonzada.

—Si deseas decir algo, señorita Hardy, ¿podrías simplemente decirlo? —preguntó Björn con frustración.

Erna dejó el tenedor pequeño. Ella había estado acosando a un inocente pastel de chocolate durante horas. Miró a Björn y lo miró a los ojos.

—Quiero llevar a mi doncella al palacio —dijo Erna.

—¿Tu doncella? ¿Te refieres al que podría ser un guardián de las puertas del infierno? —dijo Björn con una sonrisa torcida—. Por supuesto, ella y los sirvientes que desees son bienvenidos.

—No —Erna no estuvo a la altura de la broma de Björn—. Lisa será suficiente para mí.

Björn captó una mirada en los ojos de Erna y un tic en las comisuras de su boca.

—¿Hay algo más?

—La boda —comenzó Erna, hizo una pausa, jugueteó un poco con el mantel—. Quiero decir, nuestra boda, es tradicional que la novia sea entregada por su padre.

—Sí —dijo Björn.

—Me hubiera gustado que mi abuela me acompañara por el pasillo, ella es quien se ha ganado ese derecho, pero si no sigo la tradición, podría dañar a la familia real de Lechen y a ti. —Erna miró a Björn con seriedad.

—Entonces, ¿lo que estás diciendo es que no quieres seguir la tradición para evitar que tu padre te lleve por el camino virgen?

Erna asintió.

—Si la memoria no me falla, el vizconde Hardy todavía está vivo y bien —dijo Björn pensativo.

—No quiero que un hombre que renunció a ser mi padre me lleve a mi nueva vida —respondió ella.

—Bien —dijo Björn.

Mostró interés en lo que decía Erna torciendo las comisuras de su boca pensativamente. Las mejillas pálidas de Erna se sonrojaron cuando se miraron y su voluntad se podía ver, clara como el día, en sus ojos desafiantes.

—Si va a causar una falta de respeto, seguiré la tradición, pero si hay otra manera… —Erna sostuvo sus manos temblorosas debajo de la mesa para que el príncipe no pudiera ver—. Entonces me gustaría tomar tu mano. ¿Me llevarías, por favor?

Los ojos azules de Erna reflejaban la luz de las velas que iluminaban la sala del jardín. Parecían bailar con los mismos fuegos del coraje y la determinación. Björn se dio cuenta de que ante él estaba sentado un rebelde con rostro de ángel.

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Capítulo 43

El príncipe problemático Capítulo 43

Algo salió mal

—Por favor, perdona a tu padre, Erna.

Brenda Hardy había estado llorando por un rato. Tanto era así que la taza de té que alargó y se llevó a los labios temblorosos estaba fría.

—Las cosas estaban mal, en ese momento, estaba acorralado —dijo Brenda. Intentó tragar y, a pesar del té, tenía la boca seca. Miró a Erna con una expresión plana y suave, que solo sirvió para poner a Erna más nerviosa—. Entiendo que te moleste, pero debes entender...

—Tu té está frío —dijo Erna, interrumpiendo a Brenda.

Las dos mujeres se sentaron en silencio mientras una criada se adelantaba y retiraba el té. Luego se sirvió dos tazas nuevas y se retiró a su puesto.

—Lo siento, eso es grosero, por favor continúa —dijo Erna. L

evantó la vista de las tazas humeantes y miró a Brenda Hardy una vez más. Erna solo estaba tratando de ser educada, pero estaba claro que no quería escuchar más.

Sin embargo, Brenda se mordió la lengua, no se atrevió a continuar con la conversación interrumpida. Erna se iba a casar con el príncipe, ella sería la princesa Schuber y no podría tratar a Erna como solía hacerlo. Erna iba a ser la dama más importante de la ciudad. Brenda todavía la veía como la niña traviesa que se escapó de casa después de ser castigada. Aquí estaba ahora, regresando a casa como una princesa.

Cuando Brenda escuchó por primera vez los rumores del matrimonio, no pudo evitar reírse. No había forma de que Erna se permitiera involucrarse con el príncipe seta venenosa. Ni siquiera después de que él arruinó el negocio de su matrimonio, arrojó su vida a un pozo de fuego y con la bancarrota a la vuelta de la esquina.

Luego estaba el rey, Brenda estaba segura de que no permitiría que tal cosa ocurriera, pero fue todo lo contrario. El rey fijó la ceremonia para el final del otoño, rompiendo con toda tradición, pero nadie discutió.

Este matrimonio era ridículo, pero procedió de todos modos. Una vez que la propuesta fue noticia común, Erna y la baronesa Baden fueron trasladadas a su casa en la ciudad y la baronesa comenzó los preparativos.

La pareja vizconde, los padres de Erna, fueron excluidos por completo de los preparativos. Creció una rivalidad con la familia real oficial y no había forma de evitar el resentimiento y la falta de respeto que siguieron. Se soportó porque la familia Hardy pudo evitar la bancarrota con este esfuerzo y en unas semanas, la familia Hardy se convertiría en los suegros de la familia real.

—Debes entender —continuó Brenda—. Deberías reconciliarte con tu padre antes de la boda. Los dos tenéis que recorrer este camino juntos y no queréis que sea más incómodo de lo que debe ser. Deberíais cenar juntos —dijo Brenda, mirando a Erna por encima de su té.

—No creo que pueda dar una respuesta definitiva, señora —dijo Erna—. Tendré que revisar mi horario.

Las manos de Erna temblaron. Los juntó para tratar de evitar que se viera. Pudo mantener su voz firme y tranquila. Brenda miró a Erna con decepción, pero no pudo hacer nada excepto por ahora. Ella era una vieja tonta obstinada y no entendería el punto demasiado fácilmente.

Incluso cuando Erna despidió a la vizcondesa, más tarde esa noche, le recordó a Erna que hiciera tiempo. Erna sintió frío bajo la dura mirada de la mujer. Le recordó los ojos desdeñosos que la miraban constantemente a través del zumbido de los rumores públicos.

—Sé que es una falta de respeto decirlo, pero la vizcondesa no tiene vergüenza —dijo Lisa, mientras las dos miraban el carruaje de la vizcondesa retumbar por el camino de entrada—. ¿Cómo puede sugerir perdón después de lo que le hicieron?

—Lisa —dijo Erna. Se sintió avergonzada.

—No creo que la entienda, pero igual la querré —dijo Lisa con brillante entusiasmo.

Erna miró a Lisa y se sintió reconfortada por su tímida sonrisa. El día que se conocieron, Lisa declaró que seguiría y amaría a Erna por el resto de su vida. Hizo cosquillas en el corazón de Erna.

Ahora que iba a ser Gran Duquesa, Lisa pensó que Erna se olvidaría de ella, siendo una doncella insignificante y todo eso, pero Erna vino de inmediato a buscar a Lisa. Alborotadora como era, a Erna le gustaba tenerla cerca, era un rayo de sol dorado en un día tormentoso.

—Has sufrido mucho por mi culpa —dijo Erna, tocando el brazo de Lisa—. Lo siento por todos los problemas.

Aunque sabía que sería indecente, Lisa se dejó llevar a los brazos de Erna y pudo sentir las lágrimas brotar. Erna no dijo nada y solo consoló a la criada.

—La seguiré, amaré y protegeré, por el resto de mi vida.

Lisa siguió a Erna con renovada determinación. De una campesina descuidada a la doncella personal de una dama y pronto, a la doncella de la Gran Duquesa. Lisa tenía toda la responsabilidad por delante.

—Oh, señorita, el príncipe no vendrá a verla.

La actitud de Lisa se volvió firme cuando recordó al príncipe Björn. Era un fuerte enemigo de la familia Hardy. El mismo príncipe que montó un caballo blanco para salvar a Lady Hardy. Se hablaba mucho de olvidar el pasado y seguir adelante recientemente, pero cuanto más pensaba Lisa en ello, más parecía un hongo venenoso.

Estaban poniendo patas arriba a todo el país con su matrimonio. Parecían una pareja de enamorados, pero Lisa podía ver la timidez que rodeaba sus encuentros. Lisa no podía entender la actitud del príncipe hacia Erna. Nunca envió flores ni cartas. No era normal, no eran amantes normales. Algo andaba mal y después de mucho debate interno, Lisa llegó a la conclusión de que algo andaba muy, muy mal.

—Oh, lo visitaré mañana, vamos a almorzar en el palacio —respondió Erna.

Ella sonrió casualmente, como si no conocer a tu prometido durante dos semanas enteras fuera bastante normal.

—Escogeré un vestido muy bonito, uno que hará que el príncipe se enamore de usted —prometió Lisa.

El príncipe seta venenosa se enamorará, decidió Lisa. Erna era hermosa, pero después de su trabajo, Lisa se aseguraría de que Erna fuera irresistible.

—Eres una cosa terrible —declaró Leonard.

Se había caído sobre la mesa, derramándola y todas las bebidas sobre ella al suelo. Björn miró al hombre enloquecido con ojos borrosos y borrosos. Las botellas vacías rodaron por el suelo como hojas caídas y los idiotas insensibles se esparcieron entre ellas. Era una exhibición colorida de fealdad.

Dos despedidas de soltero hasta ahora y suficiente bebida para poner en riesgo la vida del príncipe. El pensamiento estaba allí, pero Björn no lo registró, mientras miraba el trago de brandy que quedaba en su copa. Levantó el trofeo de cuerno de venado sobre su cabeza, derribó los restos y declaró que la velada había concluido con éxito.

Björn logró escapar del club sin incidentes. Unos gemidos aquí y allá, Leonard parecía haberse quedado dormido en el suelo donde había caído, Björn había aprovechado esa oportunidad para batirse en retirada, Leonard no lo habría dejado irse de otra manera.

Su cabeza estaba aturdida y más de una vez tuvo que apoyarse contra una pared para estabilizarse. Revolcarse con borrachos no sucedió.

Se dio cuenta de que todavía llevaba el trofeo de cuerno de ciervo cuando fue a tocarse la cabeza dolorida. Era un recordatorio de un pasado amargo, pero los muchachos estaban tan decididos a cortar los cuernos de Björn Dniester, que habían hecho uno nuevo y se lo regalaron anoche, en la primera despedida de soltero.

A pesar de que era el segundo trofeo, todavía tenía un significado profundo y los mismos sentimientos que el primero. La única razón por la que se unió a esta locura fue porque los muchachos habían pedido un trofeo de oro para él.

—Si vas, pierdes. El trofeo se cargará al Palacio Schuber de todos modos —rieron.

Cada vez que uno de ellos se casaba, se hacía un trofeo, con su nombre escrito en él y la idea era ser el hombre que se salía con la suya al final de una sesión de bebida muy fuerte. Fue Bergman quien perdió el último trofeo ante Björn.

Björn casi había perdido su trofeo ante Leonard, pero el tonto borracho se cayó y el alcohol hizo el resto, lo que le permitió a Björn escapar. Le tomó dos noches, pero un vencedor era claro y Björn pudo agregar otro trofeo a su colección bastante grande.

No tenía la intención de quedarse tanto tiempo. Con tantos trofeos, no le importaba tirar uno. Iba a hacer un brindis, decir algunas palabras educadas y luego irse, pero una vez que ese primer trago pasó por sus labios, se perdió en la locura.

Al final, todos quedaron obsesionados con el trofeo, como siempre, y la fiesta no terminó fácil hasta la mañana.

Björn salió a trompicones del club y se adentró en la noche cargada de nieve. El viento era frío y penetraba hasta sus huesos. Cuando vio la fuente se echó a reír. Siguió riendo todo el camino hasta su carruaje.

Cuando se sentó en los gélidos asientos de tela, cerró los ojos y sintió que el mundo giraba. Empezó a pensar en lo diferente que habrían sido las cosas si Erna no hubiera ido a la fuente esa mañana. ¿Dónde estaría ahora, seguiría con Gladys? Lo dudaba.

—La señorita Hardy está esperando —Llegó una voz.

¿Ya estaba de regreso en su mansión? Debe haber caído en un estupor de borracho.

—Erna… ¿por qué? —Björn le dijo a la voz fantasma.

—Oh, Dios mío, mi príncipe, ¿cómo estáis en tal estado a esta hora? —La voz pertenecía a la señora Fitz.

Se acercó a él cuando salió del carruaje y gritó cuando notó su estado de ebriedad. Björn se tambaleó con una sonrisa a medias en su rostro y la señora Fitz no pudo hacer nada más que suspirar.

—¿Dónde está Erna? —dijo Björn.

—Donde ella dijo que estaría, ¿olvidasteis que almorzaríais con vuestra prometida, mi príncipe?

—Pero es solo la mañana, el sol aún no ha salido —dijo Björn y miró hacia el cielo, donde el sol flotaba perezosamente sobre su cabeza.

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Capítulo 42

El príncipe problemático Capítulo 42

En silencio, bellamente y sin causar daño

No importa adónde fuera Erna, no podía escapar de los susurros de los chismes. La siguieron como la estela de un barco.

Incluso aquí, en el hospital, Erna escuchó a la gente charlar entre ellos. Primero fueron las enfermeras en sus pequeños grupos al final del pasillo. Luego se sintió como si la gente estuviera parada afuera de la puerta, mirando como niños en edad escolar.

—¿Es ella realmente la indicada? —hablaron las mujeres detrás de sus manos, dándole miradas de soslayo.

—Lo sé, ¿el príncipe está ciego? —dijeron las enfermeras, fingiendo estar hablando con sus portapapeles.

La gente no podía creer que ella fuera Erna Hardy, la que venció a la bella princesa Gladys por el corazón del príncipe. Comentaban lo andrajosa que se veía, con sus sencillos vestidos de algodón y su maquillaje hortera.

—¿No es ella una dama noble, de una familia noble? ¿Por qué se ve así? Esa no puede ser Erna Hardy.

Peor aún fue que la baronesa Baden escuchó estos rumores de los médicos y enfermeras que la atendieron. Cada vez que venían a controlarla a ella o a sus medicamentos, hablaban sobre ella pensando que estaba dormida.

—Es todo mi culpa —dijo en voz baja—. No debería haberte dejado ir. Arruiné tu futuro para proteger la casa y ahora tendré que enfrentarme a tu abuelo y a Annette.

Mientras la baronesa se culpaba a sí misma, las lágrimas llenaron sus cansados ojos azules y justo cuando se recuperaba de una dolencia, otra amenazaba con apoderarse de la anciana. Erna ya podía verlo, lo que hacía que la baronesa pareciera cada vez más cansada. Sus arrugas se profundizaron ante los ojos de Erna.

—No digas eso abuela, el príncipe y yo no tenemos nada que ver —dijo Erna.

Deseaba poder decir algo para convencer a la baronesa de que nada de esto era culpa suya, para tranquilizarla. La mayoría ya estaba convencida de que Erna era una dama caída, pero al menos este pequeño punto puede tratar de aclararle a su abuela.

—¿De verdad vas a decirme que todo este alboroto es por nada? —dijo la baronesa.

—Abuela, por favor, sabes muy bien que las personas inventarán las historias que deseen, a partir de cosas de las que no saben nada —dijo Erna.

—Aun así —la baronesa miró a Erna con ojos tristes—. ¿Cómo puedes casarte con él y manchar tu reputación de esta manera?

—No nos vamos a casar, así que todo estará bien y la gente lo verá. —Erna dio una sonrisa alegre—. Solo aguanta ahí. Saldrás del hospital mañana y luego podremos regresar a Buford. Podemos vivir felices allí juntos. Todo aquí se convertirá en un mal recuerdo.

—Erna, mi pequeña Erna, no puedo estar a tu lado para siempre. Pronto estaré con tu abuelo. —Las lágrimas en sus ojos se profundizaron.

—No digas eso —dijo Erna y tomó la mano de la anciana. Se sentía delgada y como papel, y podía sentir las venas.

—Erna, por favor, es la triste realidad de envejecer. Deberías contenerte por mi bien, tienes que salir y formar tu propia familia. El tipo de familia que te amará y te protegerá. No como tu padre.

—Abuela.

—¿Qué esperas que haga, cuando amenazas con arruinar tu matrimonio por mi culpa? Si pudiera, arrojaría todo lo que amenaza con entristecerte a las llamas del infierno. —La baronesa se alejó de Erna y gritó a la puerta—. Incluyendo a todos estos traficantes de rumores sucios, malhumorados. —Se volvió hacia Erna con un tono suave y uniforme—. Ese terrible príncipe y tu padre, Walter Hardy y yo mismo si arruinas tus posibilidades por mi culpa.

Erna se puso de pie abruptamente, cuando hubo un fuerte golpe en la puerta.

Björn irrumpió en la habitación después de llamar, sin esperar una respuesta. La sorpresa en el rostro del director se desvaneció rápidamente y fue reemplazada por una rápida muestra de rango emocional. Inmediatamente se enojó de que alguien tuviera la audacia de irrumpir en su oficina, se sorprendió cuando se dio cuenta de quién era el que ahora estaba frente a él, se confundió cuando trató de comprender la situación y finalmente algo que solo podría describirse como estreñimiento, mientras trataba de recordar la etiqueta adecuada. Björn no le dio oportunidad.

—¿En qué habitación está la baronesa Baden?

Björn no era exigente, ni nada más que educado y firme. Un gran contraste con la manera dramática en la que fluyó en la habitación. Mantuvo un aire de elegancia en toda la escena.

—Erm, ¿la baronesa Baden? —El director tartamudeó.

Sabía el nombre, por supuesto que lo sabía, ella estaba en una de las suites reales cerca de la parte de atrás, por discreción, pero en ese momento, mientras su cerebro intentaba ponerse al día con la situación, luchó con los papeles en su escritorio mientras buscaba el número de la habitación.

—Uh, sí, ella está en la habitación 15.

—Genial, vamos —dijo Björn, dándose la vuelta para irse. Hizo una pausa cuando notó algo en el escritorio del director—. ¿Le importa si lo tomo prestado? —dijo y con delicadeza tomó la pequeña rosa roja de un jarrón que estaba en la esquina del escritorio. En términos de rosas, un tono más oscuro de rojo transmite un significado más negativo.

«¿Está borracho?» Pensó el director, mientras guiaba el camino.

No era una idea irrazonable, dado el comportamiento habitual de los príncipes y era bastante tarde en la tarde.

El director condujo al príncipe a paso rápido por los pasillos. Los médicos y enfermeras que se alineaban en los pasillos, hablando sobre los archivos y gráficos de los pacientes, inmediatamente dejaron de hacer lo que estaban haciendo y se hicieron a un lado para el príncipe. El director ya podía oír los rumores, las preguntas murmuradas al fondo de la sala de descanso. ¿Qué estaba haciendo el director con el príncipe?

El director se entusiasmó con la visita real y se encontró con los ojos de los espectadores con una sonrisa de suficiencia. Cuando llegaron a la habitación de la baronesa, el director le abrió la puerta al príncipe, quien pasó rápidamente junto a él y cerró la puerta detrás de él, sin siquiera mirarlo dos veces.

El director se dio la vuelta y sintió que el calor le subía a las mejillas cuando escuchó a un par de enfermeras en el pasillo riéndose. Tenía un objetivo para su creciente ira.

—Príncipe… —dijo Erna. Involuntariamente se alejó y parpadeó rápidamente, como si al hacerlo borrara la escena frente a ella. Él no debería estar aquí y no tenía razón para estar aquí, así que ¿por qué estaba aquí?

La baronesa se dio cuenta de quién había entrado en la habitación e hizo ademán de sentarse correctamente. Björn hizo todo lo posible por disuadirla de moverse y le hizo una reverencia.

—Baronesa, por favor, no se esfuerce por mí. Llegué tarde a verla, así que debo disculparme, lo siento —dijo Björn. Su voz era una nota suave que no se atrevía a perturbar la quietud serena de la habitación del hospital. La señora Greve, que estaba sentada en la esquina cerca de la puerta, finalmente dejó escapar un suspiro.

Erna cerró el resto de la distancia entre ella y Björn, más para comprobar que realmente estaba allí. ¿Por qué estaba aquí, en realidad solo estaba aquí para ver a la baronesa? El momento era muy conveniente si ese fuera el caso. Un nudo de tristeza subió hasta su garganta. Esperaba que él no hubiera venido a pisotear su corazón frente a su abuela.

Esto era inaceptable. Él no debería estar aquí y empañar lo que podría convertirse en sus últimos recuerdos de su abuela. Aunque ella lo apreciaba a él y su ayuda, esto era inaceptable.

—También lo siento por usted, señorita Hardy —dijo Björn. Miró a Erna y ella pudo ver arrepentimiento en sus ojos.

¿Era genuino? La disculpa fue inesperada.

Vete. Quería decirle, pero se tragó el pensamiento.

—Lo lamento —dijo de nuevo, leyendo la preocupación en el rostro de Erna.

—¿En serio?

—Sí, es tarde, lamento haberte hecho esperar. —Björn le dio la sonrisa más encantadora que pudo.

Erna no entendió. Miró al príncipe y vio en su sonrisa, pero sus ojos estaban tranquilos. Eran profundos y tranquilos mientras la consideraban.

Se encogió y hundió los hombros mientras trataba de entender al príncipe. Fue entonces cuando el príncipe puso su mano frente a ella y reveló que había estado sosteniendo una rosa. Él se la tendió a ella.

Björn intentó una sonrisa más suave cuando notó que Erna fruncía el ceño ante la rosa, como si dudara. Llegó a una necesidad y miró a la mujer directamente a los ojos. Estaban tristes, preocupados y definitivamente cautelosos.

—Señorita Hardy.

La voz de Björn sonaba distante para Erna, mientras su mente se aceleraba.

¿Se casaría pronto?

Björn se hizo la pregunta por centésima vez, mirando la pequeña moneda de plata que volaba entre sus dedos. ¿Sería apropiado decidir tal asunto de esta manera?

No tenía nada que ganar con el matrimonio. Ella era de una familia humilde, con más que su humilde cuota de complicaciones. Walter Hardy. La familia real y la sociedad en general nunca aceptarían ese pequeño problema. Podría significar que sería difícil interpretar el papel de la Gran Duquesa.

No era gran cosa. Puede que no se beneficiara, pero al menos no causaría más daño. Al igual que Gladys, tal vez ella todavía estaba guardando una espina para él, detrás de su dulce e inocente sonrisa. Pero las espinas de esta mujer débil no eran lo suficientemente fuertes como para lastimarlo.

Todo lo que Björn quería era que Erna viviera como un ramillete de flores que hizo con sus propias manos.

En silencio, hermosa e inofensivamente.

Consideró la apuesta. Sería la opción fácil, perder la apuesta y tomar la apuesta. Entonces estaría libre de este enredo hecho para él, pero eso solo llevaría a su padre a respirar sobre su nuca.

Björn lanzó la moneda y la vio volar por el aire, cayendo de punta a punta.

—Cara, sí, cruz, no —murmuró por lo bajo.

—Erna Hardy, ¿quieres casarte conmigo? —Björn le tendió la flor a Erna.

Erna cerró los ojos y los apretó con fuerza, como si tratara de borrar la extraña realidad que se desarrollaba ante ella. Cuando volvió a abrirlos, Björn todavía estaba allí frente a ella, arrodillado sobre una rodilla.

«¿Realmente me está proponiendo, el príncipe?»

El hecho de que esto estuviera justo frente a ella no hacía que el juego fuera más real. Su percepción de la realidad pareció desvanecerse y la habitación se extendió. Se encontró mirando a su abuela, que parecía emocionada. La habitación volvió a abarcar cuando ella miró de nuevo al príncipe.

«¿Cómo puedes hacer esto?» Erna pensó. «No me amas»

Erna podía sentir que el estado de ánimo en su mente se asentaba en el resentimiento, estaba resentida con Björn por haber venido al hospital sin permiso. A ella le molestó esa sonrisa que él tenía mientras la miraba, esperando una respuesta.

Erna quería alejarse de esto, correr lo más lejos que pudiera y olvidarse del desastre que se desarrollaba ante ella. Ella extendió la mano con una mano temblorosa. Apartaría la rosa y lo negaría, pero cuando sus dedos tocaron los delicados pétalos, vaciló.

Lo siento, había dicho.

La disculpa fue tan descarada, pero aun así se alegró por ello. Dudaba que realmente lo dijera en serio, pero aun así estaba agradecida de que viniera, a pesar de lo tarde que era.

En ese momento, cuando más quería odiarlo, se encontró agarrando la rosa de la propuesta de matrimonio. La habitación se extiende de nuevo.

Erna se desmayó.

Björn se apresuró a atraparla y la baronesa Baden inmediatamente llamó a un médico. El médico entró por la puerta en el mismo segundo. Había varios médicos y enfermeras agrupados en el pasillo.

En un abrir y cerrar de ojos, el rumor de que el príncipe Björn le había propuesto matrimonio a Lady Erna Hardy se había extendido por toda la ciudad. Historias sobredramatizadas de actos impulsivos de devoción y amor y una dama feliz que se desmaya llenaron los muchos salones de cigarros, bares de ginebra, salas de fumadores y bibliotecas.

La historia de amor de Lechen terminó abruptamente, con un final bastante trágico con la victoria del villano.

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Capítulo 41

El príncipe problemático Capítulo 41

Anverso y reverso

Erna se apoyó en el marco de la ventana. Estaba cansada, todo su cuerpo estaba cansado. Presionó las palmas de sus manos en sus ojos ardientes y húmedos y trató de alejar la tristeza que moraba allí.

El médico le dijo que su abuela necesitaba mucho descanso y estabilidad. Erna no sabía cómo le iba a decir a su abuela. Erna todavía era bastante inmadura cuando se trataba de manejar asuntos tan serios. Decidió no decírselo todavía, dejar que siguiera mirándola como si fuera su ingenua nieta.

Pensó en su abuelo. Había muerto de un infarto y fue encontrado en el suelo del estudio. Cuando Erna recibió la noticia de que su abuela había sido llevada al hospital, luego de que la encontraran en el piso del estudio, corrió lo más rápido que pudo hacia el hospital. Cuando llegó allí, apenas podía respirar, su pecho se sentía pesado y caliente.

Entró en la habitación donde su abuela parecía estar durmiendo pacíficamente. Le rompió el corazón a Erna y no pudo evitar pensar en su abuelo. El recuerdo la asfixió, exacerbado por la noticia de que se había desmayado debido a un corazón débil.

Si no hubieran estado en medio de la ciudad, o si el corazón de la abuela estuviera un poco más débil, no lo habría logrado. Erna de repente se sintió tan sola y se echó a llorar.

Volvió a presionarse los ojos con las palmas de las manos y trató de reprimir las lágrimas. No era bueno caer en la autocompasión ahora, tenía que ser fuerte.

Obligándose a pensar en la recuperación de su abuela, lo suficiente como para que ella pudiera viajar y luego pudieran regresar juntas a Buford. Necesitaban alejarse de la ciudad, y con el dinero que Pavel le había dado, podría alquilar un lugar bonito, un lugar tranquilo. En algún lugar donde pudiera empezar de nuevo.

—Estabilidad absoluta —dijo el doctor, asegurándose de que Erna entendiera.

Su voz la trajo de regreso a la habitación y miró su reflejo en la ventana. ¿Podía existir una estabilidad absoluta en la vida, en este lugar? ¿Podía provenir de dejar una mansión familiar, llena de recuerdos para toda la vida?

—Sí, entiendo. —Erna tartamudeó.

—Bien —dijo el médico y dejó a Erna sola con su abuela.

Seguramente sería un gran lío mudar a su abuela a Buford, pero ¿qué más se podía hacer? Ya no había forma de proteger la mansión. ¿Debería haber aceptado la propuesta de Thomas Baden?

Cuando pensó que sería la forma más fácil, se volvió aún más miserable. Sus mejores esfuerzos se estaban volviendo resueltos y aceptando condiciones menos que óptimas.

Erna permaneció junto a la ventana como una estatua hasta bien entrada la noche. El pasillo fuera de la habitación, que había estado lleno de visitantes toda la tarde, se había quedado en silencio. Podía ver su reflejo claramente devolviéndole la mirada y el desorden de su maquillaje que habían hecho las lágrimas.

Trató de arreglarlo, pero nunca fue tan bueno como lo que Lisa podía hacer, pero al menos se veía presentable. Se sentía como una expresión burlona de su vida. No importa cuánto trabajó en ello, nunca salió como ella quería y era un completo desastre por debajo.

Erna dejó escapar un suspiro lento y reprimió el impulso de limpiarse el maquillaje. Puso una sonrisa, una máscara que reflejaba la vida que quería. Todavía quería amarlo tanto como pudiera, incluso después de todo el drama sofocante. Por mucho que estuviera avergonzada y molesta, mantuvo la sonrisa en su rostro.

Erna, Erna, Erna.

Durante todo el verano, pareció ser el único nombre que alguien mencionaba. Aquí, allá y en todas partes, todo el mundo hablaba de Erna. Dentro de los modestos salones de baile y los salones de cigarros más humildes. Era una locura.

El nombre era como tinnitus en los oídos de Björn. Cerró los ojos mientras trataba de borrar la molestia de su mente. El tablero de cartón estaba llegando a su fin, enfriándose, lo cual tenía sentido ya que el amanecer se acercaba.

Björn apoyó la barbilla en su puño y se quedó mirando el delgado rayo de luz que se asomaba a través de las cortinas en el otro extremo de la habitación.

Erna.

Tan pronto como se mencionó el nombre de la mujer, Björn pudo sentir la presión de un dolor de cabeza en sus sienes. Cuando abrió los ojos, el camarero silencioso había colocado una taza de té en la mesa frente a él. El caldo negro era amargo y le ayudó a despejarse un poco la cabeza.

Erna.

También aclaró el nombre de la mujer en su mente. Se enteró de que ella había corrido al hospital para estar al lado de su abuela enferma. También escuchó el rumor de que era Pavel Lore quien pagaba los gastos del hospital. Esos dos definitivamente estaban jugando en la noche.

Björn soltó una risita mientras consideraba lo que una mujer le había dicho.

—Somos amigos de la familia desde hace mucho tiempo —ella había dicho

No era probable. No había un tonto en el mundo que gastaría esa cantidad de dinero en amigos de la familia. Familia, amigos, amantes, lo que sea que fueran, Björn trató de que no le importara más. Iba a darle a esa mujer el dinero que necesitaba y acabar con este juego. Lo habría hecho antes, si no fuera por las órdenes de su padre y el absurdo escándalo.

Llegó el turno de Björn y con un resoplido de impaciencia, jugó la carta para terminar el juego. Los otros jugadores gimieron ante la derrota esperada y se resignaron a la pérdida.

Björn no se reveló en la victoria. Se recostó en su silla, cayendo profundamente en su cálida comodidad y cerró los ojos. El bullicio de los perdedores saliendo de la sala duró sólo un momento y no había muchos más en la sala de juegos tan temprano en la mañana.

—Hola Björn —dijo Peter, una vez que todos se fueron—. Entonces, um... la señorita Hardy... Ella no es una mala chica.

—¿Y qué? —espetó Björn.

Peter se sobresaltó cuando Björn abrió los ojos con el ceño fruncido y lo miró con oscura intención. Peter hizo una pausa, no queriendo arriesgarse a ofender al príncipe, pero la deuda que tenía con Erna Hardy era demasiado grande para que casi todos no la supieran.

Un firme partidario de Björn y Gladys, la madre, la abuela, la hermana e incluso la sobrina pequeña de Peter se dedicaron a hacer circular crueles rumores sobre Erna Hardy y su familia. Casi de la noche a la mañana, la gente se levantó para luchar contra este nuevo mal en ascenso llamado Erna Hardy. Los muchachos eran de la misma manera. Aquellos que no tuvieron las agallas para confrontar a Björn, descargaron su animosidad reprimida en esa pobre mujer.

Peter estaba encantado de saber que Björn no la detestaba ni hablaba mal de ella; sintió una gran sensación de alivio; de lo contrario, él sería el que estaría en un lugar muy difícil estando del lado de Erna.

—Bueno —continuó Peter, encontrando su coraje—. No tomes las palabras de la gente demasiado en serio. Era todo lo que iba a decir. A este ritmo, te verás forzado a una situación de la que no podrás revivir. Los otros chicos y yo sentimos pena por ti. —Peter trató de pasar por alto la conversación incómoda con una sonrisa amistosa.

Björn miró hacia el techo, sin decir una palabra ni reconocer lo que Peter había dicho. Se estaba cansando de todos los comentarios y preguntas que la gente le hacía cuando se trataba de Erna Hardy. Tranquilízate, mantén la calma, siempre se decía a sí mismo, pero Peter era diferente.

Todos parecían tener las mismas aspiraciones que Louise cuando se trataba de Erna Hardy. Que se reducía a dejar de defender a esa mujer y conseguir el final feliz que todos queremos.

Era el giro que todos le daban a sus excusas para entrometerse en sus asuntos. La falsa muestra de cuidado y afecto hacia el príncipe, cuando en realidad todo lo que querían hacer era tomar una jugosa pepita de chisme para compartir en la próxima reunión y aumentar su estatus. Björn se estaba aburriendo de eso.

Björn miró la mesa de juego y su parte de las fichas que había ganado. Las cartas que estaban boca arriba mostraban reinas, reyes y caballos. Resolvieron parecerse a Gladys, Louise y Erna. Parpadeó y desaparecieron.

Incluso si Erna desapareciera, aún quedaría con esta situación, pero el drama estaría dirigido a otra mujer, incluso si compartiera una breve mirada a otra mujer. Podía ver que la única salida era casarse o morir.

¿Era el corazón de su padre tan frío y calculador cuando le ordenó que se casara con Erna Hardy? Matrimonio sin amor, divorcio sin amor. Todo era política y el amor no tenía cabida en la política.

Björn no pensaba exactamente así. Creía en algo más simple. Un claro sentido de sí mismo y de los números. Como no, o era bueno o era malo. No quería engañarse a sí mismo envolviendo la vida en una pequeña mentira conveniente. Ni para Gladys, ni para ninguna mujer y Erna Hardy no fue la excepción.

Así como antes se había casado sin amor y divorciado sin amor. Si los beneficios eran buenos y superaban los negativos, entonces no habría ninguna razón por la que no debería casarse con Erna.

Entonces, ¿qué pasaba con Erna Hardy?

Era hermosa, eso no era tema de debate y él disfrutaba de su compañía. Era como un libro viejo y desgarrado, lleno de déficits que no tenían ninguna esperanza de producir ningún beneficio. Si el puesto de Gran Duquesa estaba ocupado, al menos no tendría que volver a oír hablar de Gladys. Y la importancia del papel era suficiente para deprimir a Walter Hardy.

Björn sacudió la cabeza cuando se dio cuenta de que corrió en círculos y volvió al punto de partida. Suspirando, se acercó a la mesa de póquer y agarró una ficha. La mesa de juego era un lugar adecuado para resolver las cosas de esta confusión, dado que fue donde comenzó. Su tolerancia se estaba debilitando bajo la creciente presión de esta extraña circunstancia.

Frente y detrás. Cara o cruz.

Sopesó todos los posibles resultados antes de lanzar el chip al aire. No pasó mucho tiempo antes de que volviera a tener el chip en su mano. Björn separó lentamente los dedos y vio aparecer una imagen.

 Cara.

—¿Qué está haciendo, su alteza? —preguntó Peter, rompiendo el sereno silencio de la sala de juegos. Björn se dio cuenta de que Peter no había dejado de mirarlo todo el tiempo que estuvo pensando.

—Organizar y limpiar —dijo Björn. Se puso de pie, agarró su chaqueta.

—Cualquier cosa con la que pueda ayudar—dijo Peter que se sintió estimulado por el nuevo vigor del príncipe.

—Sí, recoge mis fichas, ¿quieres? Necesito ir a la ciudad.

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Capítulo 40

El príncipe problemático Capítulo 40

La dama caída

La casa de Pavel estaba vacía y la puerta permanecía firmemente cerrada. Erna golpeó la madera dura por última vez, pero aún no había movimiento más allá de lo que podía detectar.

El viento la azotó y la hizo tambalearse un poco. Pudo recuperarse, pero mientras tanto soltó su baúl. No podía hacer nada más que verlo traquetear por los escalones de piedra. Con un suspiro reservado, sacó la carta que había preparado y la deslizó entre la rendija de la puerta y fue a buscar su baúl.

Mientras levantaba el baúl, la manija se rompió y Erna pudo sentir que su corazón se hundió fuertemente por la tristeza. Era solo un mango, pero por alguna razón, fue el gatillo que desató una gran tristeza. Cerró los ojos con fuerza, tratando de luchar contra las emociones que flotaban en su mente.

Volvió a abrir los ojos, arrastró el baúl hasta las escaleras y miró a ver si podía arreglar el asa de alguna manera, pero no sirvió de nada, la bisagra y el cierre que lo sujetaban estaban completamente rotos. Abatida, Erna se dejó caer en el último escalón y se puso de mal humor.

Miró a uno y otro lado de la carretera, tratando de pensar en qué hacer, pero un baúl roto era una eventualidad con la que no contaba y no le gustaba la idea de arrastrar la cosa pesada por la ciudad. Así que esperó a Pavel.

Bajó la cabeza cuando la gente pasó junto a ella, los recuerdos de la noche anterior de repente le vinieron a la mente, no quería que la gente la reconociera y generara aún más rumores y escándalos.

La larga espera continuó durante todo el día y hasta la puesta del sol. Tuvo el presentimiento de que Pavel no iba a volver, si no regresaba antes del atardecer. ¿Qué iba a hacer ella ahora? No había forma de que pudiera quedarse en la ciudad por más tiempo.

El cansancio comenzaba a apoderarse de los rincones de su mente y la volvía borrosa y distante. Apoyando la cabeza sobre los brazos cruzados, apoyada en las rodillas, la sorprendió la voz de un hombre. Al principio, pensó que era un sueño lúcido.

—¿Erna?

Levantó la vista cuando la voz del hombre la llamó, resonando por toda la calle, sus ojos llorosos lucharon por ver quién era, pero la voz era inconfundible.

—Pavel, ¿todavía estás aquí? —Ella volvió a llamar.

No había posibilidad de que pudiera luchar contra la sonrisa que se extendió por su rostro, incluso mientras pensaba en cómo él había roto su promesa la otra noche. Pavel corrió hacia ella, su rostro era sombrío.

—¿Qué pasa, Pavel? —dijo Erna, la sonrisa se desvaneció.

—Yo… uh… necesito llevarte al hospital —dijo Pavel rotundamente. Entonces notó los moretones y los cortes a medio curar en el rostro de Erna—. ¿Qué te pasó en la cara, ese era tu padre? Ese bastardo, ¿ese bastardo te puso las manos encima?

—Ahora no, ¿qué está pasando, qué pasó? —preguntó ella.

Había tanto de qué hablar, tantas preguntas que quería hacer, pero la más importante por ahora era ¿por qué necesitaba ir al hospital?

—Es tu abuela, Erna, ven, tenemos que irnos de inmediato —dijo Pavel y tomó su mano como para guiarla todo el camino.

—¿Qué? Pavel, espera, ¿qué le pasó a mi abuela y por qué está en la ciudad? —Erna se desesperó.

—Creo que nací en la época equivocada.

Björn llegó a la conclusión cuando vislumbró el tabloide de hoy debajo del brazo de un asistente. Había una foto de él, ampliada en el frente. Era una imagen bastante buena hoy.

—Debería haber nacido en una era de salvajismo moderado, cuando no hubiera estado mal visto degollar a cabrones molestos. —Björn se inclinó sobre la mesa y apuntó su taco a la bola blanca.

Con un golpecito suave, la bola de marfil rodó sin esfuerzo por la mesa, pasando entre dos bolas y golpeando a su objetivo previsto. Él sonrió. Era un marcado contraste con la ira en su voz.

La ira, el asombro y el desconcierto cruzaron por el rostro de Leonid cuando vio también el periódico. Fue un escándalo sucio y provocador que no dejó dudas sobre quién era el bastardo al que se refería Björn también.

—Debo admitir que sus habilidades de escritura están mejorando, no puedo esperar al próximo episodio —dijo Björn.

—Creo que este tipo de táctica barata para ganar lectores debería sancionarse de alguna manera —dijo Leonid, alineando su tiro.

—¿Debería comprarlo? —preguntó Björn.

Apoyó el taco contra la pared mientras tomaba su vaso, el sonido del hielo chocando contra el cristal mientras tomaba un sorbo medido.

—Gracias a mí, están viendo un aumento en los ingresos, creo que es justo que yo obtenga un porcentaje de esa ganancia —dijo Björn.

—Björn —dijo Leonid en un tono de regaño por encima del sonido de las bolas golpeando—. Tu turno.

«Chico loco», Leonid murmuró mientras se alejaba de la mesa. El partido de hoy no iba a su favor. Leonid no lograba producir ni la mitad de su habilidad habitual en el juego. Normalmente podría hacer sudar un poco a Björn.

Estaba distraído. El hecho de que su madre aceptara que Björn se casara con Erna Hardy fue sin duda una noticia impactante y cuando Björn se acercó a él, todo sonrisas y risas, le preguntó si Leonid quería jugar unas cuantas partidas de billar.

Leonid aceptó. Había hecho algo similar cuando decidió divorciarse de Gladys, aunque esa vez hubo muchas menos sonrisas y muchas más amenazas de violencia. Leonid jugó tan bien ese día como hoy.

Habían jugado durante todo el día y terminaron sentados uno al lado del otro mientras el sol se ponía por la noche, contemplando el paisaje en el balcón. Era el final de la primavera y las flores estaban en plena floración.

—¿De verdad te vas a casar? —dijo Leonid, alejándose de la mesa.

—¿Estás loco? —dijo Björn.

Björn rio con picardía, pero la expresión de Leonid no cambió. Su hermano gemelo, gemelo solo en apariencia, su mente era mucho más complicada y ligera. Él era así, desde que eran jóvenes.

Björn ganó, sin sorpresa para ninguno de los dos. Los hermanos gemelos se sentaron en la mesa de billar y vieron la puesta de sol por la ventana mientras terminaban sus bebidas.

A la mañana siguiente, mientras Björn estaba bajo un chorro constante de agua caliente, recordó la promesa que había hecho gracias a la noticia que su padre le había dejado caer repentinamente. Decidido a poner fin al escándalo y borrar su presencia de su vida, Björn corrió a la casa de la ciudad tan pronto como estuvo vestido.

Cuando llegó allí, descubrió que Erna ya se había ido. Ella tenía una carta esperándolo, en caso de que dejara de comprar. Era algo muy formal y no decía mucho más allá de lo agradecida que estaba, pero no necesitaba pedir dinero prestado.

La actitud en la carta era un poco intrusiva, por decir lo menos, pero Björn decidió dejarlo pasar. No tenía ningún motivo para entregar dinero personalmente, ningún motivo para buscar a la mujer. De hecho, se sintió aliviado de que Erna Hardy se hubiera ido. Al menos los dolores de cabeza finalmente desaparecerían.

—He decidido dejar que te cases con Erna Hardy.

Las palabras de su padre resonaron en su subconsciente, por absurdas que fueran, lo dejaron tambaleándose y se apoyó contra la pared. Ahora se había ido, lejos del tumulto de la ciudad y de vuelta a su vida campesina. No pasaría mucho tiempo y su vida volvería a la normalidad.

—Björn, espero que encuentres una buena dama, una buena chica que borre todo el dolor que Gladys te ha causado. —La voz de Leonid de ayer vino a él—. Es por eso que no me gusta la señorita Hardy, no sé lo que piensan mamá y papá, pero lo digo en serio.

—¿Está borracho, su alteza? —preguntó Björn mientras se tambaleaba alrededor de la mesa de billar, pero Leonid no mostró señales de retroceder.

Björn estaba agradecido de ver a la señora Fitz cuando regresó al palacio, pero la expresión que ella tenía era de preocupación.

—Su alteza, es la señorita Hardy… —comenzó y luego se detuvo, luchando por encontrar las palabras correctas.

—¿Qué pasa? Dime, señora Fitz —dijo Björn fríamente. Se puso ansioso ante la mención de la mujer que ya había eliminado de su mente.

—La señorita Hardy está en el Hospital Real de Schuber.

—¿Hospital? —espetó Björn.

—Sí, erm, ella está bien, fue la baronesa Baden, se derrumbó en la estación de policía y se la llevaron. La señorita Hardy está allí ahora, cuidando a la baronesa.

Algo de alivio tiró del corazón de Björn, alivio de que Erna no estuviera herida. Alivio de que Erna todavía estuviera en la ciudad.

—Estás corrompida, has enfermado…

Eso fue todo lo que la baronesa pudo decirle a su nieta cuando vio a la niña de piel pálida sentada en la silla junto a su cama. Su mano huesuda temblaba mientras se masajeaba un lado de la cabeza.

—Por favor, abuela, no te emociones —dijo Erna, se levantó y revisó a la baronesa, mostrando su verdadera naturaleza amable y cariñosa.

—¿Quieres saber por qué estoy aquí en primer lugar? —Le dirigió a Erna una mirada severa y desaprobadora. Fue una mirada que le dijo a Erna que ya no creía en la joven, pero sin importar qué, Erna iba a hacer guardia junto a su cama.

—Es común en la ciudad, abuela, a la gente le gusta el chisme y correr rumores. Es la tendencia —dijo Erna, sentándose de nuevo.

—¿Tendencia? Tendencia, oh mi Dios Erna, esta ciudad te ha corrompido —gritó la baronesa.

Erna había intentado explicarle varias veces a la baronesa que los rumores eran mentiras y bulos terribles de las que ni siquiera un niño se enamoraría. El romance con el Gran Duque era un malentendido con el que la gente corrió y llevó demasiado lejos. No ayudó que ella siguiera encontrándose con el Gran Duque y él se comportara de la manera más poco caballerosa.

La baronesa simplemente lamentó que no debería haber enviado a su nieta aquí. Quedarse en la casa de un hombre, merodear con gente malsana, tendencias de chismes y ahora un príncipe venenoso. La ciudad era un lugar perverso que había corrompido a Erna.

—Necesito descansar. —La baronesa susurró con voz cansada y sacudió la cabeza.

Había sido un milagro que Erna hubiera aparecido así, cuando ella había pensado estar desaparecida durante días. ¿La baronesa había pensado lo peor, especialmente después de escuchar los rumores y chismes, y luego de leer el periódico? Fue suficiente para poner a una anciana en una tumba temprana y casi lo hizo. Pero aun así, Erna apareció como lo hizo y estaba bien.

—Sí, abuela —dijo Erna—. Descansa ahora, te despertaré a la hora de comer.

Erna se levantó y salió de la habitación del hospital, solo para que la señora Greve tomara su lugar. Erna recorrió el pasillo hasta la ventana que daba al patio, en la parte delantera del hospital. Ella se había estado conteniendo.

Vio su reflejo en el cristal de la ventana y no reconoció a la joven que le devolvía la mirada. Ojos feos, como si no hubiera dormido durante días y cubiertos de maquillaje para ocultar todos los moretones y cicatrices.

 

Athena: Pobrecilla, la verdad. No la ayudan en nada con esto. Que puedo entender a la abuela, pero ains.

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Capítulo 39

El príncipe problemático Capítulo 39

El teorema más completo

Normalmente, una chica desaparecida era manejada por los rangos inferiores de la comisión policial, pero debido a la identidad de la joven desaparecida, el jefe de policía decidió abordarla personalmente.

Erna Hardy, el punto focal de mucha controversia en la ciudad en este momento, todo centrado en la Familia Real, a saber, el príncipe Björn. El Jefe de Policía tenía la autoridad de la Familia Real gracias a Philip III y otro caso de personas desaparecidas unos años antes, por lo que el Jefe de Policía era el único que podía llevar el caso adecuadamente.

Como siempre, comenzó el caso haciendo algunas preguntas fáciles de responder para que su razonamiento deductivo funcionara.

¿Quién es la señorita Hardy? Si hay que creer en los rumores, ella es la amante del Gran Duque. Entonces, ¿quién es el Gran Duque? Era el príncipe heredero, pero ahora etiquetado como el Príncipe Seta Venenosa, sigue siendo el hijo mayor del rey.

Después de varias preguntas de este tipo, el Jefe de Policía llegó a la conclusión de que esta desaparición tenía una carga política y los republicanos aprovecharían la oportunidad para señalar con el dedo a la Familia Real, por la mala imagen que les trajo tal escándalo. Entonces, si la joven no estaba, el primer sospechoso era el príncipe.

El Jefe de Policía se sintió un poco avergonzado de acusar a la Familia Real de juego sucio, solo porque un pueblerino no sabía cómo funcionaba la ciudad, era realista hasta la médula. No significaba que pudiera mirar hacia otro lado si la familia real estaba involucrada en tramas criminales. Lo menos que podía hacer era advertir al rey de la investigación.

Afortunadamente, el rey entendió, aunque todavía se enfureció al escuchar que su hijo podría estar involucrado en la desaparición de una niña.

—¡Trae a Björn, ahora! —exigió el rey.

El rey siempre había logrado mantener un aura benévola y mantener la calma ante las malas noticias, pero esto era otra cosa, incluso la reina se sobresaltó ante el repentino movimiento de su esposo.

Cuando el príncipe Björn llegó al palacio, la atmósfera era tensa, el príncipe Björn caminaba sobre hielo delgado mientras se acercaba a su padre.

—Me ha llamado la atención que la señorita Hardy no está. Será mejor que me digas la verdad ahora mismo, Björn. —El rey contuvo su ira por el momento, pero su rostro estaba rojo brillante.

—Ella no está desaparecida —dijo Björn con frialdad—. Ella está conmigo y la estoy ayudando en un momento difícil, todo se aclarará pronto, lo prometo padre.

Björn mantuvo la calma e incluso ofreció una pequeña reverencia. El rey volvió a su color normal, aunque los matices de rojo aún irradiaban de los flecos, miró a Björn y contempló. ¿Realmente había ocultado a la chica y no había dicho nada a nadie, dejando a sus parientes más cercanos para denunciar su desaparición? Incluso ante todo el escándalo entre ellos dos.

El rey dejó escapar un suspiro de alivio mientras apartaba con la mano las preguntas sin importancia que inundaban su mente. Simplemente estaba agradecido de que su hijo no hubiera quebrantado la fe y no hubiera cometido un crimen tan atroz. Tenía curiosidad por saber por qué su hijo, al que todos etiquetaban como un príncipe de corazón frío y egoísta, haría algo tan bondadoso. Debía ser para su propio beneficio de alguna manera.

—Será mejor que lo aclares. —El rey dijo que sabía que todos los reporteros que merodeaban por la estación de policía recibirían noticias de esto eventualmente y como perros rabiosos, hambrientos durante demasiado tiempo, se atiborrarían de esto.

«Por favor, no me digas que Björn tiene a esa chica Hardy en su corazón». El rey pensó para sí mismo.

—Cariño —dijo la reina en un tono suave solo para él.

Él la miró y ella pudo ver el pensamiento en sus ojos tan claro como si lo hubiera dicho en voz alta. No había manera de que pudiera permitir que Björn se casara con alguien como la señorita Hardy, sería ruinoso a la vista del público.

«¿Es esto realmente lo mejor?» Pensó el rey, mientras miraba a su esposa.

Su esposa asintió lentamente, como si leyera la pregunta en su mente. La imagen de la reina Elisabeth llenó el corazón del rey. La reina sabia, la amante devota y la madre benévola. Nunca tomaría una decisión que dañaría a Björn.

Philip nunca pudo entender a Björn, siempre parecía tan frío y distante. Ciertamente no le gustaba la familia Hardy, el vizconde era un charlatán, por no hablar del estafador. Sin embargo, creía en su esposa, su compañera de toda la vida, ella siempre lo fue y siempre lo sería.

—Ahora, sé que la señorita Hardy es una dama bastante decente, contrariamente a los rumores, pero cariño, eso no cambia el hecho de que la familia Hardy es una causa perdida —dijo el rey.

—¿De verdad crees que nuestro hijo, que tenía al rey de Lars envuelto alrededor de su dedo a una edad tan temprana, no sería capaz de lidiar con personas como el tonto vizconde Hardy?

Sin duda era una chica que conmovía el corazón de Björn, que nunca había mostrado ningún interés por Gladys, que era la princesa perfecta. Si Björn perdiera esta oportunidad ahora, probablemente pasaría el resto de su vida solo.

«¿Puedo aceptar eso o aprobar a la señorita Hardy como nuera?»

El pensamiento no tenía sentido ya que ya había tomado una decisión.

—Oh, vamos, ¿estos dos se están juntando? —dijo el rey, como si estuviera discutiendo su propia decisión.

El rostro del rey se volvió severo y Björn lo miró con los ojos entrecerrados, como si no supiera lo que estaba diciendo su padre.

—¿Padre?

—Simplemente, ve y cásate con ella, si esa es tu voluntad —dijo el rey, quien se había vuelto más solemne, Björn solo lo miró, desconcertado.

Un pesado silencio se apoderó de la habitación una vez que el médico se hubo ido. Erna estaba sola en la casa de la ciudad ya que la señora Fitz se había ido al palacio con Björn. Erna se estaba encariñando con la señora Fitz, quien apenas se había separado de su lado durante los últimos dos días.

Erna había estado mirando al techo durante mucho tiempo. Todavía le dolía el cuerpo y le palpitaban partes del cuerpo, pero estaba demasiado nerviosa para quedarse quieta, así que se levantó, se envolvió bien con un chal y empezó a caminar.

Pensó en la oferta de Björn. Iba a rechazarlo, pero lo llamaron al palacio antes de que pudiera decir algo.

—Vuelvo enseguida, espérame. —Fue todo lo que dijo y salió corriendo por la puerta como una ráfaga.

Quería irse de la casa de la ciudad de inmediato, pero imaginó el insulto que dejaría atrás. Probablemente nunca lo volvería a ver después de eso. ¿Sería eso algo malo? Ella estaría muy, muy lejos para entonces, pero su oferta se aferró a ella.

En esa noche fría, húmeda y desolada, sintió que el mundo entero la había abandonado, dejándola a su suerte bajo la fría lluvia. Pero de la oscuridad él vino a ella. Él era su salvación. Recordó haberlo mirado a los ojos y de repente se sintió abrumada por emociones encontradas. Vergüenza y alivio, amor y desesperación. Todavía permanecían en los rincones de su mente.

Mientras paseaba por la habitación, le dolía la cabeza por tratar de ordenar sus pensamientos, se mareó y se apresuró a sentarse en la silla junto a la ventana antes de desmayarse. El sol se estaba poniendo y salpicaba ámbar y rojo por todo el cielo. La luz tiñó la tez pálida de Erna de un bronceado profundo.

Debería ir a buscar a Pavel, después de transmitirle su rechazo a Björn. Incluso si no pudiera encontrar a Pavel y él realmente la hubiera abandonado, aún iría a Buford.

Mientras ordenaba cuidadosamente sus tareas, los ojos de Erna no dejaron las calles de abajo, que eran visibles desde la ventana del dormitorio. Las sombras se extendían sobre el complicado camino.

Pavel decidió que no podía esperar eternamente y regresó a la comisaría a la mañana siguiente con las dos ancianas de Buford a cuestas.

—¿Es esta ciudad realmente tan despiadada, Pavel? Para tratar a Erna como una mota de polvo sin valor —dijo la baronesa Baden mientras miraba hacia la estación de policía. Tenía los ojos rojos e hinchados de tanto llorar.

—Creo que simplemente están confundidos, baronesa, mucha gente está diciendo muchas cosas y es difícil encontrar la verdad en todo eso. —Pavel estaba enojado y no lo ocultó muy bien mientras intentaba transmitir palabras de consuelo a la baronesa Baden—. Ustedes dos esperen aquí, volveré pronto.

No parecía justo arrastrar a la baronesa y a la señora Greve por las escaleras, especialmente porque las dos se echaban a llorar ante la más mínima mención de la desaparecida señorita Hardy.

Pavel no llegó muy lejos, ya que un oficial se negó a dejarlo subir y ver al oficial a cargo del caso de personas desaparecidas. Al sentir que algo andaba mal, el oficial salió a hablar con Pavel, quien claramente estaba molesto y enojado.

—La investigación se ha cerrado debido al hecho de que la señorita Hardy no está desaparecida —dijo el oficial.

Pavel no podía creer lo que estaba escuchando, Erna no había regresado a casa y no se la había visto en días.

—Eso no puede ser, nadie ha visto a la señorita Hardy en días —explicó Pavel desesperadamente.

—Joven, mire aquí —El oficial sacó el informe de personas desaparecidas y se lo mostró a Pavel—. Mira, la joven no está desaparecida y fue un informe falso debido a un error familiar.

—No puede ser. —Pavel tartamudeó.

—Lo siento, sucede todo el tiempo, nueve de cada diez casos que involucran a chicos de la aristocracia desaparecidos son así. Es lo que sucede cuando obligas a la gente a casarse. —El oficial sonrió y arrojó un periódico frente a Pavel antes de dirigirse a tratar con otro visitante furioso.

Que la hija del vizconde Walter Hardy, que había sido reportada como desaparecida, vivía con el Gran Duque.

Pavel no podía creerlo, lo releyó varias veces. El artículo entraba en detalles sobre la señorita Hardy y su larga relación con el Gran Duque. Incluso se pensó que la pareja se había fugado.

Pavel estaba horrorizado y agarró el periódico y lo leyó de nuevo mientras bajaba las escaleras. El artículo era tan vulgar que no podía creer que la persona que lo escribió se considerara periodista.

—Oh, Dios mío, la anciana se ha derrumbado —gritó alguien.

Pavel miró hacia arriba y vio una multitud reunida alrededor de la sala de espera y el corazón le saltó a la boca. Se abrió paso entre la multitud y vio a la baronesa Baden caída en el suelo, con la señora Greve al alcance de la mano. Estaba hecha un desastre y miraba fijamente a la baronesa inconsciente.

Había un periódico agarrado en su mano.

 

Athena: A esa pobre señora le va a dar un infarto ya. Que a ver, la verdad me gusta mucho la relación de los reyes porque se aman de verdad y en realidad sí quieren lo mejor para Björn, pero… no saquéis conclusiones precipitadas aún jaja. Aunque sea verdad que le gusta y él no lo sepa. Pero preguntadle a ella también.

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