Despertar

II

La cabeza parecía estar a punto de estallar.

Un dolor punzante y opresivo a la par me estaba sacudiendo de entre la negrura de los sueños, y, a medida que iba recobrando la consciencia, el martilleo interno en mi cráneo me revolvía las entrañas.

Intenté abrir los ojos momentáneamente, pero el gesto solo me hizo querer gemir de dolor, pues la leve luz pareció quemar mis retinas y sentí como si todo me diera vueltas. No sabía dónde estaba, todo comenzó a dar vueltas, el mareo y la inestabilidad me dieron unas náuseas y malestar que me hizo comenzar a sudar y jadear.

Poco a poco, junto a ese golpeteo en la cabeza que comenzaba a dudar en si sería mi propio corazón y la respiración agitada, comenzaron a venirse varios fragmentos a mi memoria.

Un avión, un viaje, la conversación antes de la tormenta, los rayos, la caída…

El accidente.

Fue entonces cuando abrí los ojos de par en par.

Como antes, sentí como si apuñalaban mi par de globos oculares, haciéndome parpadear y anegarse en lágrimas mientras se ajustaban a la luz, mientras todo dejaba de dar vueltas y se iba asentando poco a poco; la visión haciéndose cada vez más nítida y precisa.

¿Qué había pasado? ¿Qué era todo esto?

Lo recordaba. El accidente; el avión en llamas y partiéndose en dos, la caída desde las alturas en medio de la negrura de la noche.

Todo se había tornado negro y… pensé que había muerto.

Joder, ¿estaba muerta? ¿Era esto el más allá? ¿Existía eso entonces?

Pero todo me dolía horrores, ¿debería ser así?

A medida que fui siendo consciente de mí misma de nuevo, pude ir sintiendo cada vez más los mensajes de dolor y urgencia que me mandaba mi cuerpo. El corazón acelerado, la respiración agitada, el dolor de cabeza, la vista cansada, la sensación de mareo, un dolor lacerante en el brazo izquierdo y… sentir como si me hubiera pasado un camión por encima. Todo mi cuerpo se sentía entumecido, dolorido y… extraño.

El abdomen me molestaba, tiraba de mí hacia arriba mientras el resto del cuerpo se mecía… suspendido.

¿Suspendido? ¿Qué…?

Parpadeé otras cuantas veces, para enfocar la vista y, cuando finalmente pude vislumbrar qué era todo esto… Solo tuve más dudas, y una ansiedad creciente.

—Oh, dios… —dije con voz pequeña, casi un susurro, mientras veía anonadada el suelo.

A varios metros de altura.

Estaba colgada.

Podía ver mis extremidades suspendidas hacia abajo, mientras que mi cuerpo estaba sujeto al asiento del avión por el cinturón de seguridad.

Cuando fui realmente consciente de la situación, ahogué un grito y me retorcí en el asiento, intentando ascender y hallar un apoyo, algo que me sujetara más que esa simple tira de metal y tela. Pero, no había nada como eso.

—¿Q-Qué es todo esto? Dios, dios, dios…

Sintiéndome cada vez más nerviosa, me aferré a ese cinturón mientras mi cuerpo comenzaba a temblar y a hiperventilar.

Estaba colgando, de un lugar, después de un accidente de avión.

No, en serio, ¿qué era todo esto? ¿De verdad no estaba muerta? ¿Era esto una broma del más allá? No, eso no tenía sentido.

Era demasiado real como para eso.

Y, si era real, entonces significaba que el accidente… el avión… ¿Había sobrevivido?

Me salió una risa nerviosa mientras me intentaba sujetar con fuerza al cinturón, mi piernas balanceándose en el vacío. Oh, todo era tan confuso, tan irreal. Pero… ahí estaba, no me despertaba si era un sueño, dolía todo como para que fuera un simple sueño.

Tenía sueños vívidos, pero nada comparado a esto.

—No, claro que no… —susurré mientras continuaba esa pequeña risa histérica.

Debía estar al borde del ataque de ansiedad.

Aguantando el temblor de mi cuerpo, comencé a fijarme en los detalles de alrededor. Parece que estaba colgada, y, por cómo estaba rodeada de maleza y varias ramas a mi alrededor, parece que había quedado atascada en un gran árbol.

Supongo que… eso era bueno, o habría sido aplastada al caer al suelo.

—Vale… vale…

Me mordí el labio inferior, que también temblaba, buscando el sentido a todo.

El avión se había roto, y recordaba que mientras caía se fue despedazando. Ese avión era muy grande, así que puede que se rompiese en varios fragmentos. Desvié mi mirada a la izquierda, encontrándome así con lo que quedaba de ese entramado metálico y plástico del avión. Ya no había ventana pues había estallado en mil pedazos y… ahora podía entender por qué sentía como si me hubieran rajado el brazo.

Porque lo estaba.

Solté un breve gemido lastimero, mirando esa manga levemente desgarrada y esa herida en el brazo, con un rastro de sangre ya seca y coagulada que había bajado por el brazo hasta llegar a la mano. Apreté los labios mientras miraba esa herida provocada por esos cristales rotos, que, afortunadamente, parecían solo haber pasado superficialmente por la piel, en su mayoría al menos, lo suficiente como para no haberse quedado esquirlas dentro de la herida. Sin embargo, era la típica herida que precisaría puntos para mejorar curación y resultado.

Exhalando el aire lo más despacio que podía en ese momento, continué mirando alrededor. Estaba sujeta a un árbol, porque el embalaje del avión que había continuado conmigo se había quedado atascado entre las ramas. ¿Aguantarían esas ramas? ¿A cuánta altura estaba?

Dios, ni siquiera quedaba el suelo del avión. ¿Se desprendería el resto?

Suspiré y me mordí los labios con fuerza, añadiendo problemas en mi situación actual. Un accidente de avión, colgada de un árbol, una herida, y…

Un cadáver.

—¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHH!

Supongo que ahí sí perdí el poco control que me quedaba. Porque, en cuanto giré la cabeza a mi derecha, había una persona a mi lado, el acompañante de vuelo que estuvo sentado a mi lado, muerto.

¿Y cómo lo sabía? Joder, porque una de esas ramas del maldito árbol lo había atravesado por la garganta.

—¡No, no, no! Dios, no. ¿Por qué?

Comencé a gritar como una loca histérica mientras me intentaba sujetar a mi asiento, al cinturón, a cualquier cosa que me hiciera sentir relativamente segura mientras intentaba apartarme de la escena grotesca que tenía al lado y las lágrimas caían por mis mejillas.

Grité con todas mis fuerzas mientras sentía que se podría desgarrar mi garganta, perdiendo el control completamente de mis emociones y mi cuerpo, que lloraba y temblaba casi al borde de la convulsión, desesperada y aterrada.

—No, dios, dios… Dios… Ah… Dios…

Ya no sabía si lloraba, reía, gritaba o solo buscaba aire que entrase en mis pulmones. Mil imágenes y pensamientos hurgaban en mi cabeza, haciéndome sentir más y más miserable, más pequeña dentro de esta fatídica realidad. Porque, así era.

Dios, tenía un muerto al lado digno de imagen de cualquier escena de terror después de despertarme tras un accidente del cual casi habría dicho que era imposible sobrevivir. Y encima estaba colgada a unos cinco metros de altura, sobre algo que no creía que fuera muy sólido, en un lugar desconocido, sin saber si podría tener cualquier tipo de lesión más grave que no hubiera visto o, simplemente, sin saber si era la única superviviente en un lugar que ni siquiera sabía cuál era.

Y con un muerto al lado. Ya había dicho eso, ¿no?

Bueno, creo que todo esto justificaba mi estado de nervios actual. Porque, ¿qué narices iba a hacer ahora? Esto era una locura, una pesadilla. ¿Por qué me estaba pasando esto a mí? ¿Qué clase de broma del mundo era esta? ¿De verdad tenía que pasar por esto?

Por dios, ni siquiera sabía si debía estar agradecida o maldecir. Tal vez había sobrevivido para morir después de una forma mucho peor. Porque, ¿qué iba a ser de mí?

Continué llorando y temblando durante quién sabe cuánto mientras me dejaba llevar por las emociones, por mis miedos, hasta que, poco a poco me fui quedando sin energía, sin más lágrimas que derramar, la garganta dolorida y el aire quemando mis pulmones, que comenzaron a aceptar el aire con un ritmo más normalizado.

Al final, el temblor cesó y con ello, me quedé quieta mirando al suelo lejano, suspendida y con la mirada perdida. Tal vez me quedara así durante otros cuantos minutos, mirando a la nada mientras los engranajes de mi cabeza parecían moverse poco a poco.

Ah… todo parecía tan irreal. En serio… ¿Por qué? Era tan sorprendente, había pasado lo que parecía imposible.

Pero… era real.

Todo había pasado. Lo sentía, lo recordaba, lo… estaba viviendo. Seguía aquí, como bien indicaba mi fuerte corazón con su latir.

Estaba… viva.

Sí, lo estaba. Por extraño y milagroso que pareciera, lo estaba.

Una última lágrima salió de mis ojos, sumida en esa sensación. Dios, de verdad… era algo que no podía creer del todo. Lo que viví ayer hasta que perdí la consciencia, ese miedo, esa sensación de derrota, de pérdida, el horror al saber que iba a morir con total seguridad. Pero… no fue así.

Simplemente, ¿cómo podía ser cierto?

No paraba de hacerme esa pregunta mientras continuaba mirando al suelo, mientras el labio inferior temblaba, mientras unas últimas lágrimas silenciosas caían. Y fue cuando me di cuenta de que me sentía aliviada. Porque, ¿qué iba a ser si no? Había sobrevivido a lo imposible. Dios, no quería morir, había sentido tantos arrepentimientos, tanta rabia al saber que se acababa, tanto miedo… que verme ahora en esta situación me generaba hasta alivio.

¿Tenía sentido? Estaba colgada de forma peligrosa, al lado de un cadáver, en un lugar que no sabía ni cuál era y sin saber siquiera qué posibilidades de sobrevivir tenía, o si alguno de mis amigos podría haber tenido suerte como yo, o más gente del avión. ¿Qué posibilidades había?

Pero, por ahora, joder, solo estaba aliviada. Porque estaba viva, porque había tenido la mayor suerte de mi vida, porque sabía que de haber estado en otro asiento podría haber sido yo la que fuera atravesada hasta morir por esa rama, porque dentro de este sinsentido sacado de cualquier película o videojuego, había sobrevivido a esta tragedia.

Y no sabía lo que vendría después, y eso me hacía sentir pavor, pero, por ahora, solo quise abrazarme a mí misma mientras lloraba por saber que estaba viva.

Sí… eso era lo que de verdad sentía ahora.

Así que me permití quedarme así tanto tiempo como necesitara, asimilando todo, calmando mi mente, dejándome sentir y fluir todas esas emociones tan intensas, esa fragilidad que me azotaba en la inmensidad de lo que me era desconocido y tendría que enfrentar más adelante. Solo sentir, dejarme llevar.

Ah… y hubo un momento en que al final, todo se calmó. A medida que mi mente se fue haciendo más clara, todo comenzó a volver lentamente a su ser. Mi corazón desbocado halló su ritmo constante y sereno aunque fuerte, la respiración se volvió más profunda y lenta, el temblor desapareció y la visión se estabilizó, retirando con mis manos las últimas lágrimas que me quedaban.

Y cuando volví a abrir los ojos, ya no era mi parte más histérica la que me controlaba. Ahora, volvía a ser yo.

Inhalé una gran bocanada de aire y, haciendo una línea con mis labios apretados, miré hacia el suelo, que parecía tan lejano ahora mientras me mantenía colgada.

Miré momentáneamente a mis costados, evitando mirar más hacia el cadáver que estaba a mi lado derecho, reconociendo el entorno. Pero solo estaba este trozo de avión con los asientos y lo que podía ver del árbol, con varias ramas y hojas cerca.

Suspiré mientras intentaba mover los engranajes de mi cabeza.

¿Qué debería hacer ahora?

Si bien por fin había aceptado el hecho de haber sobrevivido a un accidente de avión de una manera que ya les gustaría a las películas de Hollywood, ¿qué venía ahora?

Verdaderamente, ni siquiera tenía algún tipo de información útil. ¿Sabía alguien que el avión se había estrellado? Era lo más probable. Oh, dios, esto saldría en todos los medios seguramente. Ah… Mi familia. Estarían desesperados en cuanto se enteraran de lo ocurrido.

Tenía que conseguir hacerles saber que estaba bien. Urgentemente. Varias escenas de lo que podría pasar en casa se me vinieron a la memoria.

—Oh, dios…

Sintiendo que la ansiedad volvía a amenazar con apoderarse de mí, intenté respirar hondo varias veces, tratando de echar esos pensamientos de mi mente. Sí… estarían muy preocupados, pero no podía hacer nada ahora. Solo… intentar salir de aquí para poder demostrar que estaba bien. Pero si me quedaba aquí pensando solo en ello, no llegaría a nada.

Eso me llevaba a pensar en lo siguiente. ¿Dónde estaba? Lo poco que me dejaba ver mi posición parecía un bosque… no sabía definir qué tipo. Hacía buena temperatura, y no me notaba frío o calor, pero eso no me daba mucha información. ¿No estábamos sobrevolando el Atlántico cuando ocurrió todo? No estábamos lejos de Europa realmente, pero, qué sabía yo. ¿Había posibilidad de haber caído en un lugar con población cerca? Ojalá fuera así. De esa manera los problemas podían resolverse pronto.

Aunque para eso, de ser cierto, tendrían que encontrarme primero. Y si era así, ¿tardarían mucho?

Me quedé mirando mi posición un momento, y luego suspiré. Independientemente de eso, no sabía siquiera si había población, mucho menos cuándo podrían venir a por mí o incluso si eso era posible. Entonces, dudaba que fuera seguro quedarme así a la espera. Esto podría caerse en algún momento, o algún animal podría venir aquí.

¿Habría animales peligrosos en esta zona? Se me hizo un nudo en la garganta al pensar en ello, pero como todo, era difícil de saberlo. Y era más difícil saber si estaría más segura aquí arriba que en el suelo.

Bueno, desde luego, en el suelo podría atender necesidades básicas, aquí arriba no. Menos escapar si algo peligroso viniese.

Y otra cosa importante… ¿habría más gente como yo aquí? No era tan loco pensar que podría haber más supervivientes, ¿no? Si yo lo había hecho, podría haber otros que también, ¿verdad? ¿Podrían mis amigos haber sobrevivido entonces?

La sola idea de pensar en ello hizo que mis ojos amenazaran con lágrimas de nuevo.

Dios, ojalá fuese cierto.

Si yo lo había hecho, alguien más podría haberlo hecho también, ¿no?

Sacudí la cabeza, intentando ignorar a la vocecilla interna que me decía lo contrario, o que podrían haber sobrevivido otras personas que no fueran ellos.

Me mordí los labios de nuevo, intentando mantener la cabeza despejada, quedándome solo con lo que sabía.

Vale, sí, había sobrevivido. No sabía dónde estaba, pero parecía ser en una especia de bosque a varios metros de altura. Desconocía si habría supervivientes o una población cercana, estaba herida (aunque superficialmente) y pronto tendría otras necesidades más allá de quedarme aquí esperando.

En conclusión…

—Tengo que salir de aquí —murmuré mientras alzaba la mirada.

Y tendría que comenzar bajando de este lugar. Fruncí los labios de nuevo mientras analizaba lo que tenía alrededor. Restos del ensamblaje del avión, dos asientos de avión con y… Miré finalmente de nuevo la imagen grotesca que tenía justo a mi derecha, ahora que me encontraba algo más calmada.

Solté el aire con lentitud y tragué saliva, buscando mantener esa calma en el fondo algo fingida.

—Ah…

Bueno, ¿se supone que había visto cosas peores?

Intenté recordar en mi mente cuál podría haber sido el paciente politraumatizado más gore que hubiera presenciado, pero admitía que estaba difícil. A ver, ¿quién va a llegar con una rama atravesándole la garganta? Vale, una vez vi uno con un cristal en el cuello, pero era un contexto diferente en una situación mucho más controlada.

Y ese vivió… desde luego.

En fin… solo esperaba que esta pobre persona no hubiera sufrido mucho en su lecho de muerte. Este hombre además viajaba con su familia en el avión; ¿qué habría sido de ellos?

De repente me sentí bastante apenada, sabiendo el desenlace fatal del padre de familia, y sin poder saber siquiera si el resto de su familia habría sobrevivido o habría tenido también un mal final. Me quedé observando así durante un momento, pensativa y, en parte, guardando ese minuto de silencio por la vida de esta persona, que, desgraciadamente, ya no volvería a respirar.

Después, y sabiendo que tenía que continuar, intenté fijar mi atención en esa rama asesina, salpicada de sangre y que se continuaba hacia el árbol. Parecía lo suficientemente grande y gruesa como para soportar más peso, o al menos, se iba ensanchando lo suficiente como para no poder abarcarla entre mis dos manos, o eso estimaba. Probablemente podría estar de pie sin problemas ahí. De lo contrario, se habría roto ya como otras ramas de alrededor, ¿no?

Estiré el brazo derecho, pudiendo agarrar la rama desde esta posición incómoda. Parecía firme.

Miré hacia el suelo de nuevo y tragué saliva. Estaba bastante alto. Una caída desde aquí seguramente me haría bastante daño y me aseguraría algunos huesos rotos, en el mejor de los casos. Busqué con la mirada otras ramas por debajo, pero parecían más pequeñas y lejanas; o algunas se habían roto por el accidente.

La posibilidad más verosímil que veía por ahora era conseguir aferrarme a esa rama asesina y enganchada a ella, ir poco a poco hasta el tronco principal y ya desde ahí, buscar otra manera de continuar el descenso.

Pero, ¿sería capaz? Tendría que agarrarme con una mano mientras con la otra me desabrocho el cinturón, que era mi único seguro por el momento. Después, alzarme con la fuerza que tenía para conseguir también aferrarme con las piernas a la rama cual oso perezoso. Y ya desde ahí moverme. Por no hablar que tendría que intentar darme la vuelta para quedar con mi cuerpo hacia arriba.

Tragué saliva, visualizando la estrategia en mi mente.

Podía salir todo mal. Es que podía simplemente caerme en el momento en que no fuera capaz de sostenerme desde el principio.

Miré de nuevo hacia abajo, recorriéndome un escalofrío. Tragué saliva y apreté con fuerza mis manos alrededor el cinturón de seguridad. ¿Y si me quedaba aquí…? Pero suspiré al momento, sabiendo que no era una opción realmente, no al menos si quería avanzar de alguna manera.

Miré de nuevo esa rama ensangrentada y me mordí los labios. ¿Podría hacerlo?

No, no era una posibilidad. Tenía que hacerlo. O de lo contrario, tendría fatales consecuencias. Y no es como que hubiese muchas opciones.

Alcé de nuevo mi mano derecha y pasé el brazo alrededor de la rama, agarrándome con toda la fuerza de la que era capaz. Esperaba que la adrenalina y mi mediocre entrenamiento en gimnasio sirvieran. Tenían que servir.

—Vale… vale… —murmuré mientras me intentaba dar ánimos.

Eché un último vistazo alrededor y un adiós silencioso al que fue mi compañero de asiento en el avión, esperando no acabar de una forma similar a la suya. Respiré hondo varias veces hasta que conseguí calmar un poco ese temor y nerviosismo anticipatorios, y cuando el leve temblor en mi mano izquierda desapareció y solo me concentré en el fuerte sonido de mi corazón, fue cuando deshice el seguro del cinturón.

Sentí que el corazón me daba un vuelco cuando noté que la gravedad ejercía su fuerza contra mi cuerpo, al mismo tiempo que mi brazo izquierdo se movió con la mayor rapidez posible hacia la rama, quedándome así suspendida de ella, y agarrada simplemente con la fuerza de mis brazos. La sensación de quemazón al arañarme los brazos con la madera y el dolor de mantener mi cuerpo de esa manera no se superpusieron a mi terror por caer. Así que, sacando todas las fuerzas que tenía, me balanceé hasta alzar las piernas y asirme con ellas también a la rama, de manera que ahora tenía algo más de apoyo.

Sabiendo que no tenía mucho tiempo antes de que mi cuerpo se cansase, comencé a reptar por esa rama de la forma más rápida pero segura posible, alejándome poco a poco de esos restos del avión hasta llegar hasta el tronco del árbol.

—Vale, ¿y ahora?

Tenía que darme la vuelta. Estaba sujeta a la rama por debajo, y ya no podía continuar más hacia delante. Ladeé un poco la cabeza para mirar mejor lo que tenía delante, no siendo más allá que el tronco y el nacimiento de la rama. Apretando los dientes, me acerqué un poco más al tronco del árbol y, tras pensarlo intensamente durante escasos segundos, liberé la pierna derecha y la apoyé en el tronco.

—Dios, que funcione…

Agarrándome con toda la fuerza que tenía en los brazos, comencé a intentar girarme mientras me apoyaba en el tronco, primero con una pierna, después con las dos, y, lentamente, sudando y rezando todo lo que me sabía, fui girando poco a poco hasta finalmente quedarme sobre la rama.

Solté todo el aire que tenía contenido y me quedé así, con el torso apoyado y los brazos aún abrazando la rama mientras los sentía temblar ligeramente por el esfuerzo y la adrenalina corriendo por mis venas.

—Vale, vale… Lo hice… —me dije finalmente, incorporándome y apoyando la espalda sobre el tronco.

Exhalé un largo suspiro de alivio, que luego se transformó en uno de incomodidad cuando alcé la mirada y vi lo que tenía en frente. Ahora la imagen de esa rama atravesando la garganta del compañero de asiento estaba justo frente a mí, a un par de metros.

Las emociones que me habían sacudido antes volvían a amenazarme de nuevo, pero en esta ocasión, todo acabó con una extraña calma mientras miraba ese cruel final. Los ojos cerrados, pero la boca manchada de sangre y caída hacia delante, apoyándose casi en la rama que había acabado con su vida, con la sangre y algunos restos sólidos salpicados en la ropa y la rama. Ahora podía ver que incluso la mía estaba salpicada en su parte derecha y probablemente, parte de mi rostro, igual que el brazo derecho.

De alguna forma sabía que esa imagen no la olvidaría jamás.

Aunque, bueno, todo esto sería difícil de olvidar, ¿no? Y qué otras cosas vería, solo bajando lo sabría.

Desvié la mirada finalmente, observando las posibilidades y alrededores. Había varias ramas de similar envergadura por debajo, y a los lados, pero a una altura de unos dos metros ya no había más, por lo que, si la mejor idea era ir bajando poco a poco de una rama a otra, al final tendría que dejarme caer al suelo. Pero claro, no era lo mismo caerse desde cinco metros que dejarse caer colgada de dos.

Tras creer recuperarme lo suficiente y apoyada en el tronco, decidí cuál sería la próxima rama sobre la que asirme para descender, decantándome por una que estaba a mi izquierda, que no parecía demasiado lejana ni baja. Así que, de nuevo, con mucho cuidado, miedo y rezando lo que me sabía, procedí a continuar mi travesía, apoyada en el tronco y estirando el pie hasta tocar la rama, que parecía estable. Primero un pie, después deslizar el cuerpo, mantener el equilibrio… me repetí todo mentalmente mientras hice ese trabajo, un paso tras otro, una rama tras otra. Hasta que ya no pude descender más y solo quedaba esa última rama y después, el suelo.

Así que, tras otro largo suspiro e infundirme fuerzas internamente, esta vez me volteé para apoyar el torso sobre la rama y deslizarme hacia abajo hasta quedarme colgada de mis brazos para finalmente soltarme y dejarme caer al suelo.

El impacto me hizo sentir resentida y un poco dolorida, perdiendo un poco el equilibrio, pero sin llegar a caer. Pero… ahí estaba. Cuando sentí el suelo firme bajo mis pies y que estaba de una pieza… joder, tuve que dejarme caer al suelo de rodillas porque me fallaron las fuerzas.

Entre aliviada, orgullosa de mí misma y aún asustada, miré hacia arriba del árbol por el que había descendido, dejando atrás esos restos del avión.

De verdad lo había hecho. Había conseguido descender. No había subido a árboles y mucho menos bajarlos; esto para mí era toda una hazaña en la situación en la que había ocurrido.

Así que me quedé así, mirando hacia arriba y asimilando de nuevo todo lo que había hecho que ahora me parecía increíble. Tal vez para alguien acostumbrado al gimnasio no tanto, pero yo no era de esas, al menos no mucho.

De seguro me dolería luego todo cuando mi cuerpo se enfriara y bajara la tensión del momento.

—Ah…

Suspirando, me puse de pie. En realidad, sabía que debía moverme cuanto antes de ese lugar. Y por más que quisiera un descanso tendría que ser después.

—A fin de cuentas, en un ambiente así podría aparecer cualquier…

En ese momento, el sonido de la maleza al moverse me hizo voltear al instante, poniéndome los nervios a flor de piel.

¿Qué había sido eso?

No sería raro que hubiese animales cerca, y dado que no sabía siquiera qué tipo de bioma era este, podría aparecerme cualquier cosa. Podría ser peligroso.

—Ah…

Nerviosa, miré alternativamente al lugar del sonido y hacia el árbol, y luego alrededor, sollozando internamente porque ahí arriba no podía atacarme algo del suelo.

¿Debía huir? ¿Debía enfrentarme a eso? ¿Investigarlo? Ah, dios, sentía que el corazón se me iba a salir del pecho y que mi cuerpo se iba a romper de la tensión.

Y cuando me decidí por correr…

No sé qué fue más rápido, ese movimiento, el ruido, el grito, o el dolor repentino.

Pero… no pude saberlo.

Solo noté que caía al suelo al compás de mi mente, que se tiñó primero de rojo… y luego de negro.

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