Capítulo 12
Cedric no pudo conciliar el sueño esa noche.
—Entonces haré a Su Gracia el emperador.
El rostro de la chica agraciada que dijo estas palabras apareció constantemente en su mente.
No se preguntó si ella realmente podría convertirlo en emperador.
«¿Quiero ser emperador?» Este pensamiento persistía en su mente.
Si dijera que nunca lo había considerado, estaría mintiendo.
Artizea no era la única persona que le había dicho que debería convertirse en emperador.
En varias ocasiones, personas en posiciones más confiables que la de ella, lo visitaron en secreto por lo mismo.
Cedric nunca los había escuchado.
—Debes convertirte en el emperador para sobrevivir. Conviértete en emperador para vengar la muerte de tus padres.
Aquellos que mencionaron que debería ascender al trono siempre le dijeron estas dos cosas.
Habían pasado casi veinte años desde que su madre y su padre fueron ejecutados tras ser acusados falsamente de traición.
La mayoría de la gente en el imperio ya lo había olvidado. Se restableció la posición de su familia en el poder y sucedió al Gran Ducado Evron.
Pero nunca olvidó que estaba parado en una línea delgada.
Quizás el emperador Gregor no lo mató porque lamentaba haber matado a su hermana menor o porque sabía que Cedric no tenía poder para amenazarlo.
Pero como sucesor al trono, la historia era diferente. El linaje de Cedric era demasiado profundo para ignorarlo.
Sus súbditos estaban decididos a que, si Cedric enfrentaba el mismo peligro que el Gran Duque y la Gran Duquesa anteriores, sería entonces cuando realmente levantarían sus tropas y mostrarían el verdadero poder del Gran Ducado Evron.
Cedric siempre los había disuadido.
Así como protegieron a Cedric, Cedric se hizo a un lado para protegerlos.
Se mantuvo alejado de la arena política central y actuó como si aborreciera el poder. El Gran Duque Evron se convirtió cada vez más en el escudo del Imperio.
Pero eventualmente, a menos que renunciara a su posición como Gran Duque Evron y viviera como un ermitaño, la única forma real en que podría sobrevivir era convirtiéndose en emperador.
Sin embargo, no podía abandonar su posición como Gran Duque, y mucho menos el Gran Ducado Evron. Era su familia.
Sin embargo, hasta el día de hoy, ni siquiera pensó en pronunciar las palabras “sucesión” o “trono imperial”, porque no quería ensuciarse las manos para sobrevivir.
Cedric preferiría morir con honor.
¿Estarían felices sus padres si él ascendiera al trono manchando sus manos con la sangre de la venganza? Él no lo creía así.
Ni siquiera podía recordar la cara de su madre.
Además, era un hombre bueno y justo, la gente del Gran Ducado Evron lo alababa por eso, era poco probable que Cedric quisiera vengarse.
Sin embargo, Artizea no quería que se convirtiera en emperador por su supervivencia o para buscar venganza, sino por el bienestar de la gente del Imperio Crates.
Cedric se sorprendió.
Hasta ahora, había considerado al Gran Ducado Evron como su única responsabilidad. Había trabajado duro para proteger su hogar y su preciada gente.
Pero, ¿podía hacer la vista gorda ante el propio Imperio Crates?
Por supuesto que no. Era el escudo del imperio.
No poseía ni una pizca de lealtad a la Familia Imperial, pero proteger a la gente del imperio siempre estuvo en su mente.
Cedric no podía compartir esta preocupación con nadie.
Sus ayudantes estaban dispuestos a dar la vida por él.
Si Cedric dijera que participaría en la lucha por la sucesión, todos estarían felices y actuarían.
Quería volver a hablar con Artizea.
Tenía la sensación de que ella sería capaz de señalarle la dirección correcta, incluso en medio de la niebla.
Durante toda la noche, no pudo conciliar el sueño ni una sola vez. Cuando salió el sol, se dio cuenta de que su mente apuntaba en una dirección.
—¿No pudo dormir bien anoche? —preguntó Ansgar, el mayordomo del Gran Duque Evron, que llegó esta mañana al cuartel.
Cedric ya se había levantado y se estaba afeitando. Su rostro estaba demacrado, y debajo de sus ojos había círculos oscuros.
Ansgar siguió a Cedric al campo de batalla para servirle.
Cedric no necesitaba mucha de su atención. Por el contrario, era más agotador preocuparse de que nada malo le pasara al viejo mayordomo.
Pero no pudo decirle que se quedara y descansara en la cómoda mansión.
Porque sabía que después de la trágica pérdida de sus maestros anteriores, Ansgar temía y se preocupaba de que incluso pudiera perderlo de esa manera.
—Di vueltas y vueltas en la cama un poco.
Ansgar no preguntó por qué.
No podía involucrarse en tales asuntos. Lo único que podía hacer por su amo, que se ocupaba de sus deberes oficiales, era atenderlo en todo lo que pudiera.
—Por favor, siéntese, Lord Cedric.
—De acuerdo.
Cedric se sentó en silencio en la silla.
Ansgar agarró un cojín y lo colocó detrás de su cuello para poder acostarse cómodamente. Luego se puso una toalla caliente sobre la cara.
—Creo que incluso podría quedarme dormido.
—¿Le gustaría dormir un poco?
—No, no tengo suficiente tiempo para dormir. Voy al palacio imperial hoy.
Después de que Cedric dijo eso, Ansgar buscó su túnica en lugar de su uniforme militar.
Cedric se cambió de ropa y se dirigió a la capital con dos escoltas.
Cedric llegó al Palacio Imperial alrededor de las diez de la mañana.
El emperador solía pasar la mañana asistiendo a pequeñas audiencias y recibiendo invitados personales.
Cedric eligió ese momento porque no quería almorzar con él.
Cuando llegó, la condesa Charlotte Eunice ya se estaba reuniendo con el emperador con sus dos hijas.
La condesa Eunice había seguido el consejo de Artizea.
Ahora tenía treinta y seis años y su hija mayor tenía quince este año.
La condesa Eunice estaba en una edad en la que no podía ser considerada bonita o encantadora, por lo que no servía de nada que actuara con arrogancia.
Si quería ganarse el amor de su padre, el emperador, tenía que saber reconocer su estado de ánimo y complacerlo.
Por el bien de sus hijas, también.
El emperador no era el tipo de hombre que cuidara de sus hijos, y tampoco tenía la necesidad de hacerlo. Solo lo hizo cuando quiso.
Como resultado, la condesa Eunice había entrado en una fase de rebeldía y, después del nacimiento de Lawrence, tenían mucho menos tiempo para pasar juntos, como padre e hija.
Pero eso no significaba que de repente odiara a la hija que tanto amaba.
Simplemente la dejó de lado, porque cada encuentro con su hija terminaba empeorando su estado de ánimo.
La condesa Eunice hizo una visita sorpresa al emperador para entrar de nuevo en su corazón. Por supuesto, el emperador no estaba al tanto de sus verdaderas intenciones.
Pensó que tal vez ella se sentía culpable por perturbar su tranquilidad ayer y estaba tratando de obtener su perdón de alguna manera.
Cualquiera que fuera la razón, por primera vez en mucho tiempo, parecía que su hija había decidido cambiar de opinión y convertirse en una hija filial. Estaba disfrutando de un buen momento.
El emperador también estaba complacido con el broche de ámbar que le había regalado Artizea.
Siempre había aceptado a Artizea como cómplice de Miraila.
Por supuesto, nunca había pensado en ella como una hija, ni había sentido ningún sentimiento familiar hacia ella.
Pero Artizea nunca había hecho nada malo para odiarla tampoco.
Aunque no tenía ningún deseo sexual por ella, se sentía bien al saber que esta hermosa chica quería ser amada por él.
Si Artizea hubiera llorado en el incidente de ayer y Miraila se hubiera quejado, el emperador se habría sentido muy mal.
Era admirable que una chica de su edad, propensa a la ira, no se quejara a pesar de recibir una bofetada en la mejilla y tratara sabiamente de apaciguar el corazón del emperador.
Además, ahora que su rebelde hija lo miraba con amor, sentía que había ganado mucho sin tener que hacer nada.
El emperador ya era viejo. A diferencia de su juventud, ahora disfrutaba de la ternura de sus hijos y nietos tanto como de su seductora amante.
Fue entonces cuando se le informó de la visita de Cedric. El emperador con mucho gusto solicitó que se le permitiera entrar a Cedric.
—Déjalo entrar. Solo estoy descansando.
Cedric vaciló cuando estaba a punto de entrar en la sala de estar del emperador bajo la guía del asistente principal.
Se había sorprendido porque lo habían conducido a la sala de estar, no al estudio ni a la sala de audiencias.
También estaba la condesa Eunice con sus hijas, en total intimidad.
—Gracias por recibirme. Si hubiera sabido que la condesa Eunice estaba aquí, no le habría molestado.
Eso fue lo primero que dijo Cedric después de hacerle un saludo formal. El emperador se rio.
—¿Por qué te comportas tan formalmente? Charlotte es mi hija, tú eres mi sobrino, así que los dos sois primos. Todos somos familia.
El emperador se rio. Actuó como si no supiera que Cedric no había entrado en la capital hasta ahora debido al asunto del Ejército Occidental.
A veces, Cedric incluso pensaba que el emperador podría haber olvidado que había matado a sus padres.
Por supuesto, eso no podía ser cierto. Porque si lo fuera, no había ninguna razón para que el emperador intentara doblegarlo cada vez que tenía la oportunidad.
Cedric asintió cortésmente. El emperador dijo alegremente:
—Ambos no os habéis visto en mucho tiempo, ¿verdad? Aunque sois primos, teniendo en cuenta que Cedric no tiene hermanos, deberías comportarte como una verdadera hermana con él. Me sentí un poco mal porque venía a menudo a visitarme, pero había estado en el cuartel fuera de la capital y ni siquiera entraba —dijo el Emperador.
Cedric pensó que era ridículo.
Si realmente se sentía mal, podría haberle dicho a Cedric que tuviera una audiencia privada con él, dejando de lado la complicada situación.
O podría haber intentado escuchar sus razones.
Pero el emperador no lo hizo. Le había ordenado a Cedric que regresara solo a la capital y se inclinara ante él, abandonando el ejército occidental.
—Y también deberías estar más cerca de Tia —dijo el emperador.
—Padre. ¿Cómo podría la señorita Artizea conocer a Cedric, quien siempre está fuera por asuntos militares?
—¿De qué estás hablando? Cuando dos personas están destinadas a encontrarse, puede suceder en cualquier momento, ¿verdad? Además, ¿no es Tia la hermana de Lawrence? Aunque ella no tiene mi sangre.
—¿Se refiere a la señorita Artizea...? —preguntó Cedric sorprendido.
Fue porque no esperaba que el nombre saliera primero de la boca del emperador.
—Escuché que ayer enviaste a un caballero para acompañar a Tia a su casa.
Kishore le había contado la historia al emperador.
—No fue gran cosa, pero lo sabes. Nos conocimos casualmente en el templo y ella no tenía escolta, así que envié a uno de mis hombres para que la acompañara a casa.
—Has estado dando vueltas fuera de la capital todo este tiempo y de repente decides visitarme. ¿Esto no tiene nada que ver con la señorita Artizea?
Cedric no pudo negarlo de inmediato, ya que no estaba acostumbrado a mentir. El emperador rio alegremente.
—A veces también eres muy anticuado. Estoy seguro de que se alegrará de que la visites hoy.
—No vine al Palacio Imperial por la señorita Artizea. Su Majestad, se trata del Ejército Occidental…
—¡Cielos! ¿No entiendes por qué te traje a mi sala de estar?
El emperador rugió, luciendo enojado.
Y luego sonrió suavemente.
—No deberíamos hablar de esas cosas cuando estamos reunidos como familia. Hablemos de ello de nuevo en tres días. ¿Pensaste que olvidaría lo que el Ejército Occidental ha logrado esta vez? —dijo el emperador, sirviéndole una taza de té.
Cedric se llevó la taza de té a la boca, vacilante.
Solo entonces se dio cuenta de que la noticia de su encuentro con Artizea ya había cambiado la actitud del emperador.
Athena: Venga Cedric, tienes una poderosa aliada a tu lado. No la desaproveches.